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Sobre Pedro Amoedo

Pedro Amoedo nació en Buenos Aires. Viajero incansable, aventurero y enamorado de la vida. Alternó la actividad privada con la función pública, con la pasión que caracteriza a aquellos que creen que siempre es posible un mundo mejor.

A principios de los ochenta se publican sus primeros ensayos sobre la actualidad en distintos medios, pero su vocación por la escritura cobra impulso con Clandestino tango-bar (2009, Editorial Caleuche), su primera novela de ficción.

Dicen, quienes lo conocen íntimamente, que el amor es la fuerza que alimenta su creatividad y la que lo sostuvo en los momentos más difíciles. Amores que suman, amores que restan es, además de su tributo, una ofrenda para invitarnos a recorrer los caminos del amor.

Índice

Sobre este libro

Amores que suman, amores que restan es una mirada diferente, sin prejuicios ni dobleces, sobre el sentimiento alrededor del cual la humanidad giró siempre y, posiblemente, girará hasta el final de los días.

Pedro Amoedo nos invita a acompañarlo en un recorrido de ida y vuelta para visitar los múltiples caminos que el amor propone. Un viaje que nos sumergirá en las aguas de la pasión, un lugar profundo en donde no podremos evitar sentirnos identificados.

El amor es un regalo que se acepta, se comparte y se perfecciona. Pero también puede no funcionar como realmente deseamos. Es ahí, entonces, donde debemos prepararnos para volver a intentarlo y entender que fracasar en una relación no necesariamente debe ser un drama, puede ser también una enseñanza, un aprendizaje y una nueva oportunidad.

PRÓLOGO

“Cómo fue que pude encontrarte, te preguntarás;

Si hasta ayer te buscaba en los caprichos del insomnio.

Te reconocí…, por el olor a hembra,

A pesar de la mixtura con perfume francés;

Por los pechos de niña,

Que ocultas bajo las ropas;

Por el dejo imperativo de tu hablar pausado,

Con esa voz que enciende mi ánimo.

Y… ¿Por qué no reprochártelo?:

También por la humedad de los besos que me ofreces en sueños

Que ahora, por temor a involucrarte,

Me estás negando.

Te pregunto, entonces:

Si la cobriza desnudez de tu cuerpo tiene quién la abrigue;

O si en la inmensidad de tus ojos se reflejan otros,

Que no sean los míos.

Pues de ser así,

Mujer de mis caprichos;

Aguardaré, hasta que tú me sueñes.”

Pedro Amoedo

¡Ay, ay, ay; el amor, el amor! Ese sentimiento explosivo que cuando fluye nos impulsa hacia las alturas, y cuando agoniza se nos escurre entre los dedos.

 

* * *

 

Son tan diversas las emociones que se motorizan y tan viscerales los sentimientos que nos atraviesan al enamorarnos que, cuando intentamos razonar sobre la certidumbre, la entrega y la continuidad, o no, de nuestros vínculos afectivos, generalmente somos presa de la ceguera pasional que nos impide ver la realidad o, por el contrario, nos perdemos en el laberinto de nuestros miedos desaprovechando la oportunidad de amar sin ataduras. Y el hecho de que vayamos pendularmente de un extremo al otro, sin detenernos en los puntos medios, es entendible, pues nos involucramos viviendo las experiencias según se presentan, pero es posible, y necesario, mirarnos desde otros ángulos y estar atentos a las señales, pequeños indicios, que pueden permitirnos tomar decisiones con mayor claridad.

¿Qué es lo que creo puedo aportarles sobre un tema como este, del que se ha hablado tanto y opinado mucho? Pues… pareceres; pareceres que al ensamblarse como las piezas de un rompecabezas les permitirá valorar, de modo diferente, un sentimiento que, a mi manera de ver, es la razón principal que impulsa la vida. Y no empobrece este nuevo mirar el hecho de contarles que, aun con temor a equivocarse, quienes me confiaron sus historias decidieron aventurarse en los más estúpidos y deliciosos disparates, perdiendo la cabeza consciente o inconscientemente; pero, viviendo… al fin y afortunadamente, viviendo. Sintiéndose plenos y con deseos de más; indecisos y seguros al mismo tiempo, algo así como seres vulnerables e invencibles, con fecha de tiempo cumplido, que se animaron a subirse al tren de las oportunidades que a veces regala la vida.

El concepto altruista basado en la compasión, el compromiso y la entrega, así como las distintas interpretaciones filosóficas del amor son válidos, sin ninguna duda, aunque poco sencillo de asociarlos a nuestras relaciones cuando el deseo, la pasión y la voluptuosidad se funden en esa “fuerza incontenible” que nos impulsa a recorrer caminos inexplorados, traspasando límites y saltando vallas, que no siempre conducen al final que habíamos proyectado. Y, cuando así nos ocurre, vivimos la ruptura como un fracaso y la continuidad de un vínculo, a pesar de toda lógica, como una relación enfermiza.

Y ese mirarnos desde otras posiciones implica, también, comprender que las cosas que nos ocurren pueden interpretarse de un modo diferente para que sumemos, en vez de restar, cuando de amar se trata. Por ejemplo:

 

Una historia que concluye como no esperábamos…
¿Es un fracaso o una oportunidad?

¿Acaso la vida no es un aprendizaje basado en aciertos y errores?

¿No es un alivio, o un éxito relativo, cuando decidimos terminar con una relación traumática?

Hay amores que nos potencian y amores que nos asfixian. Y, aunque estos últimos generalmente son voraces, pues consumen nuestras fuerzas y nos deshilachan los sueños conduciéndonos al “desamor” o a las “relaciones desgastantes”, los primeros son más poderosos y depende de nosotros que prevalezcan.

Por eso este libro trata de “amores que suman y de amores que restan”. Para enriquecerlo y quitarle todo tipo de acartonamiento, incluye historias reales, crónicas de amores auténticos y de amores advenedizos, desarropados e insobornables; y, también, confesiones que, quizás por extraña complicidad o empatía, me fueron reveladas por sus protagonistas.

Respetando el anonimato de quienes me confiaron sus secretos, los personajes de las historias fueron sustituidos por otros; así como también he alterado el orden cronológico y los lugares de los sucesos, para que la lectura mantenga un hilo conductor que lleve a las conclusiones que se desprenderán inevitablemente.

Así que, les propongo hagamos juntos este viaje de ida y vuelta para que nuestros próximos amores “sumen”, haciéndonos más grata la vida, y no “resten” enfermándonos de decepción y hastío.

AMORES INOLVIDABLES

Hay amores que “pegan” fuerte, sacudiéndonos las estructuras. Surgen de improviso, cuando menos lo esperamos; y, si por alguna razón, o por varias, concluyen, nos dejan huellas difíciles de borrar. En cambio, aquellos que perduran van sumando valores a la relación potenciando el vínculo, pues el enamoramiento y la voluptuosidad iniciales se completan con el cariño, la entrega y el respeto por el otro, generando un estado de compromiso que nos permite sortear los obstáculos cotidianos con mayores posibilidades de éxito.

Si bien es cierto que podemos enredarnos en “amores enfermizos” que, cuando terminan nos dejan exhaustos y se nos hacen difíciles de olvidar, no es a ellos a los que me refiero en este caso pues pertenecen a la categoría de los “amores que restan”; y estas experiencias negativas pueden superarse, aprovechando la oportunidad que nos ofrece un fracaso para transformarlo en el punto de partida de un futuro vínculo positivo.

Así que, continuemos con los “amores inolvidables”; que aunque duelen los que se terminan, y se vuelven superlativos los que continúan, todos ellos son “amores que suman” enriqueciéndonos. Y, si no han tenido la fortuna de experimentarlos aún, tal vez se les presente la oportunidad en un futuro cercano. ¿Por qué, no? Si estamos abiertos para que la vida nos sorprenda, seguramente lo hará; pero si nos encerramos dentro del baúl de los miedos, las ocasiones pasarán de largo como un tren expreso, y ni siquiera nos habremos enterado que nos buscaban.

Recuerdo que, tiempo atrás, un amigo (Juan, vamos a llamarlo), tímido e inseguro, que siempre pedía consejos tomándome como confidente, me comentó que su pareja, Claudia, le había preguntado: “Si por alguna causa nuestra relación se termina… ¿Qué cosa recordarías más de mí?”

La pregunta lo había tomado por sorpresa, y no supo qué contestarle. Lo sacó de contexto, pues en ese momento estaban haciendo el amor, provocándole una sensación de incomodidad, ya que suponía que el vínculo que los unía era firme y él la amaba profundamente. “Tal vez demasiado”, solía decir cuando me relataba su desconcierto a medida que la pareja se iba desgastando.

Llevaban un par de años de noviazgo sin convivencia, con algunas interrupciones debido a los celos de Juan pero, cuando nos encontrábamos en reuniones o compartíamos salidas, no daban la impresión de estar atravesando una crisis, pues nos hacían partícipes de sus proyectos, que incluían la compra de una casa amplia para que la pequeña hija de Claudia estuviese a gusto con sus mascotas. En fin, parecían formar una pareja como tantas otras, con proyectos y sueños por realizar; pero… no era así.