Portada

Título

Universidad del Valle

Programa Editorial

Título: Raices de la memoria. Ficción y posmodernidad en Roberto Burgos Cantor

Autor: Kevin Alexis García

ISBN: 9789587654141

Colección: Artes y Humanidades

Rector de la Universidad del Valle: Iván Enrique Ramos Calderón

Vicerrectora de Investigaciones: Ángela María Franco Calderón

Director del Programa Editorial: Francisco Ramírez Potes

© Universidad del Valle

© Kevin Alexis García

Diseño de carátula: Hugo H. Ordóñez Nievas

Fotografía de carátula: Leidy Yulieth Montoya

Universidad del Valle

Ciudad Universitaria, Meléndez

A.A. 025360

Cali, Colombia

Teléfono: (+57) (2) 321 2227. Telefax: (+57) (2) 330 88 77

editorial@univalle.edu.co

Este libro, o parte de él, no puede ser reproducido por ningún medio sin autorización escrita de la Universidad del Valle.

El contenido de esta obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle, ni genera responsabilidad frente a terceros. El autor es el responsable del respeto a los derechos de autor y del material contenido en la publicación (fotografias, ilustraciones, tablas, etc.), razón por la cual la Universidad no puede asumir ninguna responsabilidad en caso de omisiones o errores.

Cali, Colombia. Febrero de 2014

CONTENIDO

CAPÍTULO 1

ENCUENTRO CON UN SEMBRADOR DE CEIBAS

EL ARTE DE JUSTIPRECIAR

RECEPCIÓN CRÍTICA DE LA CEIBA DE LA MEMORIA: HORIZONTES SUGERIDOS, CAMINOS INEXPLORADOS

CAPÍTULO 2

SEÑAS PARTICULARES DE ROBERTO BURGOS CANTOR

LA INFANCIA, GAITÁN Y LA CONCIENCIA DESCONCERTADA

LA UTOPÍA EFERVESCENTE

SÁBATO: DERROTERO INTELECTUAL

LO AMADOR: EL NACIMIENTO DE UN AUTOR

CAPÍTULO 3

CONSIDERACIONES SOBRE NOVELA E HISTORIA

EXPERIENCIA TESTIMONIAL Y FUENTE DE AUTORIDAD

EL ARTEFACTO LITERARIO

LA HISTORIA: UN DIÁLOGO ENTRE EL PRESENTE Y EL PASADO

LA NUEVA NOVELA HISTÓRICA

NOVELA HISTÓRICA EN COLOMBIA

LA «DISTORSIÓN» HISTÓRICA Y EL «ELEMENTO AÑADIDO»

CAPÍTULO 4

HISTORIA Y FICCIÓN DEL PUERTO NEGRERO

EL COMERCIO DE NEGROS EN CARTAGENA

LA CREACIÓN FICCIONAL DE UN MUNDO ESCLAVISTA

CAPÍTULO 5

LA CEIBA: TEJIDOS Y REPRESENTACIONES HISTÓRICAS

EL TRANSPORTE: CUERPOS AL CARBÓN EN MAR ABIERTO

VIOLENCIA Y DESARRAIGO EN EL NUEVO MUNDO

LOS MECANISMOS DE DECULTURACIÓN

IMPOSICIÓN Y DESPOJO

RESISTENCIA Y REBELDÍA

HETEROGENEIDAD Y TENSIONES DEL NUEVO MUNDO

CAPÍTULO 6

LA NOVELA ES FORMA: EL ELEMENTO AÑADIDO

LOS CUATRO TIEMPOS DE LA CEIBA DE LA MEMORIA

LA DIMENSIÓN NEOBARROCA

LA ESCATOLOGÍA COMO CONCIENCIA DE AUTOR

LOS NIVELES DE LA HISTORIA

EL ELEMENTO COMPLEJO: LOS RELEVOS DEL NARRADOR Y LA VARIACIÓN DINÁMICA DE PUNTOS DE VISTA

LA SUBVERSIÓN DEL ACTO FALLIDO

LA TRANSPARENCIA DE LA MÁSCARA: AUTOCONSCIENCIA Y METAFICCIÓN

EL LENGUAJE COMO PERSONAJE: AFIRMACIÓN Y DUDA DE LA PALABRA

METÁFORA LITERARIA: LA MEMORIA COMO CEIBA

UN PUENTE: DOS VASOS COMUNICANTES

UNA MEMORIA COMPARTIDA: CHANGÓ EL GRAN PUTAS

CAPÍTULO 7

LA CEIBA DE LA MEMORIA: EXPRESIÓN POSMODERNA DE LA NOVELA TOTAL

EL MUNDO EXTERNO: LA CIUDAD COMO PERSONAJE

LAS RAÍCES DE LA CEIBA

CARPENTIER: CONSIDERACIONES PARA NOMBRAR LATINOAMÉRICA

EL MUNDO INTERNO: HETEROGENEIDAD DE LA CONCIENCIA

EL ESCRITOR EMANCIPADO: DESCENTRAR EL CENTRO

CONCLUSIÓN

ANEXOS

REFERENCIAS

ÍNDICE ONOMÁSTICO

«De repente lo que ocurre en las aventuras artísticas es que uno mantiene la tensión de una ambición que nunca se logra. En perseguirla se va la vida y tal vez nadie es consciente de su logro, lo cual es una fatalidad pero también una cura».

«La presencia de la literatura es una señal de optimismo. En el peor de los casos será un testimonio más de la resistencia».

Roberto Burgos Cantor

AGRADECIMIENTOS

Toda realización es el producto de un esfuerzo al que a su vez han acudido muchos pequeños esfuerzos. Esta investigación no se habría realizado si Darío Henao no me hubiese transmitido su pasión por la Novela Histórica y por la presencia africana en América; lo hizo compartiendo sus hallazgos en el tema y sus lecturas más notables: Changó, el gran putas, esfuerzo memorable de Manuel Zapata Olivella Y Casagrande y Senzala, trabajo apasionante de Gilberto Freyre.

Mis agradecimientos para Roberto Burgos por esa portentosa capacidad para escribir y esa notable sensibilidad para escuchar; por crear el mundo literario que he habitado desde los últimos años y por compartir su sensación de que el escritor se realiza cuando, luego de haber creado su mundo imaginario, un lector declara en él su residencia. A Elicenia Ramírez siempre agradeceré su permanente voluntad de lectura, sus apreciaciones sugerentes y su estímulo constante para que este documento llegara a puerto. Ariel Castillo, desde Barranquilla, brindó horizontes para leer La Ceiba y siempre manifestó su colaboración con esta iniciativa. Gabriel Ruiz cada mañana se levanta a actualizar gratuitamente NTC (Nos Topamos Con) y muchas veces se topó con textos que ayudaron a este trabajo y muchas veces me los entregó de sus propias manos. A Yohana Vélez agradezco sus transcripciones cuidadosas y su colaboración en la organización de material. La Escuela de Estudios Literarios siempre estuvo atenta a estimular mis emprendimientos literarios. Cuando la investigación me sugería un nuevo autor la Biblioteca de la Universidad del Valle me sorprendió con su despensa llena, y a ella, que es esfuerzo de muchos esfuerzos, y a su equipo de trabajo manifiesto mi gratitud. Cuando tenía cinco años Julio César García (mi tío) dedicó sus descansos del mediodía durante 24 meses para enseñarme a leer, luego para leer juntos; desde entonces leo. Finalmente, Liliana Arias siempre ha estado presta a brindarme todo su apoyo. A ellos este trabajo, mi gratitud y mi afecto.

«Nuestra Ceiba, nuestros árboles, vestidos o no de flores, se tienen que hacer universales por la operación de palabras cabales».

Alejo Carpentier

«Hay una fuerza exultante, una celebración de la buena fortuna, cuando un escritor se reconoce como testigo del amanecer de una cultura que se está dibujando a sí misma rama por rama, hoja por hoja, en esa alborada de autodefinición».

Derek Walcott

«Era un orfebre de la palabra. Incluso en sus momentos oscuros, que no son pocos, el lector tiene la sensación de estar frente a algo que lo supera, de estar leyendo algo diferente a todo».

Laura Vaccaro,

a propósito de Saint John Perse.

CAPÍTULO 1

ENCUENTRO CON UN SEMBRADOR DE CEIBAS

Una mañana de agosto de 2007 llegó a mis manos un paquete con cinco novelas que serían presentadas en la Feria del Libro Pacífico. Debía escribir un artículo para el periódico La Palabra anunciando sus lanzamientos y, adicionalmente, reseñar una de las obras. Toda selección es por naturaleza un acto de exclusión, debía escoger la novela que por sus calidades literarias mereciera el destaque especial.

Entre el paquete sobresalía un volumen de 410 páginas, de autoría de un escritor del Caribe llamado Roberto Burgos Cantor. De entrada llamó mi atención que la obra no hiciera concesiones con las convenciones del mercado editorial: doblaba en extensión a sus compañeras, situación que la ponía en desventaja para su reseña en los medios, ya que demandaba mucho más tiempo su lectura. Se llamaba La ceiba de la memoria, y en su tapa, sobre un fondo azul, reposaba un par de manos negras, acompañadas de otras dos manos blancas. Ambas lucían unidas por una cadena delgada, con las uñas cuidadosamente embellecidas. Más adelante, comprendería, por el sentido de aquella composición, que el diseñador no había leído la obra.

La novela había pasado prácticamente inadvertida durante su primer lanzamiento en la Feria del Libro Bogotá; los medios enfocaron sus cámaras en las promesas de los escritores jóvenes y Roberto Burgos Cantor no era uno de ellos. Aunque compartía las pretensiones de nuestros grandes narradores del continente, tampoco era lo suficientemente viejo para ser presentado como perteneciente a la generación del Boom latinoamericano. Confundida, la prensa no encontró una categoría para clasificar la obra.

Inicié su lectura y las exigencias parecían aumentar, La ceiba de la memoria no dispone un índice que sugiera un horizonte. Los títulos de los primeros capítulos no ofrecen mucha información y al mejor estilo del Faulkner de Mientras Agonizo apenas presentan el nombre de los personajes. Sabía por el contenido de la contracarátula, escrito por Gustavo Bell, un ex vicepresidente y periodista que aún no asocio con literatura, que la novela recreaba la trata de esclavos en Cartagena durante el siglo XVII. El desafío era sumergirse entre olas, líquenes y calles adoquinadas.

Al llegar a La ceiba, como un naúfrago, me sentí perdido y desconcertado. Pero de a poco, como las olas que besan las playas y acompañan los botes, me encontré en un trayecto. Comprendí que estaba ante la obra de madurez de un escritor libre y con oficio, leal frente a su propia estética y dispuesto a dialogar con un lector que no simpatizara con aventuras fáciles. Desde el inicio la novela ofrecía un uso exquisito del lenguaje y se ramificaba en varias historias como poderosa ceiba de hondas raíces. Mar adentro nos sumergía en el desconocido universo de la Cartagena de los barcos negreros y torturadores españoles, nos embarcaba en un viaje tres siglos atrás, con una escala intencional en Europa durante el siglo XX, deteniéndose en uno de sus mayores lunares: los campos de exterminio nazi.

Me embarqué como lector libre en un viaje que aún no termina. Con emoción titulé la reseña El último resguardo de la resistencia. En ella sostuve que Burgos dibuja una ciudad agobiada por la presencia de gobernantes, soldados, curiosos, tentadores de la fortuna, contadores de remesas reales, curas, comerciantes y proscritos de la justicia del Rey. El escritor colombiano nos sumerge en el mundo esclavo a través de las voces de personajes que encarnan entre todos el sometimiento forzado, la compasión y expansión evangelizadora, la reflexión intelectual, el desprendimiento nativo, la obsesión por la escritura y la insurrección libertaria. Señalé que Burgos Cantor supera la condición episódica del relato, convirtiendo la novela en configuradora de la atmósfera de una época, la de la esclavitud y la sumisión, la del encuentro de dos mundos en un tercero desconocido, donde la violencia física es el principal vaso comunicante.

La reseña logró provocar a algunos conocidos que se interesaron por su lectura, pero varios de ellos pronto se sintieron desorientados y prefirieron huir de aquel mundo frondoso. Finalizado el año, me encontré en Argentina, realizando una práctica profesional en El Litoral de Santa Fe. Desde su sala de redacción leí la selección de Los mejores libros del año que anualmente promociona Ediciones Semana. Con sorpresa descubrí que no estaba La ceiba de la memoria. Seguro de que en aquella novela se escondía un patrimonio de nuestra literatura nacional, justifiqué a una lectura inacabada su no consideración en aquel balance anual de las letras nacionales. No estaba equivocado.

Pocos días después El País de España publicó una selección de las mejores novelas hispanoamericanas del año, e incluyó por primera vez a la novela de Burgos Cantor. La publicación sostenía que era una de las más destacadas piezas de la literatura nacional en toda su historia, valoraba el hecho de ajustar cuentas con el pasado, e iluminar un momento de la nación sometido a las oscuridades del olvido.

Sólo era necesario esperar las lecturas pausadas y cuidadosas de los lectores simpatizantes de iniciativas exigentes. De a poco la academia y la crítica literaria nacional empezaron a reconocer los valores de La ceiba de la memoria. En el Valle Darío Henao, en ese momento Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad del Valle, ya la había incorporado para su estudio en el curso de Maestría en Literatura. En el Caribe, Ariel Castillo difundía las virtudes de aquella prosa impecable, y lo propio hacían en Antioquia Pablo Montoya y en Bogotá Cristo Rafael Figueroa.

Durante los primeros días del 2009, en silencio, la novela participaba con otras 624 obras hispanoamericanas en el Concurso Casa de las Américas. Por su prestigio histórico las más selectas plumas de habla hispana participaron en él. En febrero de ese mismo año los jurados le otorgaron el Premio en la categoría de Narrativa José María Arguedas, como mejor obra publicada en los dos últimos años. Cuatro meses después era declarada finalista del Premio Rómulo Gallegos, que posteriormente, no con pocas críticas, ganaría William Ospina, con su novela El país de la canela.

Un día antes de su lanzamiento en Cali, entrevisté a Burgos Cantor. Arribé al Hotel Toscana y me encontré con un hombre de sesenta años, de ojos negros y pequeños como dos aceitunas, una corta y dispersa barba blanca y un caminar pausado, como de quien ha vencido al tiempo. Lo saludé con amabilidad, le oculté mi admiración por su oficio literario, y, por el contrario, uno a uno, le enumeré algunos aspectos que consideraba revisables en la novela; le señalé algunos procedimientos que no entendía y le indagué por su proceso de creación. Aquella estrategia de distanciamiento que, usualmente incomodaba a otros autores, en Burgos generaba el efecto contrario. Él escuchaba muy atento como un alumno disciplinado, situación que me avergonzaba por ser su interlocutor. Acto seguido, daba cuenta con toda tranquilidad de las consideraciones que lo llevaron a tomar tal o cual decisión escritural. Su amabilidad y disposición para escuchar no se sentían artificiosas, como aquellas estrategias de mercadeo de algunos escritores, y por el contrario ponía en evidencia que un ejercicio escritural llega a su realización en el momento de diálogo con el lector, en el retorno de las apreciaciones y las lecturas, señas particulares que desnudan la recepción de la obra. Este trabajo es el producto de un acto de justicia literaria, de un criterio crítico, y de una pasión por el diálogo creativo e intelectual. Es la inmersión en el fruto de un creador de ceibas.

EL ARTE DE JUSTIPRECIAR

Uno de los pilares de la vida de la novela como expresión artística descansa sobre la condición inacabada de las teorías literarias para explicarla. Su naturaleza creativa, su poiesis, se alimenta de la permanente posibilidad de expandir las leyes de la ficción, de transformar sus propias cartografías y crear permanentemente mundos nuevos con leyes propias. Ante ello, tal como lo señalara Imbert (1984, p. 35), la crítica literaria tiene un compromiso doble: proponer perspectivas para analizar las obras, y posteriormente, señalar la mutación u obsolescencia de dichas perspectivas. A su vez la literatura vive una doble condición, especialmente frente al progresivo abordaje que en ella hacen especialistas de disciplinas como la historia, la lingüística, la psicología y la pedagogía. Ellos se internan en la literatura y la vivifican; la literatura asume otros roles y se refleja como fuente histórica, problema filosófico, hecho social y objeto cultural. Pero estos abordajes que la enriquecen también la segregan y amenazan con convertirla en simple instrumento dispuesto al servicio de otras disciplinas. Ante esta doble condición, a su vez vivificante y segregadora, la crítica literaria es llamada a restaurar la organicidad de la literatura para justipreciarla; el crítico asume la tarea de señalar el valor de la obra y proponer diálogos con otras obras en la construcción permanente de historiografías que den a conocer las nuevas adquisiciones humanas.

El presente abordaje es el resultado de un apasionante viaje a la raíz de La ceiba de la memoria, una novela que como frondoso árbol, terminó propiciando discusiones sobre el arte de la novela, el ejercicio de la crítica literaria, las relaciones entre la historia y la ficción y la tradición literaria latinoamericana.

La perspectiva de mirada

Para establecer las «maneras de hacer» crítica analicé algunas obras monográficas, así como algunas investigaciones de doctorado. Busqué extraer aprendizajes acerca de las dificultades que afrontan los críticos y que aquí se intentan sortear. Entre los conflictos encontrados se podrían sintetizar ciertas características.

En algunas monografías los autores portaron marcos teóricos a priori, de sus preferencias y usos frecuentes, en los cuales intentaron encajonar las obras, ocasionando fisuras en dicho intento, pues no siempre el modelo teórico fue pertinente con el abordaje que demandaban las piezas. Otros asumieron como condición imprescindible la presentación de una exhaustiva historiografía conceptual de términos teóricos, como demostración de rigor; pero ello, excepto en algunos trabajos destacados, no logró fortalecer en los autores la perspectiva para analizar las novelas. En una tesis de doctorado el investigador halló efectivamente elementos distintivos en su obra de estudio, pero culminó su tarea allí y no propuso para ellos una interpretación; no intentó articularlos a un significado, una tradición literaria, una ideología o una corriente de pensamiento. Algunos críticos ejercieron en otros trabajos un absoluto respeto por los conceptos teóricos de autores consagrados y en ocasiones desaprovecharon oportunidades para proponer nuevas perspectivas o detallar matices, apropiaciones y reescrituras de dichos conceptos. Algunos investigadores fijaron marcos teóricos robustos, pero pareciera que las energías empleadas en esa tarea generaron un desgaste grande antes de entrar a analizar las obras. En ocasiones el crítico presentaba un mosaico de lecturas sobre su objeto, pero, deliberadamente, decidía no proponer una interpretación propia.

Otro crítico empleaba una teoría pertinente, hallaba elementos distintivos en su obra de estudio, describía cómo estaban articulados dichos elementos, pero en el momento de justipreciar tuvo dificultades para elaborar análisis concluyentes y cedió el espacio de su conclusión a otras voces de autoridad sobre su objeto de estudio.

Algunos con mayor experiencia construyeron discursos en los cuales aprovecharon sus capitales culturales para establecer relaciones interesantes y sugerentes, pero muchas de ellas no son propiciadas por la obra en estudio. En algunos de estos casos el crítico queda bien frente al lector y en deuda con la obra que prometió abordar. En este trabajo intentaré sortear estas dificultades. En el capítulo siguiente explicaré cuáles fueron las lecturas de partida y las decisiones sobre las maneras de interpretar la obra, decisiones que me permitieron comprender que asistimos a una versión posmoderna de Novela Total, asistimos la creación de un metarelato literario que busca a su vez combatir otros grandes metarelatos de la literatura latinoamericana.

RECEPCIÓN CRÍTICA DE LA CEIBA DE LA MEMORIA: HORIZONTES SUGERIDOS, CAMINOS INEXPLORADOS

La ceiba de la memoria ha sido recibida con atención por la crítica especializada, en parte porque la Universidad Nacional, en su revista Palimpsesto, publicó en su edición de 2005 algunos extractos, llamando así la atención sobre la magnitud de la obra que venía en camino; también porque el investigador Ariel Castillo presentó su lectura crítica sin aún haber sido publicada la novela. Pero serían los concursos Casa de las Américas, donde se declaró ganadora y el Rómulo Gallegos, donde quedó en segundo puesto, los escenarios que invitarían aún más a su lectura. Entre las diversas miradas a la obra, asumiendo el riesgo de toda síntesis, se podría decir que:

En La Cartagena no velada de La ceiba de la memoria o el otro rostro del paraíso Ariel Castillo Mier (2006, p. 233) oficia como crítico y a su vez presentador de una obra hasta el momento desconocida en la literatura nacional. En el texto Castillo Mier enfatiza que su crítica obedece a la lectura del manuscrito original, anterior a su publicación, situación que podría eximirlo frente a algunos cambios editoriales. Sobre la obra señala con acierto, entre otros aspectos, el diálogo que propone el título de la novela con el ensayo de Alejo Carpentier Problemática de la actual novela latinoamericana (1964). Allí, el autor de El siglo de las luces señala la dificultad que tienen los escritores latinoamericanos para nombrar nuestras ciudades, poniendo como ejemplo la figura de La ceiba y el desconocimiento que se tiene de ella, frente a otros árboles como el pino, ampliamente retratados por la literatura europea. Acto seguido, Castillo Mier nos recuerda que Carpentier propone indagar en los contextos locales (raciales, económicos, políticos, burgueses, etc.), e intenta indicar cómo están representados en la obra. Menciona el tema: la trata de negros, señalando que la novela es una incursión a fondo en él, y a manera de presentación enumera siete secuencias narrativas que componen la novela. En este ensayo inaugural enuncia algunos tópicos que aborda La ceiba, como la meditación acerca de la libertad, las posibilidades de la escritura y las relaciones del hombre con el pasado; destaca su condición de novela autoconsciente y su característica de ser a la vez historia y metahistoria, ficción y metaficción. En el ensayo presenta algunos extractos de la obra y sugiere analizar la relación entre La Ceiba y el libro de memorias de Roberto Burgos Señas particulares.

Paralelo con los ensayos académicos fueron surgiendo textos periodísticos. Nahum Montt se ocupó de su reseña en la revista Arcadia (2007, abril, p. 59), y señaló que el lenguaje es significativo en el relato, indicó la estructura compleja de voces simultáneas en que se articula la novela, sosteniendo que tiene relación similar a la obra Mientras agonizo, de William Faulkner.

El diario El Universal publicó las palabras que formulara Alberto Duque en la presentación de la novela en la Feria del Libro de Bogotá; ellas contenían una pista para rastrear la creación de uno de los personajes principales:

Si alguien quiere acercarse al motivo físico de este libro espléndido, basta que entre a la iglesia de San Pedro Claver en Cartagena de Indias y descubra, bajo el altar, ese esqueleto saqueado, destrozado y conservado en pedazos por sus fieles, quienes propagaron una leyenda terrible: que el personaje había sido enterrado vivo. Su proceso de canonización, a pesar de las curaciones públicas, se tomaría más de un siglo. (Duque, 2007, 6 de mayo).

Ricardo Sánchez en Una mirada histórica a La ceiba de la memoria (2009, p. 226) presenta un texto conciso, bien escrito, que puede entenderse más como un aprovechamiento de la temática que instala Burgos para deliberar acerca de la trata de negros en el mundo; también para destacar algunas ideas de filosofía de la historia en autores distinguidos como Walter Benjamin, con su consideración de que todo documento de cultura lo es igualmente de barbarie. Aunque no descuida la obra, hace un primer ejercicio descriptivo para estimular su comprensión y comparte observaciones también presentadas por Ariel Castillo, como el diálogo que propone La ceiba con el ensayo de Carpentier y la riqueza del lenguaje; considera la novela un océano literario y cultural.

Por su parte, Pablo Montoya, quien venía realizando una investigación sobre la Novela Histórica, recorre el terreno abonado por la crítica anterior y avanza un poco más. De La ceiba señala su propuesta experimental, su alta complejidad, indica que por su indagación en la presencia afro, la obra dialoga con la narrativa de autores como Candelario Obeso, Jorge Artel, Manuel Zapata Olivella y Arnoldo Palacios; sostiene que La ceiba de la memoria rompe con el esquema tradicional de la Novela Histórica. Evidencia su característica polifónica, la oscilación incesante entre la acción y la reflexión. Muestra observaciones de alta filigrana y atención. Dirá que «una múltiple focalización narrativa favorece la movilidad espacial, temporal y psicológica que presentan los personajes». Igualmente, aborda con despreocupación algunos temas:

Están las exigencias estilísticas de una prosa que menosprecia con frecuencia el rigor de la puntuación, acude a proliferación de preposiciones y demostrativos, y presenta sujetos tácitos que exigen del lector volver una y otra vez sobre las frases leídas. Pero esta es la propuesta del autor y él termina ganando ante los aciertos de su poderosa escritura. (2009, p. 143).

Finalmente, en África está aquí. Poética del malungaje en La Ceiba de la memoria, Darío Henao (2009, 11 de noviembre) se concentra en la representación de la presencia africana en la obra y destaca que La ceiba propone otra lectura de la esclavitud y la resistencia del negro en Cartagena. Señala que ese camino lo había abierto Manuel Zapata Olivella en Changó, el gran putas y que ambas obras, valiéndose de tratamientos, escrituras, delimitaciones históricas y organizaciones de las tramas distintas, vuelven sobre la diáspora africana. Señala que Burgos ha desentrañado las experiencias más dolorosas de los esclavos negros y recuerda que el historiador Germán Colmenares promedió en doscientos mil el número de africanos que llegaron sometidos.

En su indagación por la presencia negra en la literatura nacional, Henao destaca el humanismo liberal como la perspectiva desde la cual Jorge Isaacs y Tomás Carrasquilla crearon sus personajes, frente a un humanismo marxista desde el cual lo han hecho Zapata Olivella y Burgos cantor. De los dos primeros autores señala la influencia que en ellos tuvieron, especialmente en sus infancias, las nanas negras. De los dos últimos novelistas marca el compromiso que los une por develar una historia olvidada y los insumos que les han dejado participar en movimientos sociales y políticos de reivindicación a lo largo de la segunda mitad del siglo XX en Colombia. Henao propone diálogos entre la esclava Analia Tu-Bari, personaje de Burgos cantor, y Nay (Feliciana), nana de María, en la obra de Jorge Isaacs. Lo hace para destacar que por primera vez en la narrativa nacional una esclava ciega cuenta por sí misma la historia de los infortunios de su pueblo. Finalmente, sugiere interesantes relaciones con la narrativa de Toni Morrison y su novela Beloved, y con conceptos como la Poética de la relación de Edouard Glissant y el Malungaje de Jerome Branche. Dice Henao que Burgos consigue crear y participar en estructuras de memoria y alteridad como mirada crítica a las narrativas dominantes y las historias oficiales.

Es destacable que, probablemente estimulados por la calidad de la obra, la mayoría de los textos académicos, en especial los de Ariel Castillo, Ricardo Sánchez, Pablo Montoya y Darío Henao, evidencian una gran voluntad de estilo en su escritura: son textos ágiles, lúcidos y con hondura en el abordaje.

En común todos los textos comparten el reconocimiento de La ceiba de la memoria como una obra de gran calado, alta complejidad y gran elaboración en su lenguaje. Frente a las exigencias que la novela demanda y la pretensión de los críticos mencionados por realizar un abordaje integral, los múltiples aspectos que destacan quedan apenas enunciados, en una lista sumarial que señala horizontes sugerentes y a la vez caminos inexplorados. Estos textos constituyen entonces una crítica literaria valiosa e inconclusa, pero sobre todo, estimulante para la investigación y el diálogo crítico.

Frente a ese horizonte sugerido, apasionante y basto, decido bucear en el océano de La ceiba que señala Ricardo Sánchez. Celebro el vaso comunicante que encuentra Ariel Castillo entre el título de la obra y el ensayo de Alejo Carpentier. Y noto que la influencia de este texto no descansa sobre la asimilación de una serie de tópicos para hacer novela en Latinoamérica (los llamados contextos); lo que en realidad ha incorporado Burgos Cantor de la propuesta de Carpentier es su concepción del arte de la novela, su perspectiva de mirada, el llamado a inscribir la fisonomía de nuestras ciudades en la gran literatura universal y la pertinencia del barroco (posterior neobarroco) latinoamericano como estilo idóneo para la nueva narrativa. Esta observación la detallo en el apartado Carpentier: consideraciones para nombrar Latinoamérica.

Por otra parte, frente a la alta complejidad de la obra que señala Pablo Montoya, identifico como el elemento complejo, lo que he llamado los Relevos del narrador, y detallo cómo operan en el relato. Acerca de su característica polifónica, establezco las conexiones de su uso con el llamado que hiciera Sábato para la escritura de la gran novela, aquella que puede dar cuenta del mundo exterior y a su vez del mundo interior de los personajes. Para el argentino, derrotero intelectual de Burgos, la novela de síntesis debía atender ambos aspectos. Montoya señala una oscilación incesante entre la acción y la reflexión, y ante ello presento los niveles temporales en que se manifiesta, sus particularidades y sentidos. Finalmente, acerca de las exigencias estilísticas de una prosa que, dice Montoya, menosprecia con frecuencia el rigor de la puntuación, demuestro los motivos de estas rupturas lógicas gramaticales, y expongo los pilares poéticos (poesía antillana) y filosóficos (pensamiento posmoderno) en que se inscribe.

Acerca de la representación de la presencia africana que aborda Henao, me concentró en la obra y antes que presentar una mirada comparada, propósito que me fijé en un inicio, decido profundizar en su representación; indago en los textos históricos acerca de la vida en Cartagena durante el siglo XVII y me detengo en los procesos del transporte de esclavos, la violencia, el desarraigo y el comercio de africanos. Me valgo de los estudios de Moreno Fraginals para identificar los Mecanismos de deculturación y señalo su presencia en la novela. Finalmente, abordo los procesos de rebeldía y cimarronaje que propiciaron la conformación de palenques, así como las expresiones de sincretismo y heterogeneidad que en la obra anuncian la conformación de nuestra sociedad mestiza. Sea este otro capítulo de un diálogo crítico.