COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES

Manuel Asensi Pérez

Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada

Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

Mª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española

Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación

Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración

Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana

Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones

Universidad Carlos III de Madrid

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TERRITORIO, INDUSTRIA

E INNOVACIÓN

LOS CASOS DE CATALUÑA Y ARAGÓN

IGNASI BRUNET ICART

JUAN RODRÍGUEZ SOLER

Valencia, 2016

Copyright ® 2016

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Esta investigación ha sido realizada dentro del proyecto “Formación profesional y sistema de innovación: el papel de los trabajadores intermedios en los procesos de innovación de las pymes industriales. Los casos de Cataluña y Aragón”, subvencionado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (hoy Ministerio de Economía y Competitividad), proyecto CSO2011-29410-C03-02, 2012-2014.

© Ignasi Brunet Icart

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INTRODUCCIÓN

I. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN

La crisis financiera y económica actual está afectando a España de forma negativa. En este contexto, las nuevas contribuciones al análisis y debate sobre la construcción institucional y social del modelo de crecimiento económico español se hacen más necesarias. Dos de los aspectos importantes de este modelo son el bajo nivel de cualificación post-obligatoria menos bachillerato (en comparación con los países de la OCDE) y el predominio de las pymes en la economía española. El sistema educativo y formativo y el sistema de innovación (y la interacción entre ambos) debe ser una parte importante de la respuesta a la debilidad económica actual, pero cómo deben articularse ambos sistemas y cuáles son los obstáculos para poder progresar en dicha interacción. Estas preguntas articularon el proyecto de investigación “Formación profesional y sistema de innovación: el papel de los trabajadores intermedios en los procesos de innovación de las pymes industriales. Los casos de Cataluña y Aragón”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (CSO2011-29410-C03-02) y cuyos resultados constituyen el objeto de esta publicación.

La perspectiva de los sistema de innovación muestra que cada país, cada región (y de hecho cada empresa) construye su propio camino a la innovación. Trabajo recientes dentro de esta perspectiva han puesto de manifiesto la especificidad de las capacidades de innovación de las pymes, la importancia de los procesos de aprendizaje interactivo entre empresas y las dificultades en las relaciones con los agentes de I + D (Olazarán, Albizu y Otero 2008; Lavia, Otero, Olazarán y Albizu 2011). Creemos que el enfoque debe ampliarse aún más para incluir las relaciones entre el sistema de educación y formación y el sistema de innovación. Las hipótesis que están en el origen de esta investigación se pueden enunciar de la siguiente forma:

1) El sistema de educación y formación profesional (EFP) es un factor importante, frecuentemente descuidado, en la configuración de la actividad económica y la innovación. El nivel regional es el nivel adecuado para observar cómo se articula dicho sistema con el tejido empresarial de pyme.

2) La actual reforma de la formación profesional (FP) en España, que persigue la integración de los diferentes subsistemas que la componen y un mayor acercamiento al tejido empresarial, no acaba de consolidarse. Los obstáculos persisten tanto dentro de la propia FP (por ejemplo, las relaciones entre los subsistemas de formación profesional y capacitación de los trabajadores) como en las relaciones entre la EFP y las empresas industriales.

3) Los trabajadores cualificados con titulaciones intermedias hacen una importante contribución a los procesos de innovación, pero este aporte es frecuentemente descuidado por modelos de gestión empresarial jerárquicos y “elitistas” de la innovación.

4) La distancia social y cultural entre los ingenieros/científicos y los trabajadores cualificados está obstaculizando los procesos de innovación. El modelo organizacional jerárquico dominante de baja cualificación está obstaculizando los procesos de innovación.

Estas hipótesis se apoyan en el hecho de que las pymes industriales de los sectores de tecnología media en España son bastante innovadoras, pero sus procesos de innovación y las actividades pueden ser mejor explicados por el modelo interactivo, DUI (Doing, Using, Interacting) y no por el modelo STI (Science, Technology, Innovation). Además, los estudios llevados a cabo desde la perspectiva de los sistemas regionales de innovación nos muestran las especificidades de la innovación y los procesos de aprendizaje interactivo en las pymes. Sin embargo, como ya se ha apuntado, la noción de innovación debe ser ampliada con el fin de incluir las relaciones entre el sistema de EFP (que incluye la FP inicial reglada y la formación para el empleo) y el sistema de innovación.

A partir de investigaciones previas (Olazarán, Albizu y Otero 2008; Olazarán y Otero 2009; Lavia, Otero, Olazarán y Albizu 2011) se pueden apuntar una serie de aspectos que hemos considerado que debían ser estudiados en la investigación: 1) Uno de los aspectos de la actual reforma nacional de la FP es la adaptación de los programas (currículum) de los centros de FP a las necesidades de las empresas. Parece que algún avance se ha hecho en esta dirección, pero los problemas aún persisten; 2) La introducción de las prácticas para estudiantes en las empresas (la Formación en centros de trabajo) ha sido altamente positivo para la interacción entre los centros de FP y las empresas. El contacto regular entre los supervisores de las prácticas de los centros y las empresas es un primer paso importante para la interacción entre centros de FP y empresas; 3) Un segundo y muy importante paso en esta dirección es la formación para el empleo, particularmente la formación continua. Algunos centros (que son privados o tienen una estructura paralela privada) tienen una oferta considerable de formación continua, pero muchos centros públicos tienen series dificultades para incrementar la oferta de este tipo de formación debido a la falta de autonomía o de apoyo de la Administración; 4) En este sentido, desde el punto de vista de las empresas, las pymes parecen tener una percepción muy positiva sobre los centros de FP, pero todavía los ven principalmente como proveedores de capital humano. Algunas empresas demandan formación continua en centros de FP, pero esta oferta aún está en un nivel de desarrollo muy limitado, y parece ser uno de los obstáculos clave para la futuras interacciones entre empresas y centros de FP; 6) Algunos centros de FP vanguardistas han empezado a ofrecer servicios de innovación a las empresas (tanto a nivel técnico como organizacional). Estas interesantes y poco comunes experiencias se han desarrollado en algunos sistemas locales de innovación; 7) A nivel de empresa, la contribución de los trabajadores con titulaciones intermedias a los procesos de innovación es a menudo anulada por las visiones dominantes y “elitistas” de la innovación. Esta contribución no ha sido estudiada desde una perspectiva del sistema de innovación. Creemos que esta contribución es importante y podría cobrar aún más importancia en el futuro. Sin embargo en países como España parece haber más barreras que las que existen en países del norte de Europa, relacionadas con el predominio de un modelo jerárquico y de baja cualificación.

Finalmente destacamos los objetivos de la investigación, acordes con las hipótesis planteadas. El principal objetivo es analizar las relaciones entre el sistema de formación profesional (tanto la formación profesional como la formación continua de trabajadores) y las pymes industriales de los sectores de media y alta tecnología en España, con especial atención a su impacto en los procesos de innovación de las pymes. Dos regiones españolas han sido estudiadas: Aragón y Cataluña. Ambas regiones tienen importantes niveles de actividad industrial de media y alta tecnología. El proyecto tenía los siguientes objetivos específicos: 1) Análisis de las relaciones entre el sistema de formación profesional y las pymes industriales; 2) Análisis de las relaciones entre la formación continua y las pymes industriales; 3) Análisis de las relaciones entre los dos subsistemas de formación antes mencionados; 4) Análisis del rol de los trabajadores con titulación intermedia (post-secundaria menos bachillerato) en las pymes Industriales, con especial atención a su rol y contribución a los procesos de innovación (producto, proceso, mercado y organización); y 5) Hacer un estudio comparativo de la interacción entre el sistema de formación y el sistema de innovación en dos regiones españolas.

II. METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN

Como ya se ha apuntado, la investigación que aquí se presenta consiste en un estudio comparativo de las relaciones entre el sistema de EFP y los procesos de innovación en pymes industriales en dos Comunidades Autónomas españolas: Aragón y Cataluña. Dicha investigación se ha coordinado con otro proyecto liderado por la Universidad del País Vasco, donde se han estudiado las siguientes regiones: Asturias, Madrid, Navarra y País Vasco1. Las razones que están detrás de la elección de estos territorios vienen condicionadas, uno, por ser regiones con un destacado nivel de tejido productivo industrial y, dos, por el sistema de innovación existente en dichas regiones: sea por su nivel de institucionalización, sea por su potencial nivel de desarrollo. En este sentido, algunas de estas regiones tales como Cataluña, Madrid, Navarra y País Vasco son definidas por algunos autores como comunidades de primer orden en términos de sistemas de innovación (Buesa et al., 2002; Moreno y Pérez, 2003; Olazaran, Lavia y Otero, 2005; Segarra, 2007a, 2007b; Torrent-Sellens y Ficopal-Cusí, 2009).

Ello ha permitido obtener un equilibrio entre los estudios de casos y la investigación comparativa. El objetivo de este proyecto busca estudiar el impacto que los centros de FP pueden tener en los procesos de innovación de las pymes industriales y cuáles son los factores que favorecen y dificultan dicho impacto. La hipótesis que aquí se plantea profundiza en el hecho de que las relaciones entre centros de FP y empresas tienen dificultades para consolidarse. No existe un marco institucional que permita unas relaciones consolidadas y fluidas entre ambos actores. A partir de esta situación, se observan factores que pueden contribuir a intensificar y consolidar las relaciones entre centros de FP y empresas y, por tanto, a amplificar el impacto que los primeros pueden tener en los segundos. Algunos de estos factores son la tipología de los actores participantes (empresas más o menos innovadoras, empresas más o menos colaborativas, centros de FP más o menos promotores de acciones,…), el nivel de cohesión social del territorio, los niveles de proximidad y confianza entre empresas y centros de FP, la estructura socioproductiva y la existencia de otros agentes en el territorio, etc.

La metodología de investigación desarrollada combina las perspectivas cuantitativa y cualitativa, a partir de tres fases diferenciadas desde el punto de vista secuencial/temporal, metodológico y respecto a los objetivos a conseguir en cada una de estas fases.

– Fase 1: Investigación exploratoria a partir de datos estadísticos, análisis documental y entrevistas a actores clave de los sistemas de innovación, formación profesional y empleo de cada región.

– Fase 2: Estudio de casos a partir de la selección de centros de FP de cada región, empresas colaboradoras y egresados, bajo la técnica de la entrevista semiestructurada.

– Fase 3: Encuesta telefónica a una muestra de pymes industriales para cada región estudiada.

Cada una de estas tres fases se corresponde con los capítulos 2, 3 y 4 presentados en este libro, respectivamente. A continuación se detallan los objetivos y la metodología de estas tres fases.

Fase 1: Investigación exploratoria

Esta fase se centra en el análisis del sistema de innovación regional con especial atención a la función del sistema de formación profesional y para el empleo. El objetivo de esta fase es relacionar el sistema de formación profesional con el sistema regional de innovación y establecer el papel desempeñado por los agentes del sistema de educación formal y para el empleo en cada uno de los territorios analizados. Para ello se han realizado entrevistas exploratorias a agentes clave de los sistemas de innovación, formación profesional y de formación para el empleo: administración regional (áreas de empleo y educación), agentes sociales (responsables de formación para el empleo), centros de formación profesional, análisis documental de políticas, planes, programas y/o iniciativas relacionadas con los sistemas de innovación, formación profesional y para el empleo en cada región, y análisis de datos estadísticos.

Fase 2: Estudio de casos

La fase de estudio de casos se ha centrado en centros de FP con relaciones con las empresas del entorno. Estos centros ofrecen, además de la tradicional formación inicial-reglada, formación para el empleo y servicios de innovación y consultoría tecnológica. Estos centros han sido seleccionados a partir de la fase exploratoria, y se han identificado por su nivel de importancia dentro del sistema de formación profesional de cada región. El objetivo de esta fase es estudiar desde una vertiente cualitativa cómo los centros de formación profesional contribuyen al desarrollo del capital humano que promueve los procesos de innovación en las pymes industriales.

En el caso de la Comunidad de Aragón, la investigación se ha centrado en los Centros integrados de formación profesional (CIFP). Dichos centros imparten ofertas formativas referidas al Catálogo nacional de cualificaciones profesionales; disponen de una oferta modular flexible y facilitan la participación de los agentes sociales más representativos de la Comunidad autónoma. Incluyen la enseñanza propia de la formación profesional inicial, las acciones de inserción y reinserción laboral de los trabajadores y las de formación permanente, dirigidas a los trabajadores ocupados. Además de las ofertas formativas propias de las familias o áreas profesionales que tienen autorizadas, también incorporan servicios de información y orientación profesional, así como de evaluación de competencias adquiridas a través de otros aprendizajes no formales. En la Comunidad de Aragón hay cinco centros integrados, de los cuales se han estudiado tres de ellos. Dos de estos centros se encuentran en la provincia de Zaragoza, mientras que el tercero de ellos se encuentra en la provincia de Teruel. La mayoría de empresas entrevistadas son pequeñas empresas con un nivel tecnológico medio-bajo, pero con cierto componente innovador en alguna de sus fases, no tanto en producción, como en otros aspectos como innovación en la venta del producto, en la organización del trabajo, etc. Estas empresas abarcan diferentes sectores, desde el sector mecánico, pasando por el sector audiovisual. Todos ellos sectores vinculados con las familias profesionales de los centros de FP estudiados.

Para el caso de Cataluña se han seleccionado tres casos o centros de FP distribuidos por el territorio catalán: un primer centro situado en la provincia de Barcelona, un segundo centro ubicado en la provincia de Girona y un tercer centro en la provincia de Tarragona. Dichos centros han sido seleccionados a partir de la fase exploratoria previa, y se han identificado por su experiencia dentro del sistema de formación profesional catalán y por su nivel de colaboración con el tejido empresarial del entorno. La mayoría de empresas entrevistadas son medianas empresas con un nivel tecnológico medio-alto y, en la mayoría de los casos, con una elevada orientación exportadora de su actividad económica. También se ha considerado la realización de entrevistas a empresas multinacionales del sector petroquímico vinculadas al tercer centro de FP estudiado. Ello nos ha permitido estudiar el contraste entre dichas empresas y el resto de empresas entrevistadas. Respecto a los egresados entrevistados, todos ellos han cursado su formación en alguno de los tres centros de FP seleccionados.

En conjunto, se ha realizado un total de 43 entrevistas, distribuidas entre centros de FP, empresas colaboradoras con dichos centros y egresados que han realizado su formación en los centros de FP seleccionados. Dentro de estos tres grandes de grupos se han realizado entrevistas a tutores de Formacion en Centros de Trabajo (FCT) de los seis centros de FP estudiados; entrevistas a responsables de recursos humanos, departamentos de producción o instructores de empresas vinculadas a los centros de FP seleccionados; y entrevistas a egresados que han realizado su formación profesional en dichos centros de FP. La relación de perfiles entrevistados se puede consultar en los anexos. Las entrevistas se han realizado entre noviembre de 2012 y septiembre de 2013. Para la realización de las entrevistas, se ha utilizado la técnica de la entrevista semiestructurada, a partir de un guión diferenciado por perfil, pero incidiendo en aspectos comunes como las relaciones entre centros de FP y empresas, cuestiones sobre procesos de innovación, valoración de la FP, etc. Los fragmentos de entrevistas realizadas en catalán se han traducido a la lengua castellana para una mejor comprensión por parte del lector.

Fase 3: Encuesta a pymes industriales

El propósito de la esta fase ha sido evaluar desde una vertiente cuantitativa la importancia que los centros de formación profesional y, en consecuencia, el capital humano desarrollado en ellos, tienen en la actividad innovadora de las pymes industriales.

Para ello se ha realizado una encuesta telefónica asistida por ordenador (CATI) a empresas industriales (CNAE 10 a 39) de 10 a 250 trabajadores, mediante muestreo aleatorio estratificado por tamaño de empresa y CC.AA. Se ha realizado un total de 734 encuestas, distribuidas de la siguiente manera: 423 encuestas para Cataluña y 311 encuestas para la Comunidad de Aragón. En ambos casos, suponen un margen de error máximo de 5%, calculado bajo supuesto aleatorio, NC95% y p=q. En cada una de las comunidades, las encuestas se han distribuido en cuatro categorías según el número de empleados de la empresa; en la Comunidad de Aragón la distribución ha sido proporcional al universo de estudio, mientras que en Cataluña se ha utilizado una afijación no proporcional. Dentro de cada estrato, las empresas se han seleccionado de forma aleatoria a partir de la base de empresas SABI (Sistema de Análisis del a Península Ibérica). A continuación se muestra la distribución final del número de encuestas por número de empleados para ambos territorios.

Tabla 1: Relación de encuestas teóricas y finalmente realizadas

COMUNIDAD DE ARAGÓN (Número de empleados)

De 10 a 49

De 50 a 74

De 75 a 149

De 150 a 250

TOTAL

Muestra teórica

n

260

23

15

7

305

Entrevistas válidas*

n

261

23

20

7

311

%

100,4

100

133,3

100

102

Entrevistas completas**

n

226

22

19

7

274

%

86,9

95,7

126,7

100

89,8

CATALUÑA (Número de empleados)

De 10 a 49

De 50 a 74

De 75 a 149

De 150 a 250

TOTAL

Muestra teórica

n

259

37

37

37

370

Entrevistas válidas*

n

309

39

47

28

423

%

119,3

105,4

127

75,7

114,3

Entrevistas completas**

n

259

38

47

27

371

%

100

102,7

127

73

100,3

* Entrevistas finalizadas correctamente, independientemente de si eran o no empresas que tenían empleados con estudios de FP.

** Entrevistas a empresas que tenían empleados con estudios de FP.

La encuesta contenía un total de 98 preguntas que interrogaban sobre los siguientes aspectos: datos generales de la empresa; actividades productivas y presencia de trabajadores de FP; actividades de innovación; y valoración de la FP. El trabajo de campo2 se ha realizado entre el 4 de diciembre de 2013 y el 22 de enero de 2014.


1 “Formación profesional y sistema de innovación: el papel de los trabajadores intermedios en los procesos de innovación de las pymes industriales. Los casos de casos de Asturias, País Vasco y Navarra” (CSO2011-29410-C03-01).

2 El trabajo de campo fue externalizado y realizado por la consultora Gabinet d’Estudis Socials i Opinió Pública (GESOP).

Capítulo 1
INNOVACIÓN, ENTORNO REGIONAL Y PYMES

I. ASPECTOS PRELIMINARES

Chang (2000a) constata que durante las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, tanto los países ricos como los países en vías de desarrollo experimentaron índices de crecimiento muy superiores a los de la “primera globalización” (1870-1913) con programas de intervención bien diseñados y severos controles sobre los movimientos de capital internacional. También muestra que la mayoría de los países pobres tuvo mayor crecimiento económico en los años sesenta y setenta, cuando aplicaron políticas económicas activas, que en los veinte años siguientes, cuando abandonaron esas políticas a favor de las reformas de ajuste estructural. Este análisis coincide con la idea de Sunkel (2006) de cambio del ciclo estado-céntrico al mercado-céntrico, y de Nayvar (2006), que muestra los negativos efectos de la cesión al mercado de la tarea del desarrollo. En todos los países que lograron un crecimiento económico sostenido (los tigres asiáticos, China, Chile, India, Botsuana), a la vez que se definían y protegían los derechos de propiedad privada, “se aplicaron políticas públicas sociales, de provisión de infraestructuras y de apoyo a la innovación tecnológica y a la inversión productiva. El triunfo del ‘idiosincrático’ modelo asiático se sustentó en un formidable gasto de energía política y recursos económicos y no en el legado histórico o cultural” (López Castellano y García Quero, 2013:91).

Chang y Evans (2006), concluyen sus investigaciones con una reflexión provocadora y que encierra una doble crítica, a las políticas macroeconómicas recomendadas y al discurso neoliberal subyacente: tras las recomendaciones “en materia económica e institucional de los ‘árbitros’ de las ‘buenas políticas’ y el ‘buen gobierno’ a los países en desarrollo se esconde un intento de ‘retirar la escalera’ para que no accedan al progreso”. El caso coreano “es un ejemplo de política económica ‘herética’ y notable desempeño económico entre la década de los sesenta y la crisis de 1997. El ‘Estado desarrollista’ coreano no asumió la propuesta occidental de aprovechar sus ventajas comparativas naturales, vinculadas a la exportación de materias primas, y estableció las bases de las nuevas ventajas comparativas. Su gran desempeño económico se debió a una potente burocracia que impulsó la estabilidad macroeconómica y la eficiencia productiva, a una relación particular entre el Estado y la industria, para llevar a cabo un ‘proyecto nacional de transformación’, y a la implantación de mecanismos redistributivos para reducir la inseguridad generada por los rápidos cambios estructurales y las influencias cíclicas. Por el contrario, la aplicación de los programas de ajuste socavó el proyecto de transformación” (López Castellano y García Quero, 2013:92).

El planteamiento de Chang confirma el amplio debate en torno a las nuevas formas de actuación de los Estados y gobiernos (nacionales, regionales y locales) y la industria, en escenarios crecientemente abiertos a la pugna competitiva global. Escenarios en los que el desarrollo regional/local se lleva a cabo crecientemente en una matriz de vínculos que conectan a la gente y los lugares con otras personas y lugares, y ello a consecuencia de que la globalización es un proceso que hace realidad la interdependencia y la movilidad de recursos de un extremo a otro del planeta. Un proceso que se remonta en la historia, aunque hoy tiene aspectos que lo hacen singular, en el sentido de que abarca en mayor o menor grado la práctica totalidad del planeta. Sin embargo, la teoría del desarrollo endógeno destaca la importancia del contexto y estudia la motivación endógena combinando un enfoque de agencia con otro estructural para mostrar la importancia de la historia “en las preferencias actuales de los individuos” (Greif, 2006:29).

La pugna competitiva global constituye la última fase del proceso de expansión capitalista, que se caracteriza por las capacidades de producción, distribución, intercambio y consumo a escala mundial y en tiempo real. Este proceso de expansión plantea nuevos retos para el desarrollo regional en cuanto que en los complejos productivos y aglomeraciones territoriales, el conocimiento y la innovación tecnológica se han convertido en el pivote esencial, el interfaz activo, de la economía del conocimiento, cada vez más en red y más mediatizada (Schmitz, 1997, 2003). En esta economía, el conocimiento técnico-científico juega un papel capital en las actividades económicas. Su proceso de globalización es denominado por Archibugie y Michie (1997) tecnoglobalización, y constituye una de las manifestaciones de la economía basada en el conocimiento o economía informacional.

En la sociedad y la economía del conocimiento las nuevas fuentes de productividad y competitividad vienen definidas por un sistema de fuerzas interrelacionadas entre sí, de las que la literatura destaca las siguientes (Pérez, 1986, 2003): 1) la interacción en red; 2) la inversión en intangibles; 3) el uso intensivo de las nuevas tecnologías (microelectrónica, biotecnología, energías alternativas, nuevos materiales, tecnologías de la información y comunicación) que han dado lugar al actual paradigma científico tecnológico; 4) la importancia decisiva de los flujos de información, comunicación y conocimiento; 5) la formación y el capital humano; 6) las nuevas formas de organización del trabajo y gestión de los recursos humanos; 7) la capacidad emprendedora y de innovación, y 8) un nuevo papel de la política pública y las instituciones, con un carácter proactivo, y con el objetivo básico de capitalizar la actividad económica. Este conjunto de nuevas fuerzas competitivas marca el camino para la competencia con éxito en los mercados globales; fuerzas que explican que la producción no debe entenderse como algo aislado en ámbitos limitados y separados como la fábrica, sino como algo que se extiende por todo el terreno social.

Entre las anteriores fuerzas se destaca la capacidad emprendedora y la innovación tecnológica, que desempeñan un papel clave en el éxito competitivo de las empresas (y por extensión de las naciones, regiones y localidades) (OCDE, 2003; Torrent-Sellens y Ficapal-Cusí, 2009; Medellín, 2013). Además, el énfasis en las capacidades tecnológicas y en la inversión en conocimiento junto a la desregulación, la liberalización y la privatización, forma parte central del actual mantra discursivo normativo (Chesnais, 2004; Brunet y Böcker, 2013; Moreno, 2012). Diríase que, frente al abuso del término revolución en el pasado siglo, en el actual son el conocimiento y la innovación las que parecen simbolizar las esperanzas colectivas de mejora social (González de la Fe et al., 2012). El mensaje es evidente: en la era de la globalización económica, de la liberalización de los mercados, la producción basada en el conocimiento y la innovación tecnológica es el motor de la prosperidad (Burgelman et al., 2004) y la nueva forma de riqueza y poder.

El conocimiento, definido como creencia verdadera adecuadamente justificada (Brunet y Pastor, 2003), y su aplicación comercial —la innovación—, constituye entonces el factor fundamental en los fenómenos económicos, lo que ha generado la expresión “economía basada en el conocimiento, modelada por el aprendizaje y motorizada por la innovación”. Expresión que describe el proceso de transición hacia la economía y la sociedad del conocimiento, es decir, describe las tendencias de las economías, afectadas por el ritmo de los avances científico-tecnológicos, su creciente complejidad, y su papel determinante en los engranajes de la globalización económica. Tendencias que imponen un cambio a los esquemas de formación, ya que el trabajo en la economía del conocimiento ha de poseer un nivel educativo continuado y polivalente y vinculado a la creatividad, el emprendimiento, la innovación y la capacidad para tomar decisiones ante las necesidades productivas de cada momento. Esta notable exigencia formativa y de capacitación “sitúa al aprendizaje continuado y a la formación en el puesto de trabajo en el centro del escenario del desarrollo profesional. No hay sociedad del conocimiento sin sociedad del aprendizaje, y la formación, el aprendizaje y el desaprendizaje son fundamentales porque las necesidades de innovación en las empresas son clave para competir en los mercados globales” (Torrent-Sellens, 2012:67). Estas necesidades están lideradas, según Florida (2009, 2010), por la nueva clase creativa, formada por un conjunto de trabajadores de las industrias del conocimiento con nuevos valores (individualismo, meritocracia, diversidad y apertura de miras, y deseo de expresión personal) respecto a los viejos trabajadores industriales, y para Berardi (2007) y Hardt y Negri (2004, 2011), por el cognitariado, es decir, por el proletariado cognitivo: una clase que es trabajo cognitivo en tanto que la capacidad cognitiva se ha convertido en el recurso productivo esencial. Así, si en el fordismo, la mente era puesta a trabajar en tanto que automatismo repetitivo, ahora la mente está presente en el trabajo en tanto que innovación, en tanto que utilización del conocimiento como fundamento de los nuevos desarrollos tecnológicos aplicados a la producción y el consumo.

La economía basada en el conocimiento es una economía que sitúa al conocimiento, los efectos de red y las capacidades de creatividad e innovación en el centro del escenario profesional y es también una economía que trata de generar y estabilizar el conocimiento mediante aplicaciones comerciales. Y es la única esperanza, según el discurso del desarrollo regional/local, que le queda a Europa y Estados Unidos una vez que la deslocalización industrial ha trasladado la mayoría de la producción organizada bajo criterios tayloristas al resto del mundo, particularmente a Asia. Sin embargo, para el discurso del posdesarrollo y posestatismo, cabe otra alternativa: el decrecimiento convivencial (Riechmann, 2003, 2006). Éste tiene la aspiración a una mejor calidad de vida por encima del crecimiento ilimitado del Producto Interior Bruto. Se trata de una formulación que tiene sobre todo como objetivo señalar con rotundidad la necesidad del abandono del insensato objetivo del crecimiento por el crecimiento, “objetivo cuyo motor no es más que la búsqueda desenfrenada de ganancias por parte de los poseedores de capital” (Latouche, 2008:139).

En realidad, durante el siglo XX, el desarrollo fue concebido principalmente como crecimiento con arreglo a un modelo industrial, basándose en el supuesto de que el bienestar humano depende de producir continuamente más bienes y de consumir más recursos. Ahora está perfectamente claro “que este crecimiento ha creado un sistema en el que un despilfarro extraordinario en las partes dominantes del mundo se suma a las privaciones en las partes subordinadas así como que el planeta no puede sobrevivir si persiste en esta trayectoria. El desarrollo concebido como crecimiento en este modo industrial —más automóviles, más mercancías, más campos para la agricultura, etc.— es manifiestamente no sostenible. A pesar del hecho de que inmensas poblaciones en muchas partes del mundo siguen careciendo de bienes y de alimentos, algunas personas, insistiendo en la naturaleza insostenible de la trayectoria actual, defienden por ello la inversión de sentido de los procesos de crecimiento y el abandono de las ideas del desarrollo” (Hardt y Negri, 2012:99).

Por otro lado, para el discurso prodesarrollo, la economía cognitiva supone retos que han alterado la lógica de actuación “de individuos, empresas, ciudades, regiones y países” (Lundvall y Borrás, 1999: 31); retos que ponen de manifiesto como cambio tecnológico y aprendizaje son dos lados de la misma moneda, hasta el punto de que Lundvall y Johnson (1994) acuñan el concepto de “economía del aprendizaje” para defender la idea de que el éxito de las personas, organizaciones y países se refleja no tanto en el conocimiento específico que tienen en un período determinado, sino más bien su capacidad de aprender. En este contexto, Lundvall y Borrás (1999:14) argumentan que “la aceleración del cambio confronta a operadores y organizaciones con nuevos problemas que demandan nuevas habilidades. La selección por el mercado de empresas orientadas al cambio acelera aun más la innovación y el cambio. Nada indica que este proceso se hará más lento en el futuro próximo. Más bien al contrario, la desregulación del mercado de productos y la entrada de nuevos competidores al mercado mundial le dará nuevo ímpetu al proceso”.

Las políticas de innovación se sostienen, para Sen (2001), en la creatividad del ser humano, la cual está en el centro de las trasformaciones y cambios de la economía y la sociedad, ya que es gracias a las capacidades de los recursos humanos, y específicamente, gracias a la capacidad creativa y emprendedora de la población, como se produce el progreso económico y social. Cuando se asocia este razonamiento con la visión schumpeteriana del desarrollo, la creación y difusión de las innovaciones aparecen, indica Sen, como factor que estimula el desarrollo, lo que lleva a plantear que la recuperación económica se produce cuando se activa la capacidad innovadora y las innovaciones se difunden a través de los mecanismos que afectan al proceso de acumulación de capital. Esta interpretación ha requerido de un importante cambio de perspectiva en las políticas de innovación. Un cambio que, apoyándonos en la literatura (Storper, 1997; Harding et al., 2006; Morgan, 2004; Amin y Thrift, 1995), ha de consistir en la paulatina reducción del peso de la investigación orientada a la promoción del avance del conocimiento sin búsqueda directa de aplicaciones prácticas a otra investigación orientada al servicio de objetivos socioeconómicos concretos, lo que implica una estricta coordinación entre los programas de investigación y la estrategia comercial. Esto quiere decir que la solución debe pasar por una decidida apuesta por la innovación. De ahí que se argumenta que la competitividad de las empresas y de la economía en su conjunto depende de los procesos de incorporación de activos de conocimiento, y que la generación de nuevos conocimientos no sólo procede de la I+D en empresas, centros científicos y tecnológicos y universidades, sino de las actividades más rutinarias de producción, de la interacción de la empresa con proveedores de maquinaria y otros inputs y clientes, que son fuentes de aprendizaje “haciendo, usando, interaccionando” (Lundvall, 1992).

La innovación es, entonces, considerada como un factor clave por cuanto que en todos los sectores de la economía pueden identificarse procesos de producción de conocimiento que favorecen la generación de innovaciones. Se establece, si nos atenemos a la literatura sobre sistemas de innovación, que la competitividad, la capacidad que una empresa tiene para ampliar su cuota de mercado, depende en gran medida de su capacidad de innovación, de la inversión en activos intangibles (López-Fernández et al., 2011). Incluso es frecuente relacionar los casos exitosos de innovación, especialmente a nivel regional y local, con el predominio o hegemonía de una cultura de la innovación, de una cultura de cambio, no sólo entre el empresariado, sino también en la sociedad en general, o en partes de ella como sectores de actividad económica, ciudades o regiones específicas (González de la Fe et al., 2012).

Se indican dos factores condicionantes de una cultura de la innovación, factores que están estrechamente ligados al territorio: de un lado, la capacidad de absorción de los nuevos conocimientos para adaptarlos a las condiciones locales y transformarlos en innovaciones; de otro lado, el establecimiento de relaciones entre los agentes que participan en el proceso de innovación. De este modo, se habla de una comunidad o cultura de la innovación que incluye el conjunto de personas o instituciones que participan de la creación y difusión del conocimiento en un territorio determinado. No es de extrañar, por ello, señalan Fernández de Lucio y Castro (2008), que haya un renovado interés por potenciar el desarrollo económico desde una dimensión regional o local, dado que el territorio no se comporta como un sustrato neutro para la actividad económica, sino que puede describirse como un sistema dinámico de actores que interactúan entre sí y presentan capacidades evolutivas específicas (Lundvall, 1992; Malerba, 2005; Malerba y Orsenigo, 1990, 1993).

Los estudios efectuados sobre distritos industriales, clusters, medios innovadores, etc., han registrado varios tipos de dinámicas de actores que interactúan entre sí; dinámicas ya sean verticales, donde las pymes colaboran formal e informalmente con las grandes empresas, ya sean las relaciones de cooperación horizontales entre pymes para adquisiciones, ventas e información. De forma más específica, se resalta que la aplicación de la conceptualización de Marshall de los distritos industriales permitió constatar una variedad de intercambios mercantiles y no mercantiles de activos compartidos (entre institutos de investigación, centros de formación, consultores especializados…) y de intercambios localizados, que se dinamizan por la existencia de redes empresariales, y que en la actualidad asumen una diversificación mayor. La aparición de estas redes puso en evidencia y confirmó el papel de las regiones y las pymes en la creación de un entorno favorable para producir, innovar y vender como funciones netamente vinculadas con el mercado y casi ignoradas en un modelo anclado en la fuerza de las grandes empresas transnacionalizadas y en la producción masiva a gran escala (Villavicencio, 2006).