COMITÉ CIENTÍFICO DE LA EDITORIAL TIRANT HUMANIDADES

Manuel Asensi Pérez

Catedrático de Teoría de la Literatura y de la Literatura Comparada

Universitat de València

Ramón Cotarelo

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia

Mª Teresa Echenique Elizondo

Catedrática de Lengua Española

Universitat de València

Juan Manuel Fernández Soria

Catedrático de Teoría e Historia de la Educación

Universitat de València

Pablo Oñate Rubalcaba

Catedrático de Ciencia Política y de la Administración

Universitat de València

Joan Romero

Catedrático de Geografía Humana

Universitat de València

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones

Universidad Carlos III de Madrid

Procedimiento de selección de originales, ver página web:

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HISTORIA DE LA TELEVISIÓN

CONCEPCIÓN CASCAJOSA VIRINO

FARSHAD ZAHEDI

Valencia, 2016

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A la memoria de nuestro amigo, compañero y maestro

Alberto Elena (1958-2014)

AGRADECIMIENTOS

Este libro no hubiera sido posible sin el apoyo de muchos colegas y compañeros que nos han ayudado. En primer lugar, un agradecimiento a nuestros compañeros del Grupo de Investigación TECMERIN (Televisión-Cine: memoria, representación e industria), sin el que no podríamos concebir nuestro trabajo en la universidad. Entre ellos, queremos destacar especialmente a tres personas. En primer lugar, a Casimiro Torreiro, compañero en la asignatura “Historia de los medios audiovisuales”, que nos dio la idea original para este libro. En segundo lugar, a Manuel Palacio, cuyo apoyo y buenos consejos fueron imprescindibles en momentos clave. Y, por último, a nuestro por siempre añorado Alberto Elena, que nos abrió los ojos a otras realidades con su rigor y su sabiduría, y al que queremos dedicar este libro en su conjunto.

También queremos indicar que la sección dedicada a América Latina no hubiera sido posible sin sendas estancias de investigación en la Universidad de Buenos Aires (con beca del Vicerrectorado de Investigación de la Universidad Carlos III de Madrid) y la Universidad Federal de Río de Janeiro (con beca del Programa de Jóvenes Investigadores de Santander Universidades). Tampoco podemos olvidar las diversas estancias Erasmus Teaching que nos permitieron visitar diversos centros universitarios europeos. En este sentido merecen una mención aparte los colegas especialistas en África y Oriente Medio en la University of Copenhagen y en la School of Oriental and African Studies (SOAS) en la University of London, cuyos comentarios, consejos y recursos bibliográficos y audiovisuales han sido de gran utilidad para la confección del capítulo sobre la televisión en África y Asia.

Asimismo, merece un agradecimiento especial el personal de la Biblioteca de Humanidades, Comunicación y Documentación de la Universidad Carlos III de Madrid y de la Biblioteca de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), adscrita a la Universidad Complutense, quienes a pesar de los recortes presupuestarios continúan realizando con eficacia una labor imprescindible para los investigadores de las universidades públicas. Y, por supuesto, a nuestros estudiantes de las asignaturas “Historia de los medios audiovisuales” y “Estudios televisivos”, que curso a curso y procediendo de muchos países distintos, nos han permitido mejorar muchos aspectos de este libro y ampliar nuestras miras como profesores.

INTRODUCCIÓN: EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA TELEVISIÓN

La premisa básica de este libro es ofrecer una aproximación al desarrollo del medio televisivo en el ámbito internacional desde sus orígenes hasta los primeros años del nuevo milenio. La fuerza motora que nos guía es realizar una aportación a la todavía limitada bibliografía en castellano que existe sobre televisión, que aunque se ha incrementado notablemente en la última década, todavía tiende a centrarse en aproximaciones a la televisión contemporánea y dejar de lado la indagación histórica. Esta ausencia se explica por el escaso recorrido que el estudio de la televisión ha tenido en el ámbito de la academia española y, de forma proporcional, en el desinterés en el desarrollo que ha podido tener en el ámbito internacional. La obra clásica de Pierre Albert y André-Jean Tudesq Historia de la radio y la televisión, completada originalmente en 1981, permanece como una excepción, mientras que otras aportaciones como National and International Systems of Broadcasting (1969) de Walter Emery, Broadcasting Around the World (1981) de William McCavitt o, más recientemente, Television: An International History (segunda edición de 1998) de Anthony Smith, nunca han sido traducidas al castellano1. Nuestro objetivo es realizar un panorama del desarrollo histórico de la televisión en los ámbitos europeos, estadounidense, latinoamericano, africano y asiático. Para ello, cada sección contará con una introducción que aporte unas líneas históricas generales, a la que seguirán varios estudios de caso específicos de países especialmente destacados o representativos de diferentes características socio-culturales. Al precio de renunciar a una aproximación completamente exhaustiva, esta obra pretende realizar una revisión concisa que pueda ser utilizada por profesores y estudiantes del amplio ámbito de la comunicación, así como a un público lector más general.

Merece la pena que en esta introducción demos algunas claves básicas sobre el desarrollo del estudio de la televisión, así como unas ideas generales a su devenir histórico. En primer lugar, se suele decir que la televisión es un mal objeto de estudio por al menos dos motivos: la dificultad en el acceso a fuentes y la ausencia de una legitimidad social que alienta el desinterés de la academia. Pero incluso cuando hablar de televisión pueda ser difícil o incómodo, es una herramienta útil, cuando no necesaria, en cualquier esfuerzo de comprensión de un mundo contemporáneo cada vez más determinado por los procesos comunicativos. El momento actual parece prestarse a un esfuerzo como el que se persigue en estas páginas. De forma gradual, el estudio de la televisión está viviendo un proceso de consolidación en el ámbito de la formación universitaria. Si originalmente estuvo confinada a asignaturas sobre programación televisiva y presentada como un apéndice del medio radiofónico, en los últimos tiempos se ha apreciado una diversificación que incluye aproximaciones más teóricas, como las realizadas por los Estudios Televisivos, acercamientos a su relación con el cine en el marco de la historia de los medios audiovisuales, y estudios específicos de géneros que parecen vivir un periodo de acentuado interés por parte de críticos y audiencias, como la ficción.

Por otro lado, el actual desarrollo tecnológico ha parecido ayudar a solventar algunos de los problemas tradicionales en el estudio de la televisión, como el acceso a las fuentes primarias. No sólo los archivos de televisión se han expandido en los últimos años, sino que la digitalización ha permitido que sus contenidos se puedan conservar para la posterioridad superando la obsolescencia de los soportes originales, y también llegar al público de forma gratuita superando las fronteras geográficas y políticas2. A día de hoy, muchas de las cadenas públicas en Europa y América del Norte permiten el visionado de parte de sus archivos a través de Internet. El esfuerzo más ambicioso que ha tenido lugar en el mundo relacionado con la difusión de los archivos de televisión comenzó en 2003 con la puesta en marcha del Proyecto de Investigación “Birth of TV”, financiado por la Unión Europea a través del Programa MEDIA, y que también dio como resultado el archivo digital EUScreen (www.euscreen.eu)3. Pero esta accesibilidad a las fuentes ha sido paralela a una ampliación del horizonte de los contenidos televisivos, que en el marco de los procesos de globalización y la fragmentación de canales y audiencias, ahora viaja con más rapidez y mayor libertad.

La historiografía de la televisión como ámbito específico también ha sufrido su propio proceso de transformación. En la introducción a la obra colectiva A European Television History (2008: 5-7), Jonathan Bignell y Andreas Fickers establecen cinco fases en la historiografía sobre la televisión4. La primera, que describen como “ego-historia”, se sustenta en historias orales de los pioneros del medio, así como escritos populares sobre el milagro técnico de la “visión a través de la electricidad”. Según estos autores, una segunda fase, a partir de la década de los sesenta, se centró en los estudios sobre el desarrollo institucional de la televisión y el contexto político que marcó ese proceso, con en algunas ocasiones las propias organizaciones patrocinando la labor de los historiadores. En la tercera fase, en las décadas de los setenta y los ochenta, la historiografía de la televisión creció al amparo del nacimiento de una conciencia audiovisual y corrió paralela a la creación de archivos televisivos institucionales, revistas académicas y asociaciones de historiadores del audiovisual. El auge alcanzado por los Estudios Culturales británicos marcó en gran medida una cuarta fase a final de los ochenta y comienzo de los noventa, cuando el estudio de la televisión como práctica profesional e industria cultural, además de la relación con las audiencias, comenzó a ocupar un espacio destacado. La quinta fase en el periodo actual se apoya en unos Estudios Televisivos en plena consolidación en la academia internacional y con la historia de la televisión preocupada por el papel del medio en la construcción de identidades culturales y en los flujos transnacionales.

Este marco científico nos permite ubicar la historia de la televisión como un trabajo en progreso determinado también por los constantes cambios institucionales, tecnológicos y programativos. Esta noción de “cambio” ha sido importante en otras tradiciones historiográficas de los medios. Douglas Gomery y Robert C. Allen ya establecieron en Teoría y práctica de la historia del cine (1995: 21-22) que la labor del historiador del cine era estudiar su configuración en los orígenes para conocer las causas y los mecanismos de cambio que habían tenido lugar desde entonces. Es por ello que varios autores han considerado básico el establecimiento de una periodización que permitiera abordar la historia de la televisión desde una perspectiva sincrónica. John Ellis, en su libro Seeing Things: Television in the Age of Uncertainty (2000: 1-2), estableció tres grandes etapas en el desarrollo y evolución de la televisión. La primera etapa fue la escasez (scarcity) y estuvo marcada por la televisión de servicio público en el contexto de la sociedad de consumo. En la mayor parte de los países culminó a finales de los setenta o comienzos de los ochenta y su principal característica fue que pocos canales que emitían limitadas horas al día. La segunda etapa fue la disponibilidad (availability), y se fundamentó en la fragmentación del mercado posibilitada por cambios tecnológicos como las redes locales de televisión, el satélite y el cable. La tercera etapa es la abundancia (plenty) y es la que caracteriza a la televisión contemporánea, marcada por la multiplicación exponencial de la oferta y la fragmentación extrema5.

El establecimiento de periodos de análisis en la historia de la televisión tiene la función de ayudar a comprender la manera en la que cambios más amplios en condicionantes sociales, políticos y económicos han sido determinantes en la propia evolución del medio televisivo. La televisión llegó al mundo en un periodo crítico, en plena reconstrucción tras la Segunda Guerra Mundial. La introducción de la televisión fue para muchos estados un motivo de orgullo nacional y un exponente de una recobrada prosperidad económica. En Europa, aunque con particularidades, el reforzamiento del estado-nación (capitalista o comunista) se manifestó en el establecimiento de monopolios públicos, mientras que en Estados Unidos el crecimiento de la televisión tuvo lugar de la mano de un oligopolio de empresas privadas en un entorno fuertemente regulado por el gobierno. Allá donde el estado fue débil y las condiciones económicas adversas, como en el continente africano, la televisión no pasó de ser una anomalía o una curiosidad. Pero la reciente hegemonía de las políticas neoliberales ha abonado un terreno como el televisivo que también ha reaccionado a la introducción de nuevas tecnologías facilitadoras del empoderamiento personal. Los canales únicos y la limitada oferta televisiva han dado paso a un mercado televisivo enormemente fragmentado, pero en donde los canales transnacionales han servido como fuerza de homogeneización transversal. A pesar de ello, las parrillas de televisión no se han alterado significativamente y continúan ofreciendo contenidos informativos, entretenimiento y ficción basados en lo identitario. Como bien han acreditado Daniel Hallin y Paolo Mancini en su influyente Sistemas mediáticos comparados (2008, publicado originalmente en 2004), no se pueden entender los medios de comunicación sin elementos clave de la estructura social como el sistema de gobierno, la relación de los intereses económicos y políticos y el desarrollo de la sociedad civil6.

La adopción de la perspectiva del estado-nación en un repaso de la historia de la televisión, como la que vamos a realizar en nuestros estudios de caso, es un artificio que merece ser comentado. La televisión, como uno de los exponentes de la posmodernidad, rompió desde los orígenes las barreras entre los países con una programación heterogénea y transnacional, particularmente en los géneros ficcionales como series y emisiones de películas, pero también en los documentales y los informativos. Cuando aquí se habla de la televisión en un país, esta realidad se obvia en la mayor parte de los casos para centrarnos en lo que en realidad es la televisión de un país, es decir, los desarrollos y contenidos producidos nacionalmente. La sección más amplia de la obra se dedica a Estados Unidos no sólo porque se trata de la industria que ha ocupado desde los orígenes del medio un liderazgo mundial incuestionable en prácticamente todos los elementos susceptibles de ser tomados en consideración, sino sobre todo por la omnipresente aparición de la televisión de Estados Unidos en las parrillas de programación del resto del mundo7. La historia de la televisión en Estados Unidos es al menos una parte de la historia de la televisión en el mundo, con las particularidades a las que nos referiremos puntualmente en cada país. También debemos señalar que, siguiendo una estructura clásica del proceso comunicativo, esta obra se centra en el emisor (cadenas y estructuras institucionales) y en el mensaje (los programas y las programaciones), pero tiende a evitar referirse al receptor, esto es, la experiencia de los telespectadores. Es bien sabido que hay contenidos que, aunque de formas diversas, son parte de la memoria televisiva de ciudadanos de cientos de países independientemente de su origen, como pueden ser la llegada de la Humanidad a la Luna o los atentados del 11 de septiembre de 20018. Sin embargo, se trata de un tema al que no podemos dar amplia cabida sin alejarnos de los objetivos originales de esta obra.

Por último, debemos hacer un apunte sobre un aspecto al que no se le va a prestar un interés específico en la obra y se tratara en su caso de forma transversal, pero que es necesario no obviar en cualquier aproximación al medio televisivo: la tecnología. El desarrollo de la tecnología de la televisión fue un proceso largo, laborioso y plagado de dificultades. Las ensoñaciones a propósito de la visión a distancia han acompañado a la Humanidad a lo largo de su historia como parte del deseo de trascender limitaciones físicas que parecían insuperables. En 1879 la revista Punch’s Almanac publicó la que se considera la primera ilustración del futuro uso que se podría dar a la visión a distancia, una propuesta de Edison llamada “telefonoscopio” que prometía en pocos años que un matrimonio hablara y viera a sus hijos en las Antípodas9. Pronto, otras imágenes que anticipaban la tele-medicina, o el visionado de óperas o batallas desde casa, jugando con la idea de conjugar la radio (la transmisión electro-magnética de sonido) y el cine (la representación óptico-química de la realidad en movimiento). El 25 de agosto de 1900 el ingeniero ruso Constantin Perskyi realizó una presentación con el título de “Televisión” en el Congreso Internacional de Electricidad, bautizando con tanto éxito al invento todavía irrealizado que ocho años después la Oficina de Patentes Británica introdujo el término en su sistema de clasificación.

El desarrollo de la tecnología de la televisión debe también necesariamente enmarcarse en la definitiva sustitución del modelo del “inventor solitario” por el modelo del “inventor corporativo”. Al contrario que otras innovaciones tecnológicas, la televisión no tiene un único “padre” o responsable principal de su desarrollo, ya que para llegar a un sistema con la suficiente calidad debieron acumularse cientos de patentes. Algunos de los principales avances fueron llevados a cabo por científicos, como John Logie Baird y Philo T. Farnsworth, que trabajaron en condiciones de precariedad, más dependientes de la inventiva y el talento que en la disponibilidad de recursos económicos. Pero el proyecto de lograr la visión a distancia fue un empeño de una complejidad tal que para saltar de las fases de demostración práctica y experimentación a la comercialización fue necesario un trabajo sistemático, coordinado y dotado de la abundante inversión económica de grandes corporaciones, como el laboratorio de RCA liderado por el emigrado ruso Vladimir Zworykin. El lento desarrollo de la tecnología de la televisión de la mano de científicos como los citados y muchos otros permitieron establecer un estándar para comercializar los primeros televisores y comenzar la historia institucional y programativa de la televisión, así como de su influencia social y cultural, que se ha ido enriqueciendo con nuevas innovaciones a nivel de cámaras, sistemas de transmisión, formatos de grabación y receptores. Por tanto, la aquí presente es sólo una de las múltiples posibles historias del medio televisivo.


1 Mientras que las obras de Albert y Tudesq y Emery son monografías que realizan una aproximación general al desarrollo mundial de la radio y la televisión, los textos de McCavitt y Smith son compilaciones obra de diferentes autores. Las aportaciones agrupadas por McCavitt revisan un amplio panorama de países, mientras que el libro de Smith consta de dos partes: la primera dedicada a textos introductorios sobre tecnología, géneros y elementos institucionales y la segunda focalizada en estudios de caso de países, ámbitos geográficos y continentes. Las obras de compilación, como la también editada por Alan Wells (1996), tienen la ventaja de ofrecer textos procedentes o cercanos a los ámbitos culturales que analizan. Sin embargo, una obra como The Television History Book (3ª ed., 2011), editada por Hilmes y Jacobs, opta por centrarse casi exclusivamente en el ámbito anglosajón.

2 La revisión más amplia de la situación de los archivos televisivos en el ámbito internacional y su relación con la producción académica sobre el medio se encuentra en el número monográfico editado por Lez Cooke y Robin Nelson para la revista Critical Studies in Television (volumen 5, número 2, otoño de 2010).

3 El Proyecto de Investigación “Birth of TV” fue sustentado por un consorcio formado por la BBC británica, la ORF austriaca, la SWR alemana, la RTBF belga y la Nederlandse Instituut voor Beeld en Geluid de los Países Bajos, siendo financiado por la Unión Europea. Las fases sucesivas del proyecto, VideoActive (2006-2009), EuScreen (2010-2012) y EuScreen Extra (2013-2015), han visto crecer el número de entidades participantes hasta superar la treintena. Véase http://www.euscreen.eu/about.html (10-09-2014).

4 El origen de esta obra se sustenta en el trabajo realizado en el marco de una asociación científica de carácter internacional, en este caso la European Television History Network, cuya página web es accesible desde la siguiente dirección: http://cms.hum.uu.nl/ethn/ (10-09-2014).

5 Mark C. Rogers, Michael Epstein y Jimmy L. Reeves (2002), que proceden del ámbito de la economía, plantean un sistema alternativo basado en el modelo estadounidense. La llamada TVI se desarrolló en el periodo entre 1948 y 1975 sobre un modelo económico fordista y de consumo. La TVII se desarrolló entre 1975 y 1995 en un periodo caracterizado por el sobre-consumo de la sociedad post-fordista. La búsqueda de las audiencias en términos cuantitativos se sustituyó por una programación dirigida a los sectores demográficos concretos. La TVIII comenzó en 1995 en el marco de la revolución digital y la consolidación de los modelos de televisión de pago.

6 Una de las aportaciones más destacadas de este libro, cuyos autores proceden del ámbito de la Ciencia Política y la Sociología de la Comunicación respectivamente, es la definición de tres modelos geopolíticos básicos: el modelo Mediterráneo o Pluralista Polarizado, el modelo del Norte y Centro de Europa o Democrático Corporativo, y el modelo del Atlántico Norte o Liberal.

7 Este aspecto se pone de manifiesto cuando se analizan las parrillas de programación y se comprueba la recurrencia de los mismos programas procedentes de Estados Unidos en ámbitos geográficos completamente alejados, pero también en aquellas investigaciones para las que el recuerdo de los espectadores es más relevante que cualquier criterio estético o institucional. Véase la pionera obra en el ámbito español de Gutiérrez Lozano (2006).

8 Esto no significa que las memorias deban ser similares. El “September 11 Television Archive” muestra miles de horas de la cobertura mundial del 11-S, que revelan que la cobertura estuvo determinada por factores sociales y culturales, pero también por elementos clave como el huso horario de los diferentes países. Véase http://archive.org/details/911 (10-09-2014).

9 Russell Burns (1998) utiliza con frecuencia en su historia del desarrollo de la tecnología de la televisión referencias a estas primeras elucubraciones visuales sobre la televisión, que animaron la actividad científica cuando todavía no se había logrado un sistema viable.

1. LA TELEVISIÓN EN EUROPA

CONCEPCIÓN CASCAJOSA VIRINO

1.1. El modelo de televisión europea

Desde el comienzo Europa estuvo llamada a tener una posición preeminente en el desarrollo de la televisión. Una parte destacada de los progresos tecnológicos que dieron origen al medio tuvieron lugar de la mano de científicos británicos, alemanes y rusos, mientras que los primeros servicios regulares de televisión se pusieron en marcha en Alemania en 1935 y en Reino Unido en 1936, aunque el estallido de la Segunda Guerra Mundial puso fin a estos progresos. En Europa la televisión nació como un monopolio público al servicio de los intereses nacionales de los estados. Resultaría ingenuo afirmar que, tras los desastres provocados por los totalitarismos, los nuevos gobernantes de la Europa de posguerra simplemente se dejaron seducir por el concepto de “servicio público” implementado por John Reith en Gran Bretaña. Lo cierto y verdad es que la configuración de la televisión en Europa estaba predeterminada antes de su nacimiento: su inmediato precedente, la radio, fue considerada antes una herramienta bélica durante la Primera Guerra Mundial que un simple medio de entretenimiento. Unos años después, el régimen nazi también hizo un uso político muy activo de la radio y la televisión en los Juegos Olímpicos de Berlin de 1936. Pero había algo más. El motivo que había llevado a que la BBC se convirtiera de un consorcio privado a una corporación pública veinte años atrás seguía siendo válido tras la guerra: la necesidad contar con un modelo que escapara tanto de la burocracia y el inmovilismo de la gestión pública directa como de la avaricia y competitividad desmedida del mercado libre. Si algo ya se había mostrado como útil para la electricidad, el transporte y el gas (y en la urgencia de la guerra para casi todos los demás sectores productivos), no había motivo para pensar que no pudiera ser igualmente útil para algo tan poderoso como los medios de comunicación de masas.

La economía de la posguerra en Europa estuvo articulada en políticas fuertemente intervencionistas, a los dos lados del Telón de Acero y al margen de las diferencias ideológicas. En un medio necesitado de una fuerte inversión económica y dominio tecnológico, era una simple quimera que el sector privado contara con los recursos suficientes como para poner en pie tanto las costosas redes de transmisión de la señal televisiva como una programación formada por miles de horas de contenido cada año. Esperar una implantación dependiente de los beneficios económicos de las empresas privadas, cuando no estaba previsto que estos llegarán a corto plazo, hubiera demorado aún más si cabe la generalización de la televisión. Como ya había puesto de manifiesto algunos años atrás la radio, los únicos beneficios económicos inmediatos estaban en la fabricación de aparatos. Vista desde esta perspectiva, la inversión en la implantación de la televisión no era sólo un fin en sí mismo, sino otra manera más de estimular la producción de bienes y su consumo. Conforme antes llegó la prosperidad a los distintos países europeos, también antes comenzó a cuestionarse la existencia de monopolios públicos. Además, la televisión era un perfecto escaparate para los atractivos de la sociedad de consumo en un momento de plena efervescencia de la economía europea10. Si la BBC se mantuvo sin publicidad fue en gran medida porque su monopolio sobre la televisión fue breve: la competencia comercial se introdujo de forma muy temprana en 1955. En otros países la publicidad fue siempre un mecanismo de financiación de la televisión pública junto con el canon. Tampoco es casual que los concursos, con sus premios inmediatos para los concursantes en forma de dinero en efectivo, lujosas vacaciones o coches, se convirtieran en uno de los géneros predilectos de los espectadores y todavía hoy sean recordados con nostalgia como símbolos de una era de progreso económico.

La televisión en Europa estuvo marcada por el intervencionismo político de muchas y variadas formas, ya que la manera en la que los estados pusieron en marcha sus servicios televisivos fue más diversa de lo que parece a simple vista. Para empezar, el estatus jurídico de las cadenas públicas varió desde la autonomía hasta la más férrea dependencia. Considerada al principio una parte de los servicios de correos y telégrafos, pronto la televisión se incorporó a ministerios más políticos (y en la Europa del Este, incluso a tener presencia en los consejos de gobierno). En algunos países la dependencia del estado fue total, mientras que en otros fue gestionado por entidades regionales (véase el contraste entre Francia y la Alemania Federal). Incluso hubo casos de una gestión pública que cobijaba la iniciativa privada, como Holanda. Otra característica se manifestó a partir de 1946 con una clara división a lo largo de los dos lados del Telón de Acero de organismos de cooperación. Así, la OTAN y el Pacto de Varsovia contaron con su propia réplica en el apartado de la radiodifusión a través de la Unión Europea de Radiodifusión, con sede en Ginebra, y la Organización Internacional de Radio y Televisión, con la sede en Praga. En el bloque comunista, la Unión Soviética ejerció una notable influencia gracias a la venta de equipamiento y en gran medida sentó las bases para el establecimiento de sistemas televisivos fuertemente regulados, al servicio del aparato propagandístico del estado y financiado a través de un canon por receptor. En Europa del Este, la generalización de la televisión en la década de los sesenta se consideró un paso hacia la tan deseada prosperidad socialista, aunque la posibilidad de captar emisiones de países capitalistas también representó una amenaza y una promesa de un sistema alternativo de felicidad a través del consumo. No hubo nunca un único modelo de televisión en Europa, salvo por la permente dependencia a los intereses de los estados.

La televisión también estuvo llamada a ocupar un papel en el proceso de construcción de Europa. La primera gran legislación europea dedicada al medio televisivo contó con un nombre lo suficientemente simbólico en este aspecto: la Directiva “Televisión sin fronteras” (TSF). Promulgada en 1989, su objetivo fue favorecer la circulación de contenidos televisivos por Europa a través de la obligación de reservar un porcentaje de la programación11. Además, como parte de su esfuerzo por crear un espacio cultural europeo paralelo al económico y al político, las co-producciones televisivas tuvieron una posición destacada en las políticas de estímulo del audiovisual realizadas al amparo de los sucesivos programas MEDIA desde 1991. La combinación de repartos y equipos técnicos de diversos países no siempre ha tenido resultados estéticos o culturales positivos, pero a su favor se puede señalar su innegable dinamización de la producción audiovisual europea. Esta apuesta por la europeización de la televisión ha tenido que convivir con la amplia fragmentación identitaria del continente y particularmente en la diversidad de lenguas propias como vehículo de expresión. En Bélgica la iniciativa pública estableció dos canales, uno en flamenco (VTR) y otro en francés (RTBF), mientras que en Suiza se crearon canales en alemán (SRF), francés (RTS) e italiano (RSI). Las comunidades que hablan las diferentes variedades del gaélico cuentan con sus propios canales en Irlanda (TG4) y en Gales (SC4), mientras que en España la diversidad lingüística fue el estímulo para el nacimiento de las cadenas autonómicas en comunidades con lengua propia como Cataluña (TV3), País Vasco (ETB) y Galicia (TVG)12.

La televisión europea cumplió en gran medida un objetivo de integración a través de los programas emitidos a través de la Red Eurovisión e Intervisión y, en las últimas dos décadas, el trabajo de reflexión intelectual en torno a la llamada “televisión de los europeos” tras la caida del Muro de Berlín ha dado como resultado un buen número de obras académicas13. Los países de la IORT pasaron a integrarse a la UER a partir del año 1993 como paso previo a una futura incorporación en la Unión Europea14. Pero para entonces el sistema televisivo europeo tenía muy poco que ver con aquel que nació en los años de postguerra. En la década de los ochenta el mismo proceso de liberalizaciones y privatizaciones que sacudió a los otros sectores productivos llegó a la televisión, de forma natural o por la imposición de las autoridades europeas, y afectando por igual a los países capitalistas y a aquellos que dejaban atrás los largos años bajo el comunismo. Era lógico que eso colocara a los canales públicos ante un cruce de caminos. En la mayor parte de los países, la oferta pública se había disgregado pronto en dos opciones, una más populista (el primer canal) llamada a satisfacer los gustos del contribuyente medio y servir para asentar unos vínculos identitarios nacionales, y una más elitista (el segundo canal) dedicada a cumplir los requerimientos del servicio público con contenidos educativos y culturales. La llegada de la competencia y la guerra por los índices de audiencia pusieron de manifiesto las escasas diferencias entre los primeros canales y los canales comerciales. En medio de este debate no resuelto, ha surgido el reto de la digitalización y las cadenas públicas han encontrado un nuevo papel liderando el cambio tecnológico. En la actualidad, la televisión en Europa se encuentra en plena adaptación a un nuevo panorama digital articulado en la fragmentación de opciones y la búsqueda de audiencias especializadas de forma muy similar a lo ocurrido en otras partes del mundo.


10 Este hecho no ha pasado desapercibido para historiadores del periodo como Tony Judt (2006), que su obra Post-guerra dedica varias páginas a hablar del papel jugado por la televisión (pp. 505-508) en el contexto del capítulo titulado “La era de la afluencia” (pp. 475-518).

11 La directiva fue sucesivamente modificada en 1997 y 2007, y en su forma actual es denominada Directiva “Servicios de medios audiovisuales sin fronteras”. Su desarrollo legislativo puede seguirse en la página web de la Unión Europea: http://europa.eu/legislation_summaries/audiovisual_and_media/l24101a_es.htm (11-09-2013).

12 La obra académica más destacada en este aspecto se debe a Moragas Spà y Garitaonandía (1995), que plantean una revisión de panorama de las televisiones regionales y orientadas a comunidades étnicas y lingüísticas en el contexto europeo.

13 Resulta difícil desligar la profusión de obras que realizan una aproximación a la televisión del continente del proceso de maduración del proceso de construcción europea que tuvo lugar en la década de los noventa y que concluyó con la introducción de la moneda única en 2002. Regourd (1992) habla en su pionero texto precisamente de “la televisión de los europeos” (“la télévision des européens”). Menos de una década más tarde, un libro como Television Across Europe (Wieten, Murdock y Dahlgren, 2000) artículó esta idea explícitamente en el marco de la Europa Occidental, la que formaba entonces el grueso de la Unión Europea, mientras que Coleman y Rollet (1997) sólo dieron cabida a la Federación Rusa en una aproximación similar. Con la incorporación en 2004 del primer grupo de países de la Europa del Este, se abrió el camino para obras más completas como A European Television History (2008), que incorporan la historia de los países ex-comunistas.

14 En un documento publicado para celebrar los cincuenta años de Eurovisión, la desaparición de Intervision y la integración de sus países miembros de la OIRT en la EBU es diplomáticamente denominada “merger”, esto es “fusión”. Esta tuvo lugar el 1 de enero 1993 y fue posibilitada por una inversión económica de entre diez y dieciocho millones de francos suizos (equivalentes a ocho-catorce millones de euros). EBU-UER (2004, 30-33).