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©Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)

Primera publicación: noviembre de 2017

Autor: Álvaro Valdivia Pareja

Edición: Diana Félix, Carlos Maza

Corrección de estilo: Luigi Battistolo

Foto de anteportada: Álvaro Valdivia Pareja

Diagramación: Diana Patrón Miñán

Diseño de cubierta: Christian Castañeda

Editor del proyecto editorial

Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas S. A. C.

Av. Alonso de Molina 1611, Lima 33 (Perú)

Teléf: 313-3333

www.upc.edu.pe

Primera edición: noviembre de 2017

Versión ebook 2017
Digitalizado y Distribuido por Saxo.com Perú S.A.C.
http://yopublico.saxo.com
Telf: 51-1-221-9998
Dirección: Calle Dos de Mayo 534 Of. 304,
Miraflores Lima-Perú

Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)

Centro de Información

Retos clínicos y sociales del suicidólogo. Casos, ejercicios e historias para enfrentar el desafío profesional

Lima: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), 2017

ISBN de la versión impresa: 978-612-318-118-5
ISBN de la versión PDF: 978-612-318-121-5
ISBN de la versión epub y mobi: 978-612-318-122-2

Suicidio, pacientes, psicoterapia, aspectos psicológicos, aspectos sociales

362.28 VALD/R

DOI: doi: http://dx.doi.org/10.19083/978-612-318-118-5

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial.

El contenido de este libro es responsabilidad del autor y no refleja necesariamente la opinión de los editores.

ÍNDICE

Prólogo

Prefacio

Agradecimientos

Introducción

Reflexión y ejercicio


Capítulo 1. ¿Cómo sobrellevar casos de pacientes suicidas agudos y crónicos?

Encuadre

Respeto y tolerancia

Temor

¿Cómo minimizar la probabilidad de que un paciente desarrolle ideas suicidas agudas o un plan concreto?

¿Cómo trabajar la tolerancia a las diferencias individuales y la presencia de ideas irracionales con respecto al paciente y a la situación?

Derivación

¿Hay una lista de pasos concretos con pacientes suicidas crónicos y/o agudos?

Caso

Contracapítulo 1. Angustia y temor

Reflexión y ejercicio

Diagrama de toma de decisiones


Capítulo 2. ¿Cómo enfrentar experiencias insólitas en terapia con pacientes suicidas? Naturalización, dinero y humor

Primera experiencia insólita: naturalización de la muerte por suicidio

Segunda experiencia insólita: suicidio por falta o pérdida de dinero o de trabajo

Tercera experiencia insólita: pacientes que utilizan el humor y el sarcasmo para comunicar sus ideas o su plan suicida

Entonces, ¿qué argumentos útiles puedes utilizar en caso de enfrentar experiencias insólitas como estas?

Caso

Contracapítulo 2. Humor

Reflexión y ejercicio


Capítulo 3. ¿Cómo combatir el estigma, el morbo y la insensibilidad social hacia el suicidio por parte de los medios de comunicación, las redes sociales y otros?

La sociedad habla a través de las personas, a través de nuestros pacientes

Internet y redes sociales

Los medios de comunicación

Contagio psicológico, morbo e insensibilidad

Los profesionales de la salud

Recomendaciones para combatir el morbo y la insensibilidad

Caso

Contracapítulo 3. Discriminación, cólera y tristeza

Reflexión y ejercicio


Capítulo 4. ¿Cómo lidiar con el duelo por suicidio por medio de grupos de soporte?

Estigma

El abordaje del terapeuta con los sobrevivientes de suicidio

Grupos de autoayuda

Terapeutas como sobrevivientes de suicidio

Caso

Contracapítulo 4. Apoyo y esperanza

Reflexión y ejercicio


Capítulo 5. ¿Cómo hablar abiertamente de suicidio?

Trabaja en tu entorno

“Encender una vela no es suficiente”

Controla el acceso a medios y armas

Para poder hablar de suicidio es necesario saber que la persona piensa en ello como alternativa. ¿Cómo saber esto?

Reflexiones finales

Caso

Contracapítulo 5. Valor

Reflexión y ejercicio


Referencias

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Cecilia Boza Lujambio

Álvaro Valdivia Pareja es magíster en Salud Pública en la especialidad de Promoción de la Salud Mental y Prevención del Suicidio por el Karolinska Institutet de Estocolmo, Suecia. Asimismo, es licenciado en Psicología por la Universidad de Lima, psicoterapeuta racional emotivo conductual y cognitivo por Psicotrec y psicoterapeuta avanzado por el Albert Ellis Institute de Nueva York. Se ha desempeñado como psicoterapeuta en la clínica Ricardo Palma. Es docente en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), donde obtuvo el premio Talento de Oro por su labor como docente en la facultad de Psicología y Talento Plata en la facultad de Comunicaciones. Ha publicado la investigación “Blue lights on bridges - Emergency responders’ attitudes about suicide threats occurring on a bridge in Lima, Peru” en calidad de Investigador Principal y ha escrito artículos sobre este tema, como “Ideas muertas: el suicidio vive” y “El suicidio: decisión personal o problema de salud pública”, ambos publicados en la revista Aula y Ciencia, del Programa de Estudios Básicos (PEB) de la Universidad Ricardo Palma, donde se desempeñó como docente durante 5 años. En la actualidad, es fundador y director de Sentido – Centro Peruano de Suicidología y Prevención del Suicidio, donde atiende a pacientes en consulta particular, dirige grupos de auto ayuda para sobrevivientes de duelo por suicidio, capacita a profesionales en salud mental, medios de prensa y gatekeepers acerca de la prevención del suicidio y realiza investigaciones en el rubro de suicidología. www.sentido.pe

ORCID: 0000-0002-0888-2017

PRÓLOGO

El 29 de agosto de 2017, cuando faltaba menos de una hora para concluir el Taller Pre-Congreso de Psiquiatría “Avances en psicoterapia en el sector público”, se produjo un choque. Durante la hora anterior, habíamos sido testigos de un proceso de asesoría psicoterapéutica, a cargo de un experto extranjero, con respecto al caso de un paciente con riesgo suicida atendido en un centro de salud comunitaria en Lima. Los asistentes al taller comentaban el caso con micrófono en mano, hasta que una afirmación en particular llamó la atención de los más de 250 profesionales de salud mental ahí reunidos. Un psiquiatra de larga experiencia aseguró enfáticamente: “¡Terapeuta que le tiene miedo a la muerte está muerto!”. Le siguió un silencio breve y profundo. El presidente de la mesa, con ágil reflejo, respondió asertivamente: “Y terapeuta que no le tiene miedo a la muerte es un robot o es un cadáver”. Fue mayor el silencio.

El encuentro de dos afirmaciones contradictorias, al menos en apariencia, puso la dosis de tensión necesaria para dejar clavado en cada participante un aguijón: ¿quién tiene la razón, si es que alguno la tiene?

El impulso por definir la propia posición nos lleva a veces a un planteamiento dicotómico: verdadero o falso, blanco o negro, todo o nada. Requiere mayor esfuerzo emocional y cognitivo optar por experimentar el propio proceso de clarificación para responder a nuestra interrogante, proceso en el que podemos pasar por dudas, por vacíos de conocimiento o por el recuerdo de errores y reproches que en el pasado nos terminaron de enseñar que la buena intención no es suficiente para hacer las cosas bien. Así, pasé de una toma de posición inicial —felicitar personalmente al autor de la respuesta ágil y asertiva— a una segunda posición, más pausada y tardía, en la que me empecé a interrogar si al menos había parte de verdad en la afirmación primera: “Terapeuta que le tiene miedo a la muerte está muerto”.

Dejaré que el lector de este prólogo realice su propio proceso de indagación, pues se trata de ejercitarnos en la dialéctica, en esa búsqueda de síntesis que armonice y dé sentido a los opuestos persiguiendo en cada posición la cuota de verdad que permita una mejor aproximación a la comprensión y al conocimiento de la realidad observada.

Cuánto bien nos puede hacer ser testigos de procesos reflexivos auténticos. Aprendizaje vicario por el cual la experiencia de otro nos enseña y a veces significa un ahorro, al evitarnos repetir el error de otros; aprender lo que otro aprende en carne propia. Ese es uno de los aportes de Álvaro en este libro: brinda información y testimonio de experiencias que enseñan si uno está dispuesto a aprender.

Álvaro fue mi alumno del curso de psicopatología en pregrado. Algún tiempo después, tomé conocimiento de su interés y de sus estudios de postgrado en materia de suicidología y, en los últimos años, me alegró saber de su propósito de continuar desarrollando esta línea de investigación junto con su práctica asistencial y su actividad docente. Que sea este su segundo libro al respecto es muestra de un gran compromiso. Veo a un profesional en evolución, de pie ante el suicidio, un problema de salud pública que disuelve y deja sin sentido todo intento de protagonismo individual, y que exige la disposición a sumar e integrar esfuerzos. Los profesionales dedicados a este tema sabrán valorar los aportes del autor, y ello me complace.

En Retos clínicos y sociales del suicidólogo, el autor pone énfasis en este término, suicidólogo, con espíritu inclusivo para convocar a todo ser humano interesado en intervenir con eficacia en un amplio abanico de casos, desde aquellos en los que existe potencial conducta suicida hasta aquellos en los que nos corresponde intervenir con sobrevivientes de un suicidio consumado. Y no solo en el ámbito clínico, sino también en el social, como exige la salud pública, campo en el cual tenemos mucho por hacer. El interés de los profesionales es genuino y no queda en el morbo o la curiosidad: más bien, emerge como afán de comprensión profunda y rigurosa del comportamiento humano en sus tendencias instintivas (como es su tendencia a querer vivir), y también en su actitud ante la propia muerte.

En esta obra encontraremos la exposición de información y argumentos valiosos, así como directrices que podemos emplear con eficacia en nuestras intervenciones, tanto en las de prevención como en aquellas de carácter terapéutico. Herramientas de utilidad práctica para iluminar el camino de personas que transitan en el túnel del temor, de la desesperanza, o que se sienten próximas al abismo de la muerte y que, sentadas frente a nosotros, están ahí pidiendo ayuda para vivir, aunque digan lo contrario.

La evolución del conocimiento humano nos hace herederos de las generaciones que nos anteceden y, a la vez, nos convierte en gestores de nuestras propias experiencias en beneficio de las generaciones venideras. No hay nada nuevo bajo el sol, nada de qué ufanarse. Solo sabernos partícipes de un proceso en cadena en el que tenemos la oportunidad de devolver a los demás lo que recibimos, enriquecido. Tal es el aporte de cada ser humano. Y en ese proceso nos movemos también en el mundo académico, en el que publicar un libro siempre es un hito de valor singular.

En esta obra estructurada en cinco capítulos, el autor nos brinda información relevante, documentada y aplicable tanto en la práctica clínica como en nuestra vida cotidiana, en la que la muerte por suicidio también asoma. Se puede tratar de casos agudos o crónicos, de personas con diferentes actitudes ante la propia muerte que resultan para el terapeuta una “experiencia insólita”. Para los profesionales de salud mental, la información brindada en los primeros capítulos clarifica nuestra comprensión de los procesos clínicos en curso y motiva a una intervención más consciente y atenta a los objetivos terapéuticos.

En una sociedad del espectáculo, la conducta suicida abordada inadecuadamente por los medios y por cada ciudadano en su entorno particular es un insumo que fermenta la masa, literalmente. Llena a nuestra sociedad de “aire”, que nos hace blandos e inconsistentes, incapaces de brindar un soporte efectivo; nos nubla y nos ciega ante las posibilidades de prevención que tenemos a mano, y nos blinda como un colchón de aire que nos separa de los demás haciéndonos insensibles ante la tarea de soporte social a la que estamos llamados, si tan solo nos permitiéramos sentir profunda y auténticamente nuestras emociones ante el dolor y el sufrimiento ajeno. Es aquí donde tienen cabida los otros capítulos del libro.

Entre los profesionales de salud mental a veces el ego nos desborda. Necesitamos aprender a desarrollar una mirada compasiva y comprensiva hacia nosotros mismos que nos permita liberarnos del miedo al error, del temor a la crítica y de la angustia ante nuestros límites. El falso sentido de competitividad dificulta el trabajo colaborativo y nos hace menos competentes. Necesitamos valorar nuestra condición humana no solo por su racionalidad, sino por lo que significa nuestra vida emocional en la búsqueda de realización personal. Conocer nuestros propios límites y nuestra vulnerabilidad es importante. No necesitamos construir ante los demás la falsa imagen de saberlo todo o de que nada nos afecta emocionalmente. No necesitamos construir murallas que nos conduzcan al autoengaño. Qué mejor que ser sinceros con nosotros mismos y reconocer que precisamos de los demás para un auténtico desarrollo en todas las dimensiones en las que nos desenvolvemos como seres humanos.

El autor intercala en esta obra contracapítulos, con los cuales nos convierte en testigos de sus afanes literarios y se expone. Al exponerse, siempre existe la posibilidad de que las cosas no resulten como uno espera, y ahí radica una parte de su valor. Es la cuota de incertidumbre que estar vivo implica. A riesgo de no encontrar eco o una valoración positiva en el observador, escribe y comparte.

El contracapítulo que acompaña al capítulo correspondiente forma una dupla con sentido. Angustia y temor; humor; discriminación, cólera y tristeza; apoyo y esperanza, y valor, son los cinco contracapítulos que nos invitan a procesar la información del capítulo correspondiente, en su vertiente emocional. Esa vertiente que nos hace humanos y no robots o cadáveres. La misma vertiente que, si no aprendemos a procesar, nos puede dejar muertos como terapeutas en un caso particular y a la vez nos puede remover las entrañas e impulsar para aprender cómo hacer mejor las cosas, enfrentando nuestros miedos y capacitándonos con mayor consciencia de nosotros mismos, para así volver a nacer en una versión mejorada del terapeuta que se construye a sí mismo cada día. Un día a la vez.

Finalmente, encontramos en cada contracapítulo aquella “reflexión y ejercicio” que invita a que el lector camine hacia el río sin calzado y sintiendo en el lecho las piedras que incomodan; que se permita a sí mismo la experiencia de palpar con sus manos el caudal de información y ejercicios que el autor propone, buscando atentos en el sedimento aquella pepita de oro que todos deseamos encontrar en la experiencia propia y ajena. Pepita de oro que, tratándose de una vida humana en juego, tiene valor y no precio.

Héctor Vidal Manyari
Psiquiatra

PREFACIO

Nuevamente me encuentro frente a la pantalla de una laptop. Nuevamente me veo haciendo aquello que siempre supe que quería hacer: escribir.

Pero en esta oportunidad mi aventura ha sido distinta. He aprendido muchas cosas que suceden cuando uno escribe un libro. Hay días buenos, hay días malos; hay días altos y hay días bajos… Pero, sobre todo, hay días maravillosos; aquellos en los cuales las ideas fluyen no solo de forma literaria, sino emocional. Aquellos en los que escribir un libro tiene un sentido que va más allá de la mera escritura.

Hoy es uno de esos días: he escrito las últimas palabras de Retos clínicos y sociales del suicidólogo. Hoy he llegado al fin de una segunda travesía que me ha hecho sentirme más maduro, más seguro de mí mismo y más feliz con lo que he decidido hacer.

Escribir me ha permitido también reflexionar muchas veces en aquello que quiero que las personas sepan con base en mi experiencia y mi formación. Ha sido una manera de entender y desarrollar todo lo que sabía, apuntando siempre a mejorar.

No obstante, uno de los aspectos que más he valorado durante la experiencia de escribir este segundo libro ha sido el compartir las emociones que me provoca mi trabajo. Narrar historias de ficción desde una perspectiva terapéutica es una herramienta emocional que ha sido muy útil en mi vida; por ello, compartirlas es también mostrarme ante ti tal como soy.

Quizá algún día pueda hacer una historia de todo aquello que ha sucedido en mi vida profesional. O quizá algún día pueda redactar un texto académico acerca de mi experiencia como una persona que realmente cree que el suicidio se puede prevenir. Sea cual sea el futuro, algo me dice que será prometedor.

Una vez más, gracias por ser mi acompañante.

AGRADECIMIENTOS

Retos clínicos y sociales del suicidólogo ha sido un verdadero reto, que no podría haber superado sin el apoyo desinteresado de muchas personas que me han alentado en el proceso.

En primer lugar, quisiera dar las gracias a las pocas personas cercanas a mí que supieron de este proyecto desde su inicio. Todos aquellos “Tú puedes”, “Tienes que seguir publicando textos de suicidología” y “Te felicito por seguir escribiendo” han sido el combustible que he necesitado para poder llegar a buen puerto en esta travesía.

En segundo lugar, quiero agradecer a todos los que han revisado y comentado el libro y me han hecho sugerencias. Valoro mucho su apoyo y dedicación para que el material que he elaborado sea de calidad.

Finalmente, muchas gracias a la Editorial UPC por confiar en mí una vez más.

INTRODUCCIÓN

Retos clínicos y sociales del suicidólogo. Casos, ejercicios e historias para enfrentar el desafío profesional nace como una guía práctica de los conocimientos que expuse en mi primer libro: Suicidología. Prevención, tratamiento psicológico e investigación de procesos suicidas. En esta segunda entrega pretendo explicar cómo conllevar e, idealmente, enfrentar los distintos desafíos que se presentan en el campo de acción de suicidólogos y suicidólogas.

A diferencia de Suicidología, cuya metodología de exposición sigue las tres grandes posturas de la disciplina —salud pública, tratamiento clínico e investigación—, Retos clínicos y sociales del suicidólogo presenta cada desafío de manera independiente. De esta manera, cada uno de los capítulos desarrolla un reto y la forma en que se puede trabajar con él.

Los desafíos provienen de distintos ámbitos: manejo de casos agudos en la práctica clínica; situaciones inusuales y empleo responsable del humor en las intervenciones con pacientes suicidas que lo utilicen; uso de prejuicios, creencias sociales y culturales; morbo, insensibilidad y estigmatización por los medios de comunicación en su abordaje del suicidio; papel de los grupos de soporte; y maneras de hablar abiertamente del tema. Así, el propósito del libro es ilustrar a profesionales, estudiantes y personas relacionadas con los campos de la salud mental y la salud pública sobre la existencia de una serie de dificultades propias del trabajo en suicidología. Es fácil cometer el error de asumir que el tratamiento clínico es “lo mejor” o “lo único que puede ayudar”. Esto no es cierto. Cada persona, cada paciente viene a nosotros con una historia previa, con un ambiente social específico y un influyente contexto cultural, con una historia de exposición a lo que otras personas y medios opinan, y con un sinfín de realidades más.

Estas realidades no son ajenas a ni independientes del aspecto clínico del suicidio. La psicología contemporánea ha evolucionado hacia la multidisciplinariedad y el psicólogo o psicóloga del siglo XXI debe asumir esto de forma coherente y profesional. De nada nos serviría, por ejemplo, abordar una discusión sobre ideas irracionales si dejamos de lado las creencias culturales asociadas a ellas. La reinterpretación cognitiva saludable, como he venido desarrollándola en mi práctica profesional (con base en Ellis, 2001), no se basa solamente en esquemas objetivos y realistas, sino también en el conocimiento y la aceptación de lo que la persona ha experimentado a lo largo de su vida.

Necesitamos pensar “fuera del marco”. Nuestra formación clínica es apropiada, pero no suficiente. Por ejemplo, podemos trabajar con un paciente que siente vergüenza o temor a verbalizar sus ideas suicidas tratando de persuadirlo para que converse con su familia. ¿Sería suficiente? ¿Quién se encargaría de que esta persona no se sienta nuevamente avergonzada al conocer lo que las personas y los medios de comunicación opinan sobre el suicidio y los juicios discriminatorios que se hacen? Y ¿qué hay de los comentarios sobre esto en Facebook y en otras redes sociales? ¿Los tomamos en consideración? ¿Realmente creemos que con el abordaje clínico es suficiente? ¿Quién trabaja con la sociedad?

Este libro es algo mucho más completo que un material de consulta. Se trata de una oportunidad para que podamos cuestionarnos en qué momento de nuestra vida profesional estamos y cómo hemos incorporado el desarrollo y la evolución de la sociedad en nuestra práctica. La inmediatez de la comunicación, la exposición continua de temas personales en forma de “tendencias” y la “viralización” de aquello que antes se mantenía en la esfera privada son factores que necesitamos conocer y trabajar. La psicoterapia tradicional ya no es suficiente.

Este texto, además, brinda una alternativa de trabajo ante distintos desafíos que encuentran las personas que han conocido o que les interesa conocer el suicidio más de cerca: sobrevivientes de suicidio, educadores, gatekeepers (profesionales —como médicos, religiosos, docentes o policías— que están en contacto con quienes pueden desarrollar riesgo suicida), etcétera.

Te sugiero que, antes de avanzar en esta lectura, revises Suicidología, mi primer libro, para tener una comprensión más amplia del tema y de la problemática aquí presentada. Si bien no es indispensable, te sería muy provechoso, ya que la concordancia de ambas obras es directa y enriquecedora.

No quiero limitar este texto al ámbito académico “clásico”. Incluyo una manera distinta de abordar las emociones que siento como suicidólogo: historias relacionadas con lo que cada capítulo me evoca. El uso de la literatura y el arte como herramientas terapéuticas ha sido demostrado en distintos ámbitos de la psicología (Bronisch & Spreti, 2009). Es además una forma creativa de compartir lo que siento yo como profesional en diferentes aspectos de mi vida.

En Suicidología hablé de mi pasión por la literatura y de la lucha interna que, durante muchos años, se estableció entre mis escritos académicos y mis narraciones de ficción. La literatura es parte de mí, ha contribuido mucho a mi desarrollo personal y es una de mis herramientas más personales al trabajar con los retos que el suicidio me presenta. Es por ello que decidí simbolizar mis emociones reales a través de historias, historias cuyo objetivo ha sido ayudarme a encontrar equilibrio emocional y sosiego en medio de mis quehaceres profesionales del día a día. Estas emociones varían de acuerdo con el contexto, con mis creencias, con lo que sucede; no tienen necesariamente un orden rígido que se pueda incorporar en la metodología tradicional de exposición. Por ello, las he reflejado de manera independiente con respecto a los capítulos del libro, en forma de “contracapítulos”.

La maravillosa ventaja de esta decisión es que te permitirá elegir por dónde deseas empezar, sin ninguna restricción metodológica preestablecida. No importa si lees primero el capítulo o el contracapítulo (el relato de ficción); puedes escoger el orden que quieras. Mi única sugerencia es que, para cada tema, leas ambos antes de seguir con el siguiente. Así podrás entender cómo los dos se relacionan, se integran y se enriquecen mutuamente.

Reflexión y ejercicio

Escribir este segundo libro fue un reto para mí; espero que leerlo sea un hermoso reto para ti también. Pero, antes de que comiences, te propongo que hagas un ejercicio: imagina que el suicidio está frente a ti en la forma de una persona. ¿Qué le dirías? Escribe lo que se te ocurra, real o ficticio, y guárdalo hasta que finalices todo el texto. Una vez que hayas terminado, regresa a lo que escribiste. ¿Cómo te sientes por haber escrito eso? ¿Lo cambiarías? ¿Por qué?

Escríbele a Suicidio:














CAPÍTULO 1

¿Cómo sobrellevar casos de pacientes suicidas agudos y crónicos?

Quizá sería bueno que te preguntases: “¿Deseo realmente ver a este tipo de pacientes?”. Solo mediante la respuesta a esta pregunta puedes evaluar qué tan apto o apta eres como terapeuta y si cuentas con la preparación necesaria para seguir las pautas que se requieren en la atención de pacientes suicidas, sin importar la escuela de formación que hayas seguido.

A partir de mi experiencia en el ámbito clínico, lo usual en el manejo de pacientes suicidas es la tendencia a focalizarse un poco más en el rol que debes desempeñar como terapeuta en la conducción de las sesiones, otorgando así un segundo lugar a las emociones que puedas sentir como consecuencia del caso.

No obstante, la atención que des a tu propio estado de ánimo y a tu estabilidad emocional es igual de relevante, sea cual sea la problemática que presenta la persona en el consultorio.

Desde la perspectiva técnica (Kernberg, 2011), el tratamiento de pacientes suicidas presenta diversas características distintivas que lo distancian de la gran mayoría de casos que suelen llegar a la consulta clínica. Conocer estas diferencias es importante, mas no suficiente. El trabajo se realiza a diversos niveles: con el o la suicida, con la familia, con uno mismo.

Encuadre

Así, es preciso que recuerdes la importancia del encuadre y de todo lo que significa para ti como terapeuta, para la persona y para la familia (Valdivia, 2014, pp. 83-94). No puedes dejar de lado esta fase por diversas razones:

1. Representa las “reglas del juego” que enmarcan el inicio y el desarrollo del tratamiento. Algunas personas pueden pensar que las características del encuadre no se ajustan a sus necesidades o a las expectativas que tenían del proceso. Además, es común pensar que la necesidad de aceptarlo disminuye tu empatía con la persona, pues se considera erróneamente que se trata de “reglas frías” que le restan importancia a la comprensión de la manera de sentir de la persona. En mi experiencia, esto es falso y debe ser conversado. El hecho de que tengas el “control” y plantees condiciones (como la firma del contrato psicológico en la primera cita) no implica ausencia de empatía. Muy por el contrario, es una forma de brindar seguridad emocional e incluso legal a ambas partes.

2. Implica la aceptación de condiciones que deben cumplirse para que el proceso continúe. Si la persona no se encuentra dispuesta o cómoda con estas condiciones, es recomendable que busque a un profesional que plantee un enfoque distinto. No obstante, hay que recordar que el encuadre debe respetarse independientemente de tu escuela terapéutica y de tu experiencia profesional.

3. Ignorarlo equivale a pasar por alto una parte importante del tratamiento. Sus reglas son mucho más que condiciones; se trata, en realidad, de un conjunto de características que son parte del proceso y cuya presencia implica el buen inicio de este.

4. Durante la negociación y aceptación de las características que se plantean puedes conocer datos útiles, junto con otras fuentes de información, para efectuar un posible diagnóstico e incluso para iniciar la elaboración de una historia clínica y/o la búsqueda de antecedentes de importancia.

5. Representa un adecuado respeto a la ética y al ejercicio profesional.

Así, debe quedar claro que el respeto a esta fase eleva la probabilidad de que el tratamiento sea exitoso y de que exista mayor adherencia y motivación, aun cuando no representa seguridad absoluta, incluso con un contrato psicológico firmado, tal y como demuestran diversos estudios (Fawcett, 2009, pp. 407-411). En otras palabras, aunque existen pacientes que llevan a cabo intentos de suicidio luego de firmar un contrato de “no hacerse daño”, esta no es una razón para prescindir de él.

Respeto y tolerancia

Un segundo aspecto de importancia en el trabajo con pacientes suicidas consiste en mostrar respeto y tolerancia a las diferencias individuales. No todos los procesos suicidas son iguales; menos aún las motivaciones o los medios que se podrían utilizar para tal fin. Esto implica, necesariamente, una postura flexible, empática y respetuosa por parte del profesional.

Evitar los juicios valorativos, la frustración, la angustia y la escasa tolerancia ante intentos de suicidio recurrentes o ideación suicida crónica (con intento o sin él) no es fácil; esta es una realidad que demanda del terapeuta mucho más que conocimientos teóricos o experiencia con casos en el pasado. La focalización en la persona y el involucramiento de la familia configuran aliados de importancia que debes tomar en consideración desde las etapas iniciales.

Te será útil, además, realizar una revisión de tu escala de valores, de tus creencias y de tus mitos con respecto al suicidio. Muchas veces se configura el tratamiento con una fuerte influencia de las convicciones personales, así como de experiencias anteriores y de expectativas con respecto a la recuperación del o de la paciente. Debes manejar todo esto con cautela. Si tus valores personales distan de los de la persona que acude a tu consulta, la disonancia debe ser resuelta por medio de la aceptación y la tolerancia a la adversidad, aun cuando las diferencias sean marcadas.

Temor

Un tercer aspecto que se debe considerar es el del temor a la muerte efectiva por suicidio. Sentir temor es natural, humano, comprensible e incluso necesario. Muchas veces el vínculo terapéutico es estrecho y esto dificulta la aceptación de la muerte del o de la paciente. No obstante, es imprescindible que manejes este temor de la manera más saludable posible. Si entorpece el trabajo clínico, es imprescindible que hagas una pausa y busques apoyo en otro profesional. El rol de las supervisiones y discusiones de casos toma aquí una especial importancia.

Algunos puntos por recordar en este acápite:

1. Los terapeutas no son salvadores ni pueden salvar a quien no lo desea. El suicidio (excepto en los casos de ruptura con la realidad por psicosis o consumo de sustancias) es una decisión personal, voluntaria y consciente, no un “asesinato por falta de efectividad profesional”.

2. El trabajo óptimo es aquel en el que, respetando el encuadre, compartas con la familia o alguna persona cercana la posibilidad de que la persona efectivamente muera por suicidio. La confidencialidad presenta excepciones; entre ellas, cuando la persona muestra la tendencia a hacerse daño a sí misma o a alguien más. Así, la familia debe estar advertida sobre este posible resultado.

3. Si bien los psicoterapeutas pueden ser demandados por una serie de motivos relacionados con la práctica inadecuada de la profesión (abuso, ruptura de confidencialidad en casos en los que no procede, agresión física o psicológica, etcétera), no existe una demanda por “asesinar a la persona” si su muerte ha sido voluntaria.

4. El trabajo con pacientes suicidas suele ser más exitoso cuando es abordado de manera multidisciplinaria (psiquiatría, acompañamiento terapéutico, enfermería psiquiátrica, asistencia social, etcétera).

5. Si el riesgo inminente se da en el presente, debes focalizarte en el aquí y en el ahora y no en interpretaciones del pasado que aporten poco o nada al trabajo ambulatorio o incluso de hospitalización.