Cubierta

Apocalipsis.
Interpretación eficaz hoy

Samuel Pagán

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© 2012 Editorial CLIE

Samuel Pagán
APOCALIPSIS, interpretación eficaz hoy
ISBN: 978-84-8267-925-9
Clasifíquese: 0283 - Comentarios del NT- Apocalipsis
CTC: 01-02-0283-20
Referencia: 224807

Índice

Prólogo. El nuevo milenio

Un prólogo adicional: La revelación de Jesucristo

Introducción

1. Bienaventurado el que lee y los que oyen…

2. El que es, el que era y que ha de venir

3. Al que está sentado en el trono

4. Ciertamente vengo en breve

5. Las siete copas de la ira de Dios

6. La gran batalla del Armagedón

7. Al que oye estas palabras

Apéndices

Bibliografía

Dedicatoria

A mis estudiantes del Colegio Universitario Dar al-Kalima en Belén, con quienes compartí estos temas en repetidas ocasiones, mientras viajábamos a los diversos lugares santos en Israel y Palestina.

Y a mis nietos, Samuel Andrés, Ian Gabriel, Mateo Alejandro y Natallie Isabelle, con la esperanza de que con el tiempo comprendan y disfruten los temas que expongo en esta obra sobre el libro del Apocalipsis.

1
Bienaventurado el que lee y los que oyen…

Bienaventurado el que lee y los que oyen
las palabras de esta profecía,
y guardan las cosas en ella escritas,
porque el tiempo está cerca.
Apocalipsis 1.3

Literatura apocalíptica en la Biblia

Antes de estudiar los grandes temas del libro apocalíptico por excelencia, debemos ubicar ese tipo de literatura bíblica en el marco general de las Sagradas Escrituras1. Además del libro de Daniel, en la Biblia se pueden identificar varias porciones importantes que manifiestan claras características teológicas, temáticas y literarias similares a las del Apocalipsis de Juan. Entre esos textos, generalmente conocidos como proto-apocalípticos, pueden mencionarse los siguientes: Isaías 24—27 y 34—35; Zacarías 1—6 y 9—14; Daniel 7—12; y Ezequiel 37—392.

Estas porciones bíblicas, que provienen de diferentes contextos históricos y han sido escritas por diferentes autores en épocas variadas, revelan un marcado interés por el desenlace final de la historia. Esa inminente preocupación teológica y sociológica se comunica con un lenguaje de alto contenido simbólico. Los autores y redactores de esos escritos aseguran que los eventos y las experiencias descritas han llegado a ellos a través de una revelación especial de Dios. Esta revelación puede llegar en forma de sueños o visiones.

Los autores y redactores de esos escritos aseguran que los eventos y las experiencias descritas han llegado a ellos a través de una revelación especial de Dios. Esta revelación puede llegar en forma de sueños o visiones.

La palabra «apocalipsis» se deriva de un verbo griego que significa «descubrir» o «levantar el velo que cubre algo oculto». El término se usa en el libro de Apocalipsis para describir el mensaje que se incluye en las revelaciones de Juan (ver Ap 1.1), designa en la actualidad una percepción del mundo y una concepción de la historia y, además, identifica un particular género literario.

La historia, según esta singular corriente teológica, suele dividirse en dos grandes eras: la actual, llena de conflictos, problemas, desafíos y pecados; y la venidera, descrita como un gran período de paz, bonanza y prosperidad. Como género literario también manifiesta características definidas3.

Entre los temas más importantes que se incluyen en esta literatura están los siguientes4:

1. La urgente expectativa de que las condiciones presentes del mundo van a ser radicalmente transformadas en el futuro inmediato.

2. El fin llegará acompañado de una catástrofe cósmica magna, que afectará sustancialmente a todo lo creado.

3. La relación íntima entre el fin del tiempo y la historia, y la división de esa historia mundial en períodos o segmentos; esos segmentos históricos, además, están prefijados desde la creación.

4. La intervención de ejércitos demoníacos y angélicos en las realidades humanas.

5. La salvación llegará a Israel, aunque no solo a Israel, luego de la catástrofe final.

6. La transición del desastre a la salvación, como resultado directo de un acto dirigido desde el mismo trono del Señor; ese acto produce y manifiesta el Reino de Dios en la tierra.

7. La distinción entre el mundo presente y temporal y el porvenir.

8. La presencia frecuente de un mediador para explicar el simbolismo de las revelaciones.

9. El uso de la palabra «gloria» para describir la era venidera.

La palabra «apocalipsis» se deriva de un verbo griego que significa «descubrir» o «levantar el velo que cubre algo oculto».

Para la comprensión adecuada de la literatura apocalíptica, necesitamos definir con precisión algunas palabras y conceptos importantes. «Apocalipsis», como sustantivo, describe un género literario; y la «escatología apocalíptica» es una perspectiva reli-giosa y teológica que analiza y comprende la historia humana de acuerdo con los planes establecidos de antemano por Dios. Finalmente «apocalipticismo» es un movimiento socio-religioso, un sistema de pensamiento, una ideología que surge en grupos cuya estructura social está basada en la alienación y desesperanza5.

El género apocalíptico es un tipo muy particular de literatura en la cual se incluye una revelación divina especial, enmarcada en una estructura narrativa, aunque se pueden incluir algunos poemas cortos, en la cual la manifestación de Dios a la humanidad es mediada por un personaje angelical que comunica un mensaje, que, a la vez, es temporal, ya que presenta la salvación al fin de los tiempos, y también es eterno pues incluye la creencia en otro mundo extraordinario y mejor6. Este género literario presupone una situación de gran crisis política, social y religiosa, e intenta ofrecer consuelo y esperanza de salvación a las personas alienadas de las estructuras de poder del mundo y la sociedad presente. Al sentirse impotentes ante las presentes realidades políticas, sociales y religiosas, imaginan y «construyen» una mejor sociedad o mundo en el cual se les haga justicia.

Este género literario presupone una situación de gran crisis política, social y religiosa, e intenta ofrecer consuelo y esperanza de salvación a las personas alienadas de las estructuras de poder del mundo y la sociedad presente.

El libro de Apocalipsis incluye, en sus primeros dos versículos, un buen modelo de la estructura narrativa de este género: se presenta claramente una revelación divina a Juan sobre las cosas que han de venir, a través de un mediador o agente angelical. Posteriormente se incluyen advertencias y se presenta con claridad, pero en símbolos, lo fundamental del mensaje: ante la persecución de los creyentes y la desesperanza, la gente de Dios confía en las promesas divinas y «persevera» hasta el fin. La narración de las visiones de Juan también incluye varios géneros literarios menores; como: epístola, doxología, cántico de victoria y bendiciones.

Apocalíptica y profetismo

Aunque la literatura apocalíptica incorpora varios elementos destacados de los sapienciales7, es el género profético el que más la ha influenciado. En efecto, Juan, el vidente y autor del libro de Apocalipsis, se presenta a sí mismo como «profeta» (ver 1.3; 10.7; 11.18; 22.6, 9, 18). Su fuente de autoridad primaria es Dios, y su credencial fundamental es de profeta.

El profeta en el Antiguo Testamento era esencialmente un mensajero e intérprete de la palabra de Dios al pueblo; era el enviado del Señor encargado de recordar constantemente a la comunidad las obligaciones y exigencias de la Alianza o Pacto8. Los profetas eran pregoneros de la justicia y mensajeros de la paz; y en el desempeño de sus labores, amonestaban al pueblo y lo llamaban a vivir una vida santa, agradable a Dios. Además, desafiaban a la comunidad a vivir en solidaridad con los necesitados y desposeídos de la tierra.

Los profetas eran pregoneros de la justicia y mensajeros de la paz; y en el desempeño de sus labores, amonestaban al pueblo y lo llamaban a vivir una vida santa, agradable a Dios.

Para cumplir con esa importante misión teológica y social, los profetas aseguraban que eran favorecidos por Dios con revelaciones especiales. Estas teofanías, o auto-manifestaciones extraordinarias del Señor, eran la base fundamental del mensaje profético. La fórmula del mensajero, es decir, la frase que introduce y presenta los oráculos, destaca ese fundamental componente: «Así ha dicho el Señor»9.

La autoridad indiscutible del profeta no reside en su capacidad intelectual o inteligencia, ni en sus destrezas metodológicas de análisis de las dinámicas que afectan a la comunidad; se basa evidentemente en que Dios le ha llamado y le ha encomendado una responsabilidad y un mensaje.

Ante la revelación divina, de acuerdo con las Escrituras, Isaías decía: «Heme aquí, envíame a mí» (Is 6.8). Amós respondía a sus críticos, diciendo: «No soy profeta ni soy hijo de profeta... y Jehová me tomó de detrás del ganado y me dijo: «Ve y profetiza a mi pueblo Israel» (Am 7.14-15). Ante la duda de Jeremías, según el texto bíblico, Dios mismo le dice: «No digas: Soy un muchacho, porque a todo lo que te envíe irás, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte» (Jer 1.7-8).

Con la autoridad divina, el profeta prevé, describe y anuncia anticipadamente los castigos que han de sobrevenir, si el pueblo persiste en su actitud obstinada de infidelidad a la Alianza o Pacto. De igual forma, auguraba salvación y paz en momentos de crisis; pregonaba la esperanza y liberación en tiempos de cautiverio y prometía el retorno y un «nuevo éxodo» en época del destierro.

Uno de los grandes profetas de la Biblia, cuyo mensaje extraordinario y pertinente se encuentra en Isaías 40—55, destaca con gran capacidad literaria y profundidad espiritual el componente de la esperanza, la dimensión salvadora, el interés liberador de Dios10. En uno de sus más famosos oráculos decía:

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.

Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.

Isaías 43.1-2 (RVR-1960)

En medio del cautiverio, cuando el pueblo sufría las penurias de haber sido derrotado por los ejércitos babilónicos, y con el recuerdo de haber visto el templo de Jerusalén destruido y las instituciones nacionales desmanteladas, el profeta levantó su voz de triunfo para decir:

Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna.

Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.

Isaías 40.29-31 (RVR-1960)

Los profetas, en esos momentos de dificultad nacional e internacional, recordaban al pueblo la capacidad divina de intervención en medio de la historia humana. Anunciaban la restauración futura y el fin de los dolores y las causas del sufrimiento, pues recordaban que Dios había liberado a Israel de Egipto y ni aun el faraón, con sus poderosos ejércitos y armamentos, pudo detener el paso triunfante de un pueblo que marchaba al futuro, a la Tierra Prometida, en el nombre del Señor11.

Los profetas, en esos momentos de dificultad nacional e internacional, recordaban al pueblo la capacidad divina de intervención en medio de la historia humana.

El Apocalipsis de Juan y la literatura profética

La influencia del Antiguo Testamento en el Apocalipsis de Juan es extensa e intensa12. El importante tema del éxodo, por ejemplo, se utiliza como prototipo de las grandes liberaciones del pueblo de Dios. Se incluye, entre otros, la revelación del nombre de Dios (Ex 3.14; cf. Ap 1.4, 8; 4.8; 11.17; 16.5); las plagas de Egipto (Ex 7—10; cf. Ap 9; 18); el cruce del Mar Rojo (Ex 14—15; cf. Ap 15.2-3); y el Arca del Pacto (Ex 25; cf. Ap 11.19). El vidente conocía muy bien la importancia histórica, teológica, litúrgica, social y política de la intervención divina para destruir de forma definitiva las causas que ofendían, angustiaban y oprimían al pueblo de Dios.

Para ilustrar la naturaleza y extensión de los conflictos y problemas que sufría la iglesia cristiana, Juan utilizó creadoramente las visiones del libro de Daniel. Esta literatura le brindó al vidente de Patmos los temas, el simbolismo y las imágenes necesarias para describir y explicar las grandes persecuciones y conflictos que sufrían los creyentes (Dn 7 y Ap 13.1-8; 12.14; 17.12; 20.4; Dn 3.5-7,15; y Ap 13.15; Dn 8.10 y Ap 12.4). Además, el libro de Daniel provee el fundamento para la escena del Hijo del Hombre que viene sobre las nubes a participar en el gran juicio escatológico (Dn 7.13; cf. Ap 14.14).

Sin embargo, la contribución mayor y posiblemente más importante al libro de Apocalipsis proviene de Ezequiel. Este extraordinario y visionario profeta del cautiverio13, que se caracterizó por el uso extenso de imágenes y simbolismos, incentivó, propició y generó la creatividad del vidente neotestamentario.

Para ilustrar la naturaleza y extensión de los conflictos y problemas que sufría la iglesia cristiana, Juan utilizó creadoramente las visiones del libro de Daniel.

Las siguientes imágenes son solo algunas de las contribuciones de Ezequiel a Juan: La visión inaugural del trono de Dios (Ez 1; 10; cf. Ap 4.1-11); el pequeño libro sellado (Ez 2.9; cf. Ap 5.1; Ez 3.3; cf. Ap 10.10); los siervos de Dios sellados en la frente para ser preservados de las plagas (Ez 9.4; cf. Ap 7.3); la resurrección de los muertos (Ez 37; cf. Ap 20.4); el asalto de Gog y Magog (Ez 38—39; cf. Ap 20.7-10); y la descripción de la nueva Jerusalén (Ez 40-47; cf. Ap 21.9—22.2)14.

Antes de continuar con este estudio es menester hacer una afirmación muy importante sobre el libro de Apocalipsis y, particularmente, en torno a su autor. Si bien es cierto que Juan conoce muy bien la literatura bíblica y, además, se ubica en la tradición de los profetas del Antiguo y Nuevo Testamento, que estudian e interpretan los oráculos de los profetas de Israel, no debemos pensar o llegar a la errónea conclusión de que el vidente de Patmos carecía de creatividad teológica y virtud literaria.

El autor del libro de Apocalipsis es esencialmente un vidente iluminado; es decir, una persona tomada por el Espíritu de Dios (1.10; 22.6) que transmitió, como los antiguos profetas de Israel, un mensaje de salvación en un período de crisis, una palabra de vida en un ambiente de muerte, un oráculo de liberación en un mundo cautivo.

Muy lejos de ser literariamente estéril, nuestro profeta le imparte e imprime originalidad, gracia, sobriedad, poesía y esplendor a imágenes y temas antiguos. Como muchos de sus contemporáneos judíos, Juan presenta sus ideas teológicas y expresa sus sentimientos religiosos con las imágenes y los simbolismos que el pueblo de Dios podía entender. El vidente de Patmos bebió de la fuente vetero-testamentaria, no por falta de imaginación literaria ni por carencia de ideas noveles y desafiantes, sino para comunicar su mensaje de forma adecuada y entendible. El autor del libro de Apocalipsis es esencialmente un vidente iluminado; es decir, una persona tomada por el Espíritu de Dios (1.10; 22.6) que transmitió, como los antiguos profetas de Israel, un mensaje de salvación en un período de crisis, una palabra de vida en un ambiente de muerte, un oráculo de liberación en un mundo cautivo.

Lenguaje figurado

Un componente metodológico fundamental para llegar a la comprensión adecuada del Apocalipsis se relaciona con el análisis correcto del estilo literario del libro; específicamente con el uso e implicaciones de las imágenes literarias y los símbolos religiosos. El lenguaje figurado, popular artificio literario particularmente útil para los escritores y videntes apocalípticos15, reta la imaginación, sugiere ideas, insinúa conceptos y evoca tradiciones que contribuyen notablemente a la comunicación del mensaje de salvación, consolación y esperanza.

Un buen ejemplo de lenguaje figurado cargado de contenido teológico salvador se puede identificar en Apocalipsis 7.15-17. El vidente contempla una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban delante de Dios y del Cordero, vestidos de blanco, y llevaban ramas de palmas en las manos (Ap 7.9-14).

En medio de la alabanza y la adoración, el vidente pregunta a su interlocutor angelical: «¿Quiénes son éstos que están vestidos de blanco, y de dónde han venido?» Según la voz que interpreta la visión, eran los que habían pasado por la tribulación y habían sido lavados y blanqueados en la sangre del Cordero. El texto dice:

Por eso están delante del trono de Dios,
y día y noche le sirven en su templo;
El que está sentado en el trono
los protegerá con su presencia.
Ya no sufrirán hambre ni sed,
ni los quemará el sol,
ni el calor los molestará;
porque el Cordero, que está en medio del trono,
será su pastor
y los guiará a manantiales de aguas de vida,
y Dios secará toda lágrima de sus ojos.
Apocalipsis 7.15-17(DHH)

Haciendo uso de un extraordinario lenguaje simbólico, el vidente afirma con claridad que, una vez los creyentes pasen y superen la hora de crisis y tribulación, Dios mismo —destacando su capacidad de pastor, rey y sacerdote— los llevará «a manantiales de aguas»; es decir, a lugares de paz. El Señor, además, erradicará las causas que producen lágrimas y dolor en el pueblo. El contenido del mensaje es de esperanza, salvación y liberación; la forma literaria es poética, figurada y simbólica.

Esta importante característica literaria es un componente básico en el estudio de la literatura apocalíptica en general, y del Apocalipsis de Juan en particular: el ropaje es simbólico y la esencia, salvadora; el estilo es poético y el contenido, esperanzador; la vestimenta es figurada y el mensaje, liberador. Tener en cuenta esa peculiaridad literaria y teológica es un factor determinante en el estudio y comprensión de la literatura apocalíptica.

Haciendo uso de un extraordinario lenguaje simbólico, el vidente afirma con claridad que, una vez los creyentes pasen y superen la hora de crisis y tribulación, Dios mismo —destacando su capacidad de pastor, rey y sacerdote— los llevará «a manantiales de aguas»; es decir, a lugares de paz.

La mayor parte de los símbolos utilizados por el vidente de Patmos están tomados de la literatura profética. Entre ellos podemos identificar los siguientes16: una «mujer» puede representar a un pueblo (12.1-17) o a una ciudad (17.1-18); los «cuernos» indican poder (5.6; 12.3), particularmente autoridad y poder real (13.1; 17.3); «las alas» aluden al movimiento, dinamismo, movilidad (4.8; 12.14); «los ojos», conocimiento (1.14; 2.18; 4.6; 5.6); y las «palmas», triunfo (7.9). Las «trompetas» simbolizan una voz sobrehumana, divina (1.10; 8.2); la «espada aguda» la palabra de Dios que juzga y castiga (1.16; 2.12, 16; 19.15, 21); las «vestiduras blancas», el mundo glorioso (6.11; 7.9, 13; 22.14); y el «mar», fuente de inseguridad y muerte (13.1; 21.1).

En la simbología apocalíptica, los colores y los números juegan un papel preponderante. El «blanco» simboliza el gozo del triunfo (1.14; 3.4, 18; 4.4; 6.1; 7.9, 13; 19.11, 14); el «púrpura y escarlata», lujo, magnificencia (17.4; 18.12, 16); el «amarillo» se refiere a la descomposición (6.7); y «el negro», a la muerte (6.5; 12). El número «siete» (usado 54 veces en el libro) significa totalidad, plenitud y perfección; el «doce» (23 veces) alude a las tribus de Israel o a los discípulos de Cristo; y el «cuatro» (16 veces) representa lo creado, la universalidad. Otros números que se repiten con cierta frecuencia son: el «tres» (11 veces); el «diez» (10 veces); y el «mil» y sus múltiplos (cap. 20).

El objetivo de la simbología es destacar el inefable misterio al cual se alude. El vidente, tomado por el Espíritu de Dios, o en diálogo con un interlocutor divino, comunica a los creyentes los misterios necesarios para la edificación, consolación y salvación. La finalidad del simbolismo no es reproducir de forma coherente y lógica alguna realidad, sino evocar la imaginación para inspirar la fe y la seguridad de los fieles.

El objetivo de la simbología es destacar el inefable misterio al cual se alude. El vidente, tomado por el Espíritu de Dios, o en diálogo con un interlocutor divino, comunica a los creyentes los misterios necesarios para la edificación, consolación y salvación.

La pregunta fundamental, al estudiar Apocalipsis 13.1-18, por ejemplo, no debe ser cómo pueden repartirse o dividirse diez cuernos en siete cabezas. Al evaluar este texto descubrimos que el Cordero, que simboliza al Cristo triunfante, posee la plenitud del poder y del conocimiento; la bestia, con su forma grotesca y amenazante, alude al déspota imperio romano, las cabezas son sus emperadores, y los cuernos representan a sus reyes vasallos.

Los habitantes de la tierra cuyos nombres no estén escritos en el libro de la vida adorarán a la bestia, que equivale a decir que cederán y caerán derrotados ante el poder del Imperio. Sin embargo, la gente fiel, los creyentes que no sucumbieron ante la presión y persecución de la bestia, también conocida con el número «666», dicen:

¡Aleluya!
Porque ha comenzado a gobernar el Señor,
nuestro Dios todopoderoso.
Alegrémonos,
llenémonos de gozo y démosle gloria,
porque ha llegado el momento
de las bodas del Cordero.
Su esposa se ha preparado:
se le ha permitido vestirse
de lino fino, limpio y brillante,
porque ese lino es la recta conducta
del pueblo santo.
Apocalipsis 19.6-8 (DHH)

Pertinencia y contextualización

La literatura apocalíptica, de la cual el Apocalipsis de Juan es uno de los mejores representantes, florece durante momentos y períodos de crisis. El objetivo teológico y pastoral no es amedrentar, intimidar, desorientar ni confundir a los creyentes. Esta literatura, que entierra sus raíces muy hondas en los profetas del Antiguo Testamento, destaca la capacidad divina de intervenir en momentos de dificultad extrema por las que atravieza el pueblo de Dios.

En la tradición de los antiguos profetas de Israel, estos anuncian el triunfo definitivo de Dios y su pueblo ante las fuerzas del mal, Satán y sus demonios. Mediante un lenguaje saturado de imágenes, simbolismo y poesía se afirma la victoria total de los hijos de la luz ante el ataque de los hijos de las tinieblas. Estos temas, que preocuparon al vidente en Patmos, se visten de actualidad ante la crisis moral, social, política y espiritual de la sociedad contemporánea.

En la tradición de los antiguos profetas de Israel, estos anuncian el triunfo definitivo de Dios y su pueblo ante las fuerzas del mal, Satán y sus demonios.

A la crisis tradicional —que se manifiesta en injusticias, guerras regionales, opresión, represión, matanzas, hambre, pobreza y miseria— debemos añadir las crisis y las dificultades en el Mediano Oriente, particularmente en Palestina e Israel. Ante una nueva amenaza de un holocausto nuclear de repercusiones indescriptibles, se escucha nuevamente el mensaje apocalíptico:

Y oí una fuerte voz que venía del trono, y que decía: «Aquí está el lugar donde Dios vive ahora con los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía, ha dejado de existir».

El que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas».

Apocalipsis 21.3-5a (DHH)