Image

Emma Martínez Ocaña

Buscadores de felicidad

Jesús de Nazaret, un hombre feliz,
nos muestra sus caminos de felicidad

NARCEA, S.A. DE EDICIONES

Cubierta: Aderal

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.

ÍNDICE

Prólogo

Introducción

Orientaciones para la utilización de este libro

1. Una propuesta metodológica.

2. A quién va dirigido.

3. Cómo puedes utilizar este libro.

4. Con qué lenguaje te vas a encontrar.

5. Si quieres continuar el diálogo conmigo…

1. Marco teórico subyacente

1. Antropología y orientación psicológica

2. El silencio: camino hacia el yo profundo

3. Que la palabra se haga experiencia

4. Orar desde “lo que soy”

2. Entrar en la experiencia

PISTAS PARA ENTRAR EN LA EXPERIENCIA

1. Actitudes básicas

1.1. “Sentir y gustar”.

1.2. Avivar el deseo.

1.3. Pedir oídos de discípulo o discípula.

1.4. Vivir el gozo de saber que más que buscar somos buscados.

Para interiorizar: escuchar el corazón y dejarse encontrar.

2. Consciencia de mi presente: ¿Cómo me sitúo? ¿Cómo estoy en “aquí y ahora”?

Para interiorizar: mi presente.

EJERCICIOS PRÁCTICOS

3. Mi experiencia de felicidad

Para interiorizar: consciencia de mi experiencia de felicidad.

3. Qué es y qué no es felicidad

EXPOSICIÓN TEÓRICA: QUÉ ES Y NO ES FELICIDAD

1. Consideraciones previas

2. ¿A qué llamamos felicidad?

3. ¿Qué es lo difícil de encontrar con sabiduría senderos de felicidad?

3.1. Creencias sociales que, interiorizadas, nos confunden y desvían de los caminos que nos conducirían a la verdadera felicidad.

3.2. Creencias personales, mecanismos interiores saboteadores de la propia felicidad.

4. Un Jesús feliz nos muestra sus caminos de felicidad

4.1. La fe ¿fuente de felicidad o de infelicidad?

4.2. Jesús, paradigma del ser humano pleno, feliz.

4.3. La felicidad en el contexto sociopolítico, cultural y religioso en que vivió Jesús.

La felicidad en mi contexto

EJERCICIOS PRÁCTICOS: Consciencia de lo que me dificulta ser feliz

Para interiorizar: qué te dificulta o impide ser más feliz

4. Dónde está el secreto de la felicidad

EXPOSICIÓN TEÓRICA: EL SECRETO DE LA FELICIDAD

1. La felicidad: el sueño de Dios sobre la humanidad

1.1. ¿Cómo entender hoy el relato de “la creación”?

1.2. ¿Có mo describe el yahvista este proyecto de felicidad?

2. El secreto de la felicidad de Jesús de Nazaret

3. Una mirada personal a esta experiencia fundante de Jesús

3.1. El camino hacia la profundidad.

3.2. El camino de la solidaridad-religación fundamental-pertenencia.

3.3. El camino de la seguridad inquebrantable hecha de confianza.

El secreto de mi felicidad

EJERCICIOS PRÁCTICOS: Contemplar el “sueño de Dios. Eres hijo amado”

5. El camino del amor

EXPOSICIÓN TEÓRICA: EL CAMINO DEL AMOR

1. El camino del amor

1.1. El fondo de nuestro ser es amor.

1.2. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

1.3. Ingredientes y registros del amor.

2. El sendero del amor pasa por saber recibirlo y darlo

3. El amor que se hace compromiso creativo

4. El amor de compasión que se hace cuidado

5. El amor que se hace perdón

6. El amor se hace relación con los otros y soledad habitada

Yo transité el camino del amor

EJERCICIOS PRÁCTICOS: Regalos para crecer en el amor. Vivir saboreando el amor

6. El camino de la aceptación

EXPOSICIÓN TEÓRICA: EL CAMINO DE LA ACEPTACIÓN

1. La aceptación de la realidad

1.1. ¿Qué es aceptar?

1.2. Consciencia.

2. La aceptación de cada persona como es

3. La autoaceptación y la autoestima

4. La autorrealización y el despliegue del propio ser

Yo transité el camino de la aceptación

EJERCICIOS PRÁCTICOS: Saber “saltar”, saber “acoger”. Dejarme seducir por la persona de Jesús

7. El camino del presente

EXPOSICIÓN TEÓRICA: EL CAMINO DEL PRESENTE

1. El camino del vivir el presente

2. El camino de saborear la cotidianeidad

2.1. Qué es la “cotidianeidad”.

2.2. Qué nos dificulta recrearla y disfrutarla.

3. El camino del “control” de la mente

4. El camino del cuerpo

Jesús vive el presente e invita a hacer lo mismo

5. El camino del sentido del humor

5.1. Qué es el sentido del humor.

5.2. El paradójico humor de Jesús que nos invita a la danza de la vida.

5.2.1. La danza de ser lo que realmente somos.

5.2.2. La danza del amor con humor.

Yo fui un danzarín de la danza del amor con humor

EJERCICIOS PRÁCTICOS: “Bástale a cada día su propio afán”. Danza del amor con humor

8. Encontrar sentido a la vida e integrar el dolor y la muerte

EXPOSICIÓN TEÓRICA: ENCONTRAR SENTIDO A LA VIDA. INTEGRAR EL DOLOR Y LA MUERTE

1. Encontrar el sentido a la vida, fuente de felicidad

1.1. Búsqueda de la propia identidad.

1.2. Saber caminar más allá de uno mismo e ir hacia los otros haciéndo los porqués de nuestra vida.

1.3. Comprometer nuestra libertad en la construcción de un “nosotros” socio-político-ecológico más justo, solidario, cuidador de la vida.

1.4. Acoger el sentido de la vida que Jesús nos ofrece y dejarnos moldear por él.

Viví con proyecto y con sentido

2. El camino de integración de la felicidad con el dolor, la superación del sufrimiento y la muerte

2.1. El dolor y la muerte son realidades de la vida.

2.2. Diversas posturas ante el dolor.

2.3. Cómo convertimos el dolor en sufrimiento.

2.4. Cómo integrar el dolor y la muerte en el horizonte de la felicidad.

3. La profunda felicidad de Jesús fue compatible con el dolor y la frustración

Mi profunda felicidad fue compatible con el dolor y la frustración

EJERCICIOS PRÁCTICOS: Pedir, elegir, agradecer, entregarse. El camino paradógico de las bienaventuranzas

Mi propuesta de felicidad es paradógica, política y transgresora

Epílogo: vivamos de esperanza

Bibliografía y Referencia de los CD’s

PRÓLOGO

Me reconozco una buscadora nata. Entre mis múltiples búsquedas, la de la felicidad ha ocupado un lugar privilegiado. La vida me ha regalado un temperamento con mucha capacidad para sentir, gozar y experimentar el dolor, eso me hace sentirme viva. Pero en mi historia ganan por goleada las experiencias donde he gozado, he disfrutado, he sido, modesta pero realmente, feliz. En esto me siento privilegiada. Sin duda, a ello ha contribuido una infancia fundamentalmente feliz, una familia donde nos hemos expresado muy libremente el cariño, la ternura y donde ha prevalecido un gran sentido del humor. También la vida me ha regalado con buenas y gozosas experiencias de amistad y además, para mí, la fe en Jesús de Nazaret ha sido y sigue siendo una Buena Noticia. Por todo ello doy gracias.

En esta etapa de mi vida de “júbilo”, miro con gratitud mi trayectoria vital y descubro los muchos caminos por los que he buscado felicidad para mí y para los demás: unas veces de forma sabia y evangélica, otras de forma necia y equivocada, pero siempre aprendiendo de la vida.

A través de muchos años de escucha y de tratar de servir de ayuda en el acompañamiento psicoespiritual de numerosas personas, he constatado que la búsqueda de felicidad está en el corazón del ser humano y se manifiesta de muchas maneras. De ella se aprovecha nuestra sociedad de consumo ofreciéndonos “objetos” y “modos de vivir” para ser más felices, engañando muchas veces a nuestro corazón sediento de felicidad verdadera.

De estas búsquedas con sus luces y sombras he aprendido mucho. De todas estas experiencias, además de tiempos de lectura, reflexión, meditación, encuentros grupales, ha brotado este libro.

Hay libros de muchas clases. Unos se gestan y nacen para ser leídos y pasar un buen rato; otros quieren ser una puerta abierta a la investigación señalando preguntas que quedan sin respuesta, misterios que hay que desentrañar; otros no tienen más pretensión que la simple divulgación de contenidos. Los hay también de muchos géneros: autobiográficos, históricos, novelas, obras de teatro, biografías. El libro que hoy pongo en tus manos nace de la experiencia y quiere llevarte a la experiencia.

No tienes ante ti un tratado antropológico, psicológico, filosófico o teológico sobre la felicidad, aunque toca todos esos ámbitos que tienen como centro al ser humano. Estas páginas, como acabo de expresar, son fruto de la reflexión sobre mis búsquedas de felicidad y de la experiencia compartida de muchas personas que personal o comunitariamente han compartido conmigo sus propias búsquedas de caminos de felicidad y de los intentos de transitarlos con consciencia, lucidez y humildad.

Quizás en esta publicación se verifica con fuerza y realismo lo que desde hace ya bastantes años vengo constatando: las palabras encuentran toda su hondura cuando se hacen carne, cuando se hacen cuerpo, cuando se hacen experiencia. Entonces pasan a ser algo más que palabras. Ese “más” solo lo captan quienes sintonizan en la misma frecuencia, quienes se atreven a hacer suya la experiencia, quienes se abren, en lo profundo de su corazón, a los caminos señalados por otros, a los senderos humanos y humanizadores que muchas personas han recorrido antes.

La felicidad que todos ansiamos ni se compra, ni se vende, ni se conquista. Va empapando nuestra existencia en la medida en que, en el día a día, vamos transitando los senderos de felicidad que a cada uno le corresponde recorrer. Al adentrarte en las páginas de este libro te ofrezco, humildemente, una herramienta para que descubras tus propios caminos en el presente de tu historia personal, familiar y social.

Seguramente descubrirás, como tantos y tantos testigos que nos han precedido, que la felicidad no transcurre por senderos ruidosos y luminosos, sino que –como las grandes cosas– se fragua en lo pequeño y cotidiano, en lo sencillo y casi imperceptible, en el aquí y ahora de nuestra existencia diaria. Se fragua en las actitudes con las que vamos afrontando nuestra vida cada día.

Adéntrate en estas páginas con el deseo, no solo de leer, sino de hacer vida su contenido. Haz que las palabras se hagan carne de tu cuerpo de modo que, trascendiéndolas, ofrezcas a quienes te rodean tu propio secreto de la felicidad. Quizás, al concluir el recorrido que te ofrezco, puedas continuar este texto con alguno de los senderos que se te han iluminado en lo profundo de tu ser.

Te aventuro una experiencia única e irrepetible: descubrir que el sueño que anida en lo profundo del corazón humano (el sueño de Dios para quienes somos creyentes) no es otro que la felicidad humana y que, dentro de ti, tienes los ingredientes para poder construirla.

Son muchas a las personas a las que quiero dar gracias.

En primer lugar a todas las que a lo largo de mi vida han colaborado en mi felicidad, la han hecho posible, la han disfrutado conmigo.

También a todas las que me han enseñado caminos sabios y evangélicos de buscarla; imposible nombrarlas a todas.

A quienes han compartido conmigo sus búsquedas de felicidad.

En relación a la elaboración de este libro, de un modo especial, agradezco a mi buena amiga Carmen Barba su trabajo ímprobo y desinteresado en la transcripción del material oral que completó y amplió el texto escrito, la organización del material, la bibliografía y un largo etc. Sin su inestimable apoyo este libro no hubiera podido salir tan pronto.

A Rosario de la Rosa, amiga entrañable, que con paciencia y cuidado me ha ayudado a corregir erratas y a mejorar tanto su contenido como su estilo.

A todas mil gracias.

INTRODUCCIÓN

Orientaciones para la utilización de este libro1

Más que una introducción propiamente dicha, a continuación te ofrezco unas orientaciones y sugerencias para adentrarte en este libro de modo que puedas hacer de él una experiencia significativa para tu persona.

1. Una propuesta metodológica 2

Si algo caracteriza esta propuesta no es solo el tema de contemplación –del que, sin duda, hay mucho escrito–sino el método.

Pongo en tus manos mucho más que una serie de contenidos que pueden ir cambiando; te ofrezco un camino de meditación, una “guía” para una práctica silenciosa, unas pautas que te encaminen hacia un aprendizaje del silencio contemplativo.

No se trata de buscar el silencio por el silencio. Para ello existen escuelas, talleres y textos que te ponen en esa pista. Te propongo el aprendizaje del silencio como medio imprescindible para ampliar la consciencia y la lucidez. Estas dos palabras, junto con la necesaria humildad y la integración, van a ser las claves del método. En él, la práctica del silencio es camino para la libertad, una libertad que se fragua en la escucha y el encuentro con el yo más profundo de nuestro ser.

Cada tema está estructurado siguiendo el mismo es - quema: sembrar el corazón; saludo a la vida; exposición teórica; propuesta de dos meditaciones por tema o día.

Si hojeas los capítulos, verás que el desarrollo teórico de cada tema está precedido por dos elementos que considero fundamentales en la metodología que propongo: para sembrar el corazón y orar en sintonía con la vida.

En primer lugar, te propongo una breve indicación sobre las actitudes con las que conviene “sembrar el corazón”, a modo de deseo, antes de adentrarte en la exposición y en la meditación. Es más, la experiencia me dice que si te acostumbras a “sembrar el corazón” desde la noche anterior, obtendrás mucho mayor fruto al día siguiente. Por ello te sugiero que, cada día antes de acostarte, durante unos minutos, siembres ese deseo en lo profundo de tu ser.

En segundo lugar, te ofrezco el guión de una breve oración con el cuerpo que te aconsejo realices cada día al levantarte. Si eres constante descubrirás que se trata de un modo sencillo de ponerte “en sintonía con la vida”: con la vida que hay en ti, con la Vida que sostiene el universo, con toda vida. No debe durar más de diez minutos y es aconsejable que la hagas al aire libre y en contacto con la naturaleza. Si no tienes posibilidades, abre sencillamente una ventana y deja que el fresco de las primeras horas de día, los sonidos que despiertan, lleguen a ti. Haz silencio en tu interior acogiendo todo lo que te llega. Con tu cuerpo siéntete en comunión con la vida por medio de un breve saludo oracional sin palabras o, mejor dicho, que tiene como “palabra” un gesto en el que y con el que te dices a ti mismo.

Cada la mañana dejamos que se exprese el cuerpo a través de gestos. Con una pequeña motivación es el cuerpo el que habla, el que se hace oración, dejando que el gesto diga, que se haga gesto orante. Escuchamos los pájaros, sentimos el aire… integrando todo en la experiencia orante. ¡Prueba tú misma durante unos cuantos días!

A medida que avanzan los temas (o días si utilizas este libro para una semana contemplativa) te propongo incorporar un gesto nuevo de modo que, al finalizar el recorrido de este libro, hayas interiorizado pausadamente la oración completa.

Esta propuesta de oración corporal matinal a la que te invito procede del yoga, si bien te la presento en clave cristiana. No obstante, como diré más adelante, si no eres creyente, este ponerte “en sintonía con la vida” puede serte de gran ayuda porque para todo ser humano el sol es energía vital que cada día podemos agradecer y acoger.

De este modo, sin palabras, vas a ir asimilando día a día la metodología integradora que te ofrezco. Integración de la persona entera: cuerpo, mente, afectos, espíritu. Una metodología que integra también un diálogo interdisciplinar entre psicología, antropología y espiritualidad en un intento de unificar lo que una concepción dualista de la vida ha separado. Hay también una integración de la sabiduría del lejano Oriente (nos llevan siglos de ventaja en la práctica del silencio meditativo), del medio Oriente (Jesús y sus seguidores y seguidoras eran palestinos) y de Occidente.

Esta propuesta metodológica tiene detrás un marco teórico (antropología, psicología, teología de la oración) que explicito en el primer capítulo y que considero fundamental para comprender toda la propuesta.

En tercer lugar, te ofrezco un pequeño desarrollo teórico del tema objeto de reflexión y contemplación. Se trata de una exposición sencilla que busca poder llegar a todas las personas que sienten en sus vidas la llamada a explorar caminos nuevos hacia la interioridad y el equilibrio personal de todas las dimensiones de su persona: física, psíquica, social y espiritual. De ahí que haya optado por no recargar el texto con excesivo aparato crítico. Las notas a pie de página pueden ser útiles para que puedas, tú mismo, profundizar en los aspectos que te interesen. Algunas –como verás– son anotaciones que han ido surgiendo al compartir, cada día, la experiencia de la propuesta oracional, de lo vivido en el día y que, sin lugar a dudas, han enriquecido el texto inicial.

Por último, una vez hayas “sentido y gustado” el desarrollo del tema en su parte expositiva o teórica, te ofrezco dos meditaciones u oraciones guiadas3. Están pensadas bien para la práctica personal, para la práctica comunitaria o grupal, o para que puedas utilizarlas como guía de la meditación de otras personas, consciente de que no podemos transmitir lo que antes no hemos experimentado personalmente.

Las meditaciones que propongo en cada tema siguen el mismo esquema. Constan de dos partes. En la primera se dedica un tiempo a la práctica del silencio: corporal (con la relajación) y mental (con la atención a la respiración, a las sensaciones, música para hacer silencio…). En la segunda parte, con el fin de ampliar tu consciencia, ofrezco una propuesta contemplativa bien de tu propio ser o de tu historia, bien de la persona de Jesús de Nazaret.

Para la práctica meditativa es muy importante que busques un espacio en el que puedas meditar sin interrupciones. Si te introduces en esta dinámica pronto descubrirás cómo necesitas un “rincón” en tu casa, en tu cuarto… reservado para este encuentro con lo más profundo de tu ser. Antes de iniciar las meditaciones asegúrate que tienes a mano todo lo que necesitas, de modo que puedas sencillamente “estar”, sin preocuparte por nada. En las meditaciones añado en el texto […] en los momentos en que se requiere silencio.

Una última observación: al tratarse de una oración integradora del cuerpo-psique-espíritu, de la naturaleza, la vida, la Palabra, una oración de encuentro profundo entre consciencia y fe, las posturas corporales no carecen de importancia: son lenguaje de tu compromiso con la oración. Por ello, en cada meditación conviene que, si tienes posibilidades, hagas la primera parte tumbada (es más fácil relajarse, aunque hay el peligro de dormirse) y la segunda la hagas sentada en la postura meditativa que acostumbres (en el suelo, en una silla, en un banquito, en postura de yoga, etc.). Si, por la razón que sea, no te es posible tumbarte ¡no importa!, pero conviene que, entre una parte y otra, tonifiques tu cuerpo sin perder la concentración. Una vez inicies la práctica comprobarás por ti misma la importancia de esta indicación.

Si optas por reflexionar los temas en grupo, al acabar cada uno de ellos, te propongo dos momentos más: una sencilla celebración comunitaria y un compartir al terminar el mismo.

Es importante que la celebración la hagáis en torno a los signos de la vida: pan, vino, agua, tierra, fuego, aire, flores, perfume, dejando que sean los signos los que hablen y los que despierten en nosotros la experiencia. Por eso, la persona o el pequeño grupo que la prepara y dirige no debe preocuparse demasiado, ni elaborar textos muy extensos. Los signos tienen su propio lenguaje. Es preciso aprender a escucharlos, a interpretarlos y a incorporarlos como lenguaje de nuestra propia experiencia. La celebración no es “responsabilidad” de quienes la preparan, es celebración del grupo o comunidad. Por eso también es importante la elección del lugar donde se quiere celebrar4.

En la vivencia en grupo os propongo que por la noche, al terminar el día, dediquéis un espacio de encuentro en el que podáis compartir la experiencia vivida en el día de modo que unos seáis testigos de otros5.

Intenta vivir los temas en espacios y tiempos de silencio. Los asimilarás mejor y ahondarás más en la experiencia. No es un silencio impositivo, sino gustado, deseado, que te ofreces y regalas a ti misma en tu día a día.

Si los temas se reflexionan y oran en grupo, el silencio nos lo ofrecemos y regalamos mutuamente. Es importante acordar previamente los espacios y tiempos de silencio de modo, que si alguien desea o necesita hablar con otra persona, pueda buscar lugares que no sean los acordados. Se trata de facilitar el silencio interno y externo, ya que es liberador de tensiones físicas y psíquicas y favorece en nuestro cuerpo cambios medibles. Además, en grupo, experimentarás cómo el silencio es acumulativo y crea una dinámica de comunicación y vinculación mucho más honda que la que se puede fraguar en el vivir cotidiano.

Por último, en casi todos los temas ofrezco unos documentos o ejercicios como pistas para interiorizar la experiencia. Estas propuestas no son una tarea para hacer; tampoco los ejercicios de oración. Son sólo ayudas, una especie de menú en el que puedes seleccionar aquello que, en tu momento vital, más te pueda ayudar a profundizar en el tema. El objetivo es que la Palabra que se te propone se haga experiencia en ti, porque lo que transforma no es lo que leemos, pensamos o reflexionamos, sino la experiencia vivida en lo profundo del corazón6.

No lo olvides: lo que realmente transforma nuestras vidas son las experiencias de encuentro y, en nuestro caso, de encuentro con Jesús de Nazaret. También las meditaciones van en esta línea: tienen poca palabra pero una Palabra que llegue a un corazón, una mente y un cuerpo silenciados para que la Palabra se haga experiencia.

2. A quién va dirigido

Este libro está dirigido a creyentes y no-creyentes, cristianos y no-cristianos. La práctica cotidiana me ha mostrado que esta propuesta es asequible y fácilmente asumible a quienes buscan llegar a la verdad de sí mismos, se introducen en una experiencia espiritual y ansían emprender caminos de liberación personal, de equilibrio y madurez.

Desde mi mundo cultural y mi experiencia creyente propongo a Jesús de Nazaret como paradigma del ser humano pleno y plenificado. Él –modelo de humanidad realizada– ofrece a todo ser humano una forma de ser, estar y vivir que se hace camino certero para quienes buscan senderos de felicidad. Todo lo verdaderamente humano encuentra eco en Jesús de Nazaret.

Tengo que confesar que a mí me seduce la persona de Jesús, se me revela con una manera de ser persona, una visión de la vida, un proyecto vital y una fe en un Dios Amor que siento apasionante y estimulante para cualquier ser humano, más allá de la fe en Él.

Los textos evangélicos siempre sorprenden por su sencillez. Por eso hablan de caminos posibles para cualquiera, independientemente de sexo, historia personal, cultura, contexto personal o social. Jesús afirma de mil modos diferentes que los hombres y mujeres tienen en sus manos una importante tarea que realizar: ser felices y luchar para que todas las personas puedan llegar a serlo. Éste es el sueño de Dios sobre la humanidad.

3. Cómo puedes utilizar este libro

Quiero señalar que el conjunto del libro está concebido como una unidad que nace de mi experiencia personal y compartida y quiere ensancharse con la tuya. Cada capítulo debes considerarlo como una unidad. Todos sus elementos forman parte de una única metodología. La fragmentación o el “picoteo” dejarán vacíos de significado cada uno de los ingredientes que conforman los temas. Pueden ser utilizados para vivir personalmente una experiencia contemplativa de ocho días o para acompañar una experiencia comunitaria. En este caso, cada tema se correspondería con un día.

Permíteme el símil de la receta de cocina: un guiso se consigue por la adecuada y proporcionada combinación de los diferentes ingredientes. Para que salga “algo bueno” es preciso considerar tiempos, momentos, condiciones, proporciones, medidas… Del mismo modo, cada tema forma una unidad en sí mismo. Todos los temas en su conjunto y en el orden propuesto son, así mismo, una unidad que quieren conducirte –respetando tu presente, tu propio ritmo y tus propios tiempos– a descubrir, por ti mismo, tus propios senderos de felicidad. Por eso te aconsejo que sigas el orden sugerido.

No obstante puedes empezar la lectura y práctica por el tema que te resulte más sugerente. Pero, con una única condición: es imprescindible leer y trabajar detenidamente el capítulo 1. Sin éste (en el que me detengo en la antropología y teología de la oración que subyace a todo el desarrollo posterior) no solo perderás gran parte de la riqueza que puedes obtener de los temas que siguen, sino que –en muchas ocasiones– se pueden hacer algo incomprensibles.

4. Con qué lenguaje te vas a encontrar

He optado por un lenguaje coloquial y sencillo, unas veces utilizo el plural y otras el singular para ayudarte a interiorizar.

Intentando evitar un lenguaje sexista que invisibiliza a las mujeres y también la molesta repetición el/la, nosotros/nosotras, etc., he decidido buscar, siempre que sea posible, un lenguaje inclusivo. Cuando no ha sido posible he utilizado indistintamente el masculino o el femenino, con una cierta preferencia por el femenino, no solo porque la mayoría de las personas que acuden a los cursos son mujeres y, además, también predomina el sexo femenino entre quienes me leen, sino también porque debajo del femenino yo pongo como sujeto “la persona” (varón y mujer) que sí es un término inclusivo y no el pretendido “hombre” que, desde luego, no nos nombra a las mujeres.

5. Si quieres continuar el diálogo conmigo…

Si deseas compartir conmigo lo que este libro significa para ti, me alegraría mucho. Así mismo, si quieres seguir profundizando en esta línea puedes ponerte en contacto conmigo en emmamartinezo@telefonica.net o acceder a la propuesta que hago cada año tanto de encuentros de fin de semana como de encuentros intensivos, así como a otras publicaciones mías, entrando en www.emmamartinezocana.com

Deseo de corazón que estas páginas te ayuden a transitar tus propios senderos de felicidad, de modo que desde tu experiencia ayudes a otras personas y juntas, vayamos fraguando un mundo más humano en el que todas las personas, en armonía respetuosa con todo lo creado, experimentemos la felicidad posible en nuestro caminar por la historia.

1. MARCO TEÓRICO SUBYACENTE

Como ya he apuntado, antes de entrar a desarrollar los caminos de felicidad, quiero explicitar algunas opciones y creencias básicas que sostienen el proceso metodológico y en gran parte el contenido de este libro. Este marco teórico sustentante lo explicito en cuatro aspectos que considero esenciales:

La antropología y orientación psicológica que recorre todo el texto.

El silencio, camino hacia el Yo profundo.

Pedir el don de que la Palabra se haga “experiencia”.

Qué concepción de oración se deduce: Orar desde lo que soy.

1. Antropología y orientación psicológica

En todo lo que decimos y/o hacemos subyace el intento de dar respuesta a las preguntas fundamentales del ser humano: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Por qué existe algo?

Los intentos de respuesta se buscan en diferentes contextos; en el de la reflexión sobre:

La realidad, que da lugar a la ontología.

La reflexión sobre el mundo y su fundamento, dando lugar a la cosmología.

La reflexión sobre el ser humano, dando lugar a las diferentes antropologías y escuelas psicológicas.

Vamos a detenernos en esta última reflexión ya que en todo discurso, sea de la índole que sea, subyace siempre una antropología, es decir, una forma de entender al ser humano, aunque no siempre sea explícita.

De una manera pedagógica y sencilla, el esquema que exponemos a continuación intenta representar las aportaciones de la psicología humanista y de la espiritualidad sobre los distintos “niveles del yo”7.

Mi formación en el campo psicológico es humanista, marcada por Carl Rogers y su escuela psicológica nodirectiva y por toda la amplia corriente Gestáltica. Así mismo, como verás fácilmente, en la concepción del ser humano me ha influido profundamente C.G. Jung8. Recientemente, el descubrimiento de la Psicología Positiva9 ha reforzado esta mirada positiva y esperanzada sobre nuestro ser persona humana. También voy incorporando las aportaciones de la concepción antropológica de la Nueva Conciencia No-Dual10. De todas estas corrientes soy agradecida deudora.

No esperes un desarrollo científico de antropología sino un esquema pedagógico que intenta ser ilustrativo y que me sirve para tratar de explicitar lo que llamo los niveles del “yo”. Se trata de una herramienta que tiene como objetivo fundamental hacernos caer en la cuenta de que lo que llamamos “yo” no es muchas veces nada más que lo más externo de nuestra persona, lo más condicionado por nuestros esquemas mentales11, lo más “adaptado” al entorno, el “personaje”, como diría Jung. Si nos quedamos ahí perdemos nuestra verdadera identidad, que también en lenguaje jungiano es “Imago Dei”.

El objetivo es, por tanto, ayudarte a comprender dónde te sitúas en tu momento presente y hacia dónde debes caminar.

El ser humano puede representarse con tres niveles, que no son más que tres niveles de consciencia del propio “yo”: Yo externo, Yo profundo, Yo místico (lo que soy).

Image

El primer nivel es el que denominamos Nivel exterior → corresponde a lo que podríamos llamar “yo externo” → es aquello que se muestra sin grandes comunicaciones. Es lo que mostramos a los demás. Evidentemente desempeñamos un rol, tenemos una profesión, lo que pensamos, decimos o hacemos; exterioriza lo que somos, pero esa no es toda nuestra verdad.

Vamos a detenernos en cada uno de los aspectos señalados como más relevantes en este nivel pues tienen mucha más importancia de la que solemos darle.

Por ejemplo, analizando el primero, podemos afirmar –sin lugar a dudas– que todas las personas tenemos un rol y éste puede ser asignado o adquirido. Así, el “sexo”, ser mujeres o varones, es un rol asignado, no elegido, que nos configura como personas. No obstante, esta realidad sexuada la vivimos en un contexto social que la configura (el género), de modo que a cada sexo se le atribuyen unos valores, conductas, funciones, tareas, etc. Aunque esta configuración social va cambiando poco a poco, no podemos negar –por ejemplo– que en el inconsciente colectivo se sigue identificando el ser-mujer con la dulzura, la delicadeza, la ternura, el servicio, el cuidado (cualidades que a los varones les vienen muy bien, por supuesto) mientras que a los varones se les identifica por su fortaleza, su independencia, su iniciativa, su racionalidad…

Tampoco nadie ha elegido ser “hijo o hija”, “hermano o hermana”, ni el lugar que ocupamos entre nuestros hermanos. Sin duda que estos roles asignados también nos configuran. Otros roles los elegimos en un momento determinado de nuestras vidas: casarse (ser esposo/a de, madre/padre de), ser sacerdote o religioso/a, laico/a… ¿Acaso no “marcan” una determinada forma de desenvolverse?

El rol nos configura, nos condiciona, también nos permite realizar unas funciones… Forma parte de nuestro yo y nos expresa. Pero corremos el peligro de que el rol “se coma” nuestra persona, es decir, que llegue un momento en el que el esfuerzo por realizar bien el rol termine alejando de mi consciencia aquello que no se corresponde con el rol asignado o con lo que se espera de mí ejerciendo ese rol12.

En ocasiones, la identificación con el estereotipo asignado al rol anula aquellos aspectos de la persona que no encajan en “lo que se espera”. El rol es una posibilidad para desplegar el ser, pero también puede ser un problema cuando, de tal modo nos identificamos con él, que nos reducimos como personas.

Pensemos en un segundo aspecto de nuestro “yo externo”: la profesión. A base de ir por la vida de “profesionales” tenemos el peligro de no sacar a la luz todas las potencialidades de nuestro ser13. En ocasiones, las personas ponemos toda nuestra energía en ser fantásticas profesionales, ignorando que nuestra persona entera puede quedar deteriorada porque “yo no soy solo una buena profesional”. Todas tenemos la experiencia de hasta qué punto, en ocasiones, la profesión nos reclama tanta dedicación que ya no disponemos de tiempo sosegado para las relaciones, para descansar, para contemplar, para reflexionar… perdiéndose nuestra persona, eso sí ¡siendo una fantástica profesional! ¿Qué ha pasado?: que la profesión “se come” nuestra persona. ¡Cuántas familias se han destrozado porque la profesión ha pasado por encima de ser padre, madre, esposo, esposa, hijo, hija, hermano!

Pensemos también cómo, muchas veces, de forma inconsciente, nos identificamos con lo que hacemos. Actualmente es alarmante el nivel de estrés que se detecta en nuestra sociedad. Vamos deprisa a todas partes, cada vez tenemos más cosas que hacer y vivimos con la urgencia de estar al día ya que las nuevas tecnologías pueden dejarnos en la estacada. Las presiones que sufrimos en nuestro quehacer cotidiano son tan altas que el elevado nivel de estrés puede abocarnos a una depresión.

Todas nos podemos sentir halagadas si en un momento determinado se dice de nosotras: “¡Qué trabajadora es esta persona!”. Sin duda ese reconocimiento nos hace sentir bien, pero no podemos dejarnos deslumbrar por los halagos, más bien tendríamos que preguntarnos si además de trabajadoras somos personas equilibradas, con tiempo para nosotras mismas y para los demás, para hablar y escuchar… o solo tenemos tiempo para trabajar. Si solo trabajamos ¡somos una fantástica máquina de trabajar que se lleva a reparar cuando se estropea, se la engrasa un poco y se la pone de nuevo a funcionar! No es tan raro que, al iniciar un período de descanso o vacaciones, o un retiro, se escuche decir: “Necesito reponerme (o, en lenguaje más coloquial, “cargar las pilas”) para poder seguir y dar más”. No somos conscientes que expresiones como éstas pueden albergar un problema de fondo.

Las que hemos llegado a la edad de la jubilación conocemos la primera pregunta que se nos suele hacer: “¿Y, qué vas a hacer ahora?”. A las personas se nos identifica con lo que hacemos, hasta el punto de que si tengo la agenda muy llena, soy importante, y si nadie me reclama, entonces no valgo demasiado. Sería bueno que, por un instante, pensáramos hasta qué punto nos identificamos con “lo que hacemos”. Es importante tener presente que yo no soy lo que hago. ¡Soy mucho más!

También corremos el riesgo de identificarnos con lo que tenemos. No me refiero solo a las posesiones materiales (sin duda en nuestra sociedad consumista y de la apariencia es muy fácil que se haga verdad el “tanto tienes tanto vales”) sino a otro tipo de “posesiones” como pueden ser: títulos, cargos, responsabilidades, etc. Lo que tenemos también nos configura. En una sociedad como la actual, que nos hace deudores de la imagen, podemos llegar a creer que somos más porque tenemos más. Sin embargo, ¿acaso se es más persona por tener más; se es más creyente por eso? Pensemos, ¿en verdad, todo lo que tenemos, nos va haciendo más humanos?

Tampoco soy solo mi cuerpo físico. La sociedad de consumo ha convertido el cuerpo en un ídolo, en un reclamo publicitario de “buena” presencia. La bulimia, la anorexia, las cirugías estéticas, los métodos “estrella” y milagrosos para adelgazar o mantenerse en forma, nos invaden cotidianamente, haciéndonos esclavos de nuestro físico. Algo preocupante, sobre todo, en gente joven.

Es fundamental acostumbrarnos a caer en la cuenta de que somos más que nuestro cuerpo físico14. Sobre todo, si vamos tomando consciencia de que por una enfermedad, un accidente o, sencillamente, por el inexorable paso de los años, nuestro cuerpo físico se quiebra, se deteriora. Eso no significa que nuestra persona se deteriore también. Nuestro cuerpo es nuestro gran aliado. Nos va avisando del estado de nuestra salud integral. Aprendiendo a escucharlo nos vamos fortaleciendo en la paciencia, la delicadeza, la humildad…

Pasemos a otro elemento: aunque es evidente que nuestros pensamientos nos configuran, tampoco somos solo lo que pensamos. Es verdad que nuestros pensamientos condicionan nuestras emociones y estas nuestras acciones, como veremos con detalle más adelante. Es cierto que nuestro mundo de creencias, muchas veces inconscientes, pueden manejar nuestra vida pero como somos más que lo que pensamos, tenemos que desidentificarnos de nuestra mente y al mismo tiempo ir haciéndonos más conscientes de nuestros pensamientos, trayendo a la consciencia las creencias que los sustentan: cómo interpreto la vida, cómo me sitúo ante ella, qué pensamientos me dominan. La práctica meditativa, el ejercicio del silencio mental, nos ayuda a convertirnos en “testigos” de nuestros pensamientos emprendiendo el camino de la desidentificación, aprendiendo a no vivir enganchados a lo que viene a nuestra mente.

De lo dicho se deduce que tampoco somos lo que sentimos, porque –como acabo de decir– la emoción está provocada por la interpretación que hacemos de las cosas. Si ante una persona o situación determinada sentimos rabia, ira… eso no significa que seamos malas personas. La rabia o el miedo, son emociones y, como tales, no son ni buenas ni malas. Todo dependerá de lo que hagamos con ellas. Sencillamente nos avisan de algo, son señales que interpretamos. Por ejemplo, si algo lo interpretamos como una amenaza propia o ajena nos pondremos inmediatamente en estado de alerta, en la dinámica de defensa propia o ajena. Aunque muchas veces nos podamos sentir desbordados por nuestras emociones, ¡somos mucho más que ellas!

Es más, ni siquiera somos lo que amamos. Evidentemente lo que amamos nos configura. En nuestra vida hay “objetos” de amor: personas, realidades, ideas, proyectos, grupos, y eso hace que nuestra capacidad de amar se expanda. Pero la vida puede arrebatarnos muchos de los “objetos” de nuestro amor: hijos/as, esposos/as, padres, madres, amigos/as, profesiones, tareas, cargos… Puede ocurrir que, de tal manera nos identifiquemos con lo que amamos, que nos vengamos abajo, de alguna manera “muramos” con ellos cuando los perdemos, porque no somos capaces de hacer el duelo y decir adiós a esa pérdida que consideramos esencial en nuestra vida. Es cierto que hay pérdidas que no se superan nunca, sencillamente se aprende a vivir con el dolor de su ausencia, pero no se pierde la capacidad de seguir viviendo, de seguir amando pero eso sí ¡a su tiempo!

Somos más que lo que amamos. La vida puede arrebatarnos muchos “objetos de amor” pero no puede arrebatarnos la capacidad de amar que es lo que constituye nuestro ser más profundo. No podemos identificarnos, ni fundirnos, ni confundirnos con nadie ni con nada. Podemos amar muy profundamente pero el otro es el otro y yo soy yo. Y eso muchas veces no es tan fácil de separar.

Nuestro “nivel exterior” es finito, falible, cambiante, limitado y, sobre todo, no nos expresa plenamente. Todas las personas experimentamos, en algún momento de nuestras vidas, que somos mucho más que nuestro rol (asignado o elegido), nuestra profesión, lo que hacemos, lo que tenemos, el cuerpo físico que somos, lo que pensamos, sentimos o amamos. Esas experiencias nos hablan de un “yo profundo” que configura nuestro talante personal, de un ámbito de nuestro ser en el que se fragua el sentido de la vida, los valores, las creencias y las utopías.

A este segundo nivel, lo denominamos Nivel psicoespiritual → yo profundo → creencias (antropológicas, religiosas, sobre mí misma, sobre los otros…), valores, utopías, sentido de vida, decisiones de nuestra libertad…

En este nivel es en el que nos jugamos el ser dueños de nuestra propia vida. Es la sede de nuestros deseos profundos, la fragua del milagro de nuestra libertad, de nuestras elecciones, el corazón de nuestra dignidad personal, la sede de nuestros derechos y deberes15.

Es importante adentrarnos en él. Para romper con las identificaciones de nuestro “yo externo” es preciso saber por qué hacemos lo que hacemos y desde dónde lo hacemos16. Es necesario, a través del silencio, entrar en un nivel más profundo y darnos cuenta de qué o quiénes están moviendo nuestra vida, qué deseos, necesidades, valores, creencias nos están configurando.

El “yo profundo” es dinámico, se va gestando a lo largo de la vida y se mantiene en continua reelaboración, pues nuestro sentido de la vida, nuestros valores, creencias y utopías se reestructuran y adaptan conforme vamos evolucionando. Por ejemplo, todos somos conscientes de cómo hemos ido cambiando las prioridades en nuestra escala de valores. Lo que hace unos años estaba en primer lugar ha pasado quizás al cuarto. O quizás valores heredados seguimos sin cuestionarlos y vivimos desde ellos de un modo acrítico.

Lo mismo ocurre con nuestras creencias. Quizás desde la infancia nos han repetido que debíamos ir por la vida sin fiarnos de nadie, o que éramos torpes. Si no nos hemos hecho conscientes, si no hemos cuestionado estas creencias, puede ser que desconfiemos de todos o que estemos convencidas de que somos torpes en nuestro mundo relacional. Y por no mencionar las creencias religiosas: ¿Cuántos podemos incluso renegar de la fe recibida sin haber hecho el esfuerzo por actualizarla, por ponerla al día? Como suelo decir: en ocasiones, tengo la sensación de que muchos de los adultos que dicen han dejado de creer, en el fondo, no se han quitado todavía el traje de su primera Comunión, es decir, siguen identificando las creencias religiosas con estereotipos, con clichés, con etiquetas que otros les han puesto (o impuesto) o con formas de comprender y vivir la fe que ya no les sirven a su ser adulto y puede que tampoco se correspondan con la propuesta de Jesús de Nazaret.

Por eso, conviene que de tiempo en tiempo, nos detengamos a preguntarnos: ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Cuáles son los valores que en este momento pongo –no teóricamente sino existencialmente– en primer lugar? ¿En qué medida he puesto al día mis creencias antropológicas o mis creencias religiosas? ¿Cuáles son para mí hoy proyectos, sueños, utopías por los que merece la pena arriesgar la vida?

El Nivel Exterior y el Nivel Psicoespiritual se interrelacionan. Eso quieren expresar las flechas de doble sentido del esquema. De la consciencia lúcida que tengamos sobre las preguntas anteriores y de la coherencia de nuestra vida, dependerá que, de verdad, la flecha vaya en doble dirección, es decir, que lo que yo digo que es mi verdad en este segundo nivel, se verifique en el externo: si digo que un valor nuclear en mi vida es la solidaridad eso necesita hacerse verdad en mis hechos y éstos a su vez irán modificando nuestras creencias y valores. A más coherencia entre los dos niveles más auténtica será mi vida.

Para salir de las identificaciones de nuestro “yo externo” y llegar a este nivel del “yo profundo” se necesita el silencio que amplíe la consciencia17.

Si no hacemos silencio, no sabremos “si vamos o venimos”, no seremos conscientes de las creencias que nos configuran, de qué es lo que nos mueve. En ocasiones son las expectativas o la voluntad de los otros las que nos movilizan y no nos enteramos; o nos movemos por los halagos; o desde el miedo (miedo de “perder” el cariño de las personas, su compañía, su valoración, su reconocimiento, su aplauso…). Si no ampliamos nuestra consciencia y, con lucidez, analizamos por qué hacemos lo que hacemos, dejaremos que otros muevan nuestras vidas, o viviremos sin darnos cuenta de las “ventajas” que sacamos por responder a lo que los demás esperan de nosotras; sin ver que huimos de conflictos, o que vivimos desde lo que puedan pensar en ocasiones los otros de mí traicionando mi verdadero ser.

Este segundo nivel es el nivel de la libertad como conquista interior, donde mi “sí” es “sí” y mi “no” es “no”, y donde me doy derecho a equivocarme. Por eso, una vez más, necesitamos ampliar la consciencia18. Quizás sea ésta la tarea fundamental de todo ser humano: saber decir-me ¿qué hago?, ¿por qué hago lo que hago?, ¿desde dónde lo hago?

Necesitamos tiempos de silencio para no ser pura respuesta a los estímulos del exterior. Un silencio que podemos asemejar, simbólicamente, al espacio que hay que dejar para que se calmen las aguas del lago revuelto. Cuando todo está asentado, podemos mirar lo que hay en el fondo: lo que nos gusta y lo que no nos gusta. Se trata de ver, sencillamente, lo que hay.

Aun así, nuestra experiencia nos dice que nuestra persona no se termina en ese “yo profundo” que se muestra parcialmente en el “yo externo”. Hay todavía un nivel más hondo de nuestras personas. Para llegar a él necesitamos el silencio mental.

Tal como decía H.U. von Baltasar “el hombre es un ser con un misterio en el corazón, que es mayor que él mismo”19. A este misterio o tercer nivel lo denominamos Experiencia mística → “Lo QUE SOY” → el último nivel de nuestra persona: unidad, totalidad, vínculo, SER. Se puede expresar de muchas maneras.

Es la experiencia a la que aluden todos los místicos y místicas de todas las religiones: la de sentirse en comunión, incluso uno con toda la humanidad, con toda la creación, con el Misterio, el Ser, Dios mismo. Es experimentarse vinculado para siempre al Ser (con mayúscula) y al ser que me constituye. Willigis Jäger la define como sigue:

“Una verdadera experiencia mística es la vivencia de esa unidad, la no dualidad. Y no es un sentimiento, sino el suceder profundo de la unión de todos los seres. Viene de lo que las religiones llaman Fondo Originario de todo ser: Divinidad (Eckhart), Fondo (Tauler), Nada (Juan de la Cruz) o Vacío (zen). Ese Fondo Originario todavía no tiene forma. Es el océano que aun no ha formado ninguna ola, pero que las abarca a todas cuando se forman”20.

Esta experiencia no cabe en el nivel racional de nuestra mente ya que la mente separa, divide, define, clasifica, analiza, juzga… Nuestra mente racional, en el nivel psicológico, no puede decir más verdad que “yo soy yo y tú eres tú”. En el nivel místico experimentamos que tú y yo somos una misma carne, que en realidad SOMOS UNIDAD.

Como afirmó Kierkegaard, en este nivel percibimos que “el hombre es una síntesis de finitud e infinitud, de lo temporal y lo eterno, de libertad y necesidad”21, no una mera existencia, sino una síntesis activa, puesta en movimiento.

Podemos asomarnos y asentar nuestras vidas en la consciencia regalada del infinito en lo profundo del ser, un infinito que no le viene al ser ni de sí mismo ni del mundo recibido. Como bellamente afirma Martín Velasco, es “aceptar la existencia dada por una generosidad anterior”, es percibirse “dialogalmente diseñado”, palpar el “principio y fundamento sobre el que descansa toda posible experiencia de Dios: su presencia constitutiva en el fondo de la realidad y su presencia originante en el centro de la persona”22.

Esta experiencia posibilita que pueda reconocer a la otra persona como “tú” igual a mí. Es a lo que, paradigmáticamente, todas estamos llamadas y que el autor bíblico pone en boca de Adán en el relato mítico de la creación de Eva: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”23. Es la gran vivencia mística de contemplar que cuando nos cerramos al hermano nos cerramos a nuestra propia carne24.

Jesús de Nazaret lo vivió así y esa experiencia debió de ser tan fuerte que los evangelistas ponen en su boca frases tan contundentes como: “Lo que hagáis a los demás a mí me lo hacéis”25, y “el Padre y yo somos uno”26. Él nos mostró el camino al señalarnos que esta experiencia no es exclusiva de su persona. En Jesús descubrimos asombrados y agradecidos no solo la manifestación de lo que Dios es, sino la revelación de aquello a lo que todas estamos llamadas a ser, cada una a su nivel y a su modo: Él desde su propia personalidad, su contexto, sus límites y posibilidades, y nosotras desde la nuestra. El último nivel de nuestra persona –se puede expresar de muchas formas– es el Ser, es la unidad, es lo divino en nosotras.

Jesús puso palabra a esta experiencia, a esta verdad honda de nuestro ser diciendo que somos hijos e hijas amados. Esta es nuestra auténtica identidad.