DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939). José Luis González Gullón

DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939). José Luis González Gullón

Sumario

 

 

 

 

 

DYA. La Academia y Residencia en la historia del Opus Dei (1933-1939)

Siglas

Presentación

Capítulo I. Primeros pasos del Opus Dei

Capítulo II. La academia (1933-1934)

Capítulo III. El despegue de la residencia (1934-1935)

Capítulo IV. La plenitud de Dya (1935-1936)

Capítulo V. La residencia de Ferraz 16 (1936-1939)

Bibliografía

Índice de personas

Créditos

Siglas

 

 

 

 

 

ACCAM

Archivo Central de Curia de la Archidiócesis de Madrid.

ADZ

Archivo de la Diócesis de Zaragoza.

AGA

Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares (Madrid).

AGP

Archivo General de la Prelatura del Opus Dei, Roma.

AGUCM

Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid.

AHDM

Archivo Histórico de la Diócesis de Madrid.

AHN

Archivo Histórico Nacional, Madrid.

AVM

Archivo General de la Villa de Madrid.

Presentación

 

 

 

 

 

Josemaría Escrivá de Balaguer difundió el mensaje del Opus Dei desde su fundación, el 2 de octubre de 1928[1]. Pronto reunió pequeños grupos de estudiantes, licenciados, administrativos, menestrales, personas de oficios manuales y sacerdotes. Cinco años más tarde, abrió en Madrid una academia de repaso de asignaturas universitarias, la “Academia DYA”. Impulsó ese proyecto para transmitir el espíritu de la Obra, en este caso a los estudiantes y a los licenciados. En 1934, la iniciativa se amplió con una residencia universitaria. De este modo, la “Academia-Residencia DYA” desenvolvió su actividad durante dos cursos académicos, hasta el estallido de la Guerra Civil española, en julio de 1936.

La historia de DYA ayuda a entender la figura de Josemaría Escrivá de Balaguer y los modos con los que comunicó el mensaje de la Obra. Al aproximarnos a esa época, asistimos a un periodo muy cercano al momento fundacional; unos años en los que el fundador recibía lo que denominó particulares “luces de Dios”.

En torno a la Academia-Residencia, encontramos también muchas personas a las que llegó el fundador. Por eso, hablaremos de los estudiantes universitarios de los años finales de la Segunda República española (1934-1936), tratando de situarlos en una época de grandes apasionamientos e inquietudes, que asistió, de modo progresivo, a un incremento de la confrontación sociopolítica.

A lo largo del libro, analizaremos el doble sujeto histórico que caracterizó a DYA. Por una parte, la Academia-Residencia fue un lugar en el que se desarrolló una actividad académica y residencial. Por otra, fue un espacio en el que Josemaría Escrivá de Balaguer difundió el mensaje del Opus Dei. Este doble aspecto –que se desvelará progresivamente, a medida que expliquemos tanto las tareas académicas y científicas, como las actividades formativas–, marcó algunas características futuras de la Obra. Ciertamente, los sucesos vividos en la Academia-Residencia fueron reducidos, y deben analizarse sin perder de vista marcos más amplios, como son la historia de España y la historia de la Iglesia. Pero la importancia de esos acontecimientos —que estudiaremos detalladamente, haciendo en ocasiones un ejercicio de microhistoria— es notable para comprender el inicio del apostolado del Opus Dei.

De hecho, y por poner algún ejemplo en lo referente a las residencias de estudiantes, después de la Guerra Civil española surgieron algunas, como la Residencia de Jenner (Madrid, 1939), la de Samaniego (Valencia, 1940) o la de Zurbarán (Madrid, 1945). A mediados de los años cuarenta del siglo pasado, el Opus Dei se expandió por los cinco continentes. Se abrieron entonces residencias en diversos países, que hoy siguen pujantes, como la Residencia Universitaria Panamericana (Ciudad de México, 1949), Althaus (Bonn, 1959), Ashwell House (Londres, 1962), la Residencia Universitaria Los Aleros (Buenos Aires, 1963), o Warrane College (Sydney, 1971).

Sobre DYA se habían publicado hasta el momento estudios breves, tanto en las biografías sobre el fundador como en libros de historia de la Obra, entre los que destaca la monografía de John Coverdale sobre los primeros años del Opus Dei[2]. También existen dos investigaciones específicas, una que ofrece una panorámica de la documentación del Archivo General de la Prelatura sobre DYA, y otra que publica el epistolario de un residente con sus padres[3]. Además, se han editado diversos documentos y testimonios relacionados con la vida de Escrivá de Balaguer durante aquellos años, en especial sus anotaciones acerca del trato que mantuvo con el vicario general de la diócesis de Madrid-Alcalá, y varios estudios relacionados con su trabajo pastoral en el Patronato de Santa Isabel[4].

Nuestra monografía está pensada para un público que no esté especializado con la Segunda República española o con la historia del Opus Dei. Sin embargo, sugerimos la lectura del diccionario dedicado al fundador de la Obra[5], y la biografía de Andrés Vázquez de Prada[6]. El diccionario presenta, de modo sintético, muchas de las facetas que componen la vida y el mensaje de Josemaría Escrivá de Balaguer; por su parte, la biografía analiza con cierto detalle la vida espiritual del fundador —lo que la Iglesia llama santidad de vida que, en este caso, culminó con su canonización en el año 2002—, aspecto clave, e imprescindible, para quien desee entender el vigor que desplegó para extender el Opus Dei.

La metodología que hemos utilizado puede encuadrarse, en buena medida, dentro de los estudios de historia cultural y religiosa, tanto en el análisis del contexto del momento —de modo particular en los temas relacionados con la juventud universitaria— como en aspectos sociológicos y prosopográficos.

Como el objeto histórico del libro es la Academia y Residencia DYA, el lector no encontrará una biografía de Josemaría Escrivá de Balaguer, ni tampoco una historia del Opus Dei entre los años 1933 y 1936, aunque buena parte de la vida del fundador y de la difusión de su mensaje tuvieron lugar durante ese periodo en torno a DYA. Así, no analizaremos con detalle temas como la elaboración de la tesis doctoral por parte del fundador, todas sus ocupaciones pastorales, o el conjunto de personas a las que trató, de palabra o por correspondencia[7]. Con todo, si se observa el índice de personas que cierra el libro, se comprobará su alto número. Mencionaremos las que frecuentaron DYA, y ofreceremos a pie de página los datos biográficos de aquellas que tuvieron una relación más estrecha con el fundador.

Los escenarios espaciales y cronológicos en los que nos moveremos están bien delimitados. Abre el libro un capítulo que analiza los años previos al comienzo de DYA (1927-1933). Después de unas breves referencias a la Universidad de Madrid y al papel de los intelectuales españoles, se explica el contexto en el que nació, en la mente del fundador, la idea de establecer una academia universitaria.

A continuación, el segundo capítulo se inicia con un epígrafe dedicado al mundo estudiantil de la época. Luego, da paso al estudio de la Academia DYA, que tuvo su sede en la calle Luchana 33, entre diciembre de 1933 y septiembre de 1934.

El capítulo tercero está consagrado al curso académico 1934-1935, primer año de la Academia-Residencia, en la calle Ferraz 50. Ofrecemos, como introducción, una breve panorámica sobre el papel que jugaron las residencias universitarias, en una época de tensión social creciente. Posteriormente, se analiza con detalle la evolución de DYA, tanto desde la perspectiva docente y residencial —clases en la Academia y vida de la Residencia—, como de la formativa cristiana.

El curso 1935-1936 es objeto del cuarto capítulo. Allí se verá el auge de la Residencia DYA —a la que acudieron numerosos universitarios—, en una época de especial complejidad en la Universidad y en la sociedad.

El capítulo quinto comienza con el recuerdo de la situación socio-política que se vivió en España durante la primavera de 1936. Después, se explican los motivos por los que DYA cambió de sede, en el mes de julio. Finalmente, se menciona la situación en la que quedó la casa durante la Guerra Civil española.

Este libro ha sido escrito a partir de las fuentes disponibles, abundantes para algunos temas, y escasas para otros. Las fuentes primarias provienen del Archivo General de la Prelatura del Opus Dei. Entre estas, el diario de DYA —que nos ha servido para estructurar el libro— es una fuente histórica espléndida; en muchas ocasiones, hemos podido quedarnos detrás de los acontecimientos, dejando que fuese el redactor del diario quien contase, con su propio estilo, cuáles fueron las personas o los sucesos más relevantes. Además, han sido importantes los esquemas para las clases de formación cristiana que dio el fundador de la Obra; los resúmenes de las reuniones del primer Consejo de la Obra; y la correspondencia de Josemaría Escrivá de Balaguer, de los demás miembros de la Obra, y de personas conocidas.

También hemos consultado otros archivos estatales de Madrid. Entre las fuentes secundarias, fueron de gran utilidad los recuerdos de las personas que trataron al fundador[8]. Incluso pudimos entrevistar, antes de su fallecimiento, a José Ramón Herrero Fontana y Javier Lahuerta Vargas, que estuvieron en la Academia-Residencia.

Por último, describimos el diario de la Academia-Residencia, que ha sido una fuente esencial para nuestro estudio.

Josemaría Escrivá de Balaguer era muy consciente de que vivía el nacimiento de un nuevo fenómeno pastoral en la vida de la Iglesia. Por este motivo, archivó, en la medida de lo posible, el recuerdo de los sucesos. A ese efecto, consignó en sus Apuntes íntimos[9] y en otros escritos personales, los aspectos que hacían referencia al progreso interno del Opus Dei, marcado por aquellas luces y mociones que, según manifestó, Dios le concedía. Después, cuando comenzó la Academia DYA, el fundador indicó que se llevara un diario, con el fin de reflejar los acontecimientos significativos, aunque menudos, de la vida cotidiana[10] (también le agradó que se sacasen fotografías, con el fin de conservar algunos documentos gráficos para la posteridad[11]). Como apuntó un mes más tarde, «de todo el apostolado externo de la Obra de Dios ordinariamente no tomaré notas. Ya se encargan los chicos»[12]. En efecto, los miembros de la Obra se turnaron para escribir unas líneas sobre lo que ocurría cada día[13].

De este modo, se redactaron cinco cuadernos, que constituyen el diario de DYA, entre 1933 y 1936[14]:

Diario 1, titulado “Cuaderno N. 1. Diario de la Casa del Ángel Custodio”, que abarca las fechas comprendidas entre el 15 de noviembre de 1933 y el 2 de septiembre de 1934[15]. Ocupa 223 páginas: 206 seguidas de otras 17 intercaladas. Se empezó a escribir a partir del 25 de enero de 1934 —se reconstruyó de memoria lo ocurrido en las primeras semanas—, y se acabó de poner al día el 26 de febrero[16]. La finalidad del diario, según se dice al inicio, es que se pueda «saber cómo, y qué sencillamente empezó esto, y de qué medios se valió el Señor para su O.[Obra]»[17]. Manuel Sainz de los Terreros redactó el diario del 15 de noviembre de 1933 al 5 de julio de 1934, y Ricardo Fernández Vallespín continuó la escritura entre el 15 de julio y el 2 de septiembre de 1934.

Diario 2, titulado “Cuaderno N. 2. Diario de la Casa del Ángel Custodio”, y escrito entre el 3 de septiembre de 1934 y el 9 de abril de 1935. Ocupa 206 páginas: 201 seguidas más 5 intercaladas. Ricardo Fernández Vallespín escribió el diario del 3 de septiembre al 16 de octubre de 1934; Manuel Sainz de los Terreros lo hizo del 19 de octubre de 1934 al 9 de abril de 1935.

Diario 3, titulado “Cuaderno N. 3. Diario de la Casa del Ángel Custodio”, y escrito entre el 10 de abril y el 15 de septiembre de 1935. Son 107 páginas: 91 seguidas más 16 añadidas. Redactaron el diario Manuel Sainz de los Terreros del 10 abril al 19 de mayo de 1935; Ricardo Fernández Vallespín, del 9 de junio al 15 de septiembre de 1935; y Julio Roca, del 9 de agosto al 20 de agosto de 1935 (además, hay tres anotaciones aisladas de Fernández Vallespín, una de septiembre de 1935, sin el día; otra del 20 de octubre de 1935; y una tercera del 28 de enero de 1936).

Diario 4, titulado “Diario N. 3” [sic]. Son 181 páginas, escritas entre el 24 de septiembre de 1935 y el 3 de mayo de 1936. Los redactores del diario fueron: Álvaro del Portillo, del 24 de septiembre al 12 de noviembre de 1935; Juan Jiménez Vargas, del 14 de noviembre al 4 de diciembre de 1935; Álvaro del Portillo, del 5 de diciembre de 1935 al 22 de enero de 1936 (con unas anotaciones de Manuel Sainz de los Terreros, el 16 de diciembre de 1935); Pedro Casciaro, del 23 de enero al 16 de febrero de 1936; Josemaría Escrivá, del 24 al 25 de febrero de 1936; Ricardo Fernández Vallespín, el 26 de febrero de 1936; Pedro Casciaro, del 26 de febrero al 31 de marzo de 1936; y Juan Jiménez Vargas, del 1 de abril al 3 de mayo de 1936.

Diario 5, titulado sencillamente “5”. Ocupa 202 páginas, escritas entre el 4 de mayo y el 28 de julio de 1936. Este diario está redactado en su totalidad por Juan Jiménez Vargas.

 

Agradezco a Mons. Javier Echevarría, obispo y prelado del Opus Dei, la confianza que me otorgó, permitiéndome investigar en el Archivo de la Prelatura, a pesar de que se encuentra en fase de catalogación. También estoy en deuda con los profesores Mercedes Alonso, Constantino Ánchel, Eduardo Baura, José Luis Illanes, Jesús Longares, José Manuel Martín, Lucas Francisco Mateo-Seco (q.e.p.d.), Fernando de Meer, Ignacio Olábarri, María Eugenia Ossandón, Santiago de Pablo, Cristóbal Robles y Alfredo Verdoy, que leyeron alguna de las versiones del manuscrito del libro, y me hicieron valiosas sugerencias.

 

 

[1]  Como el objeto histórico de nuestro estudio está situado en los años treinta del siglo pasado, utilizaremos los modos de referirse a las personas y a los acontecimientos que se usaban en ese momento. Así, aparecerá el nombre del fundador del Opus Dei como era: José María Escrivá Albás. Fue más tarde, en los años sesenta del siglo pasado, cuando unió en los papeles con membretes sus dos primeros nombres en uno, “Josemaría”, por devoción a san José y a la Virgen María.

Del mismo modo, salvo en esta introducción, el primer apellido aparecerá como lo utilizaba en los años treinta: Escrivá. Con posterioridad —en octubre de 1940—, solicitó la vinculación “Escrivá de Balaguer” (Balaguer es la región de Lérida donde se había establecido el linaje de los Escrivá, en siglos anteriores). El motivo del cambio fue que deseaba distinguirse de otras ramas familiares, pues en ocasiones le habían confundido su apellido; por ejemplo, en el mismo edificio donde estuvo la Residencia DYA, en Madrid, había una familia que se apellidaba “Escrivá de Romaní”, y que no estaba emparentada con los Escrivá Albás.

Por otra parte, la expresión “Opus Dei” fue utilizada por José María Escrivá después de la Guerra Civil española. En los años treinta empleó la expresión “la Obra de Dios” o, sencillamente, “la Obra”. Por esta razón, solo mencionaremos al Opus Dei en contextos genéricos.

[2]  Cf. John F. COVERDALE, La fundación del Opus Dei, Ariel, Barcelona 2002, pp. 123-165.

[3]  Cf. Constantino ÁNCHEL, “Fuentes para la historia de la Academia y de la Residencia DYA”, Studia et Documenta 4 (2010) 45-101; y José Carlos MARTÍN DE LA HOZ - Josemaría REVUELTA SOMALO, “Un estudiante en la Residencia DYA. Cartas de Emiliano Amann a su familia (1935-1936)”, Studia et Documenta 2 (2008) 299-358. Citaremos el Archivo General de la Prelatura con la sigla AGP porque es la que han empleado muchas publicaciones sobre la historia del Opus Dei; en España, esta sigla se utiliza entre los investigadores para el Archivo General de Palacio (Madrid).

[4]  Cf. Santiago CASAS RABASA, “Las relaciones escritas de san Josemaría sobre sus visitas a Francisco Morán (1934-1938)”, Studia et Documenta 3 (2009) 371-411; Beatriz COMELLA GUTIÉRREZ, Josemaría Escrivá de Balaguer en el Real Patronato de Santa Isabel de Madrid (1931-1945), Rialp, Madrid 2010; IDEM, “Introducción para un estudio sobre la relación de Josemaría Escrivá de Balaguer con el Real Patronato de Santa Isabel de Madrid”, Studia et Documenta 3 (2009) 175-200.

[5]  Cf. Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Monte Carmelo - Instituto Histórico San Josemaría Escrivá, Burgos 2013.

[6]  Cf. Andrés VÁZQUEZ DE PRADA, El Fundador del Opus Dei, vol. I (“¡Señor, que vea!”), Rialp, Madrid 1997; vol. II (“Dios y audacia”), Rialp, Madrid 2002; vol. III (“Los caminos divinos de la tierra”), Rialp, Madrid 2003.

[7]  Por ser ajenos a su objeto, esta monografía tampoco aborda otros elementos que configuran la riqueza interior del fundador del Opus Dei —su vida de relación amorosa con Dios—, ni el significado teológico y jurídico del mensaje de la Obra. Nos limitamos a mostrar la vida del fundador y del Opus Dei en aquellos aspectos que están más relacionados con la Academia y Residencia DYA.

[8]  Muchos recuerdos fueron testimoniales que se presentaron en la Causa de Beatificación y Canonización de Josemaría Escrivá. Aquí aparecerán tituladas “Recuerdo de”, seguido del lugar y de la fecha en que fueron firmadas.

[9]  Sobre los Apuntes íntimos del fundador del Opus Dei, cf. Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino. Edición crítico-histórica preparada por Pedro Rodríguez, Rialp, Madrid 20043, pp. 18-27, y Pedro RODRÍGUEZ, “Apuntes íntimos (obra inédita)”, en Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, o. c., pp. 131-135. No hemos podido consultar esta fuente.

[10]  Al poco de empezar el diario, Josemaría Escrivá indicó a su primer redactor, Manuel Sainz de los Terreros, «que de ahora en adelante pongamos en este diario no solo lo que ocurra y se proyecte, sino todas las observaciones que hagamos, que creamos sean de algún interés para el día de mañana y todo lo que creamos oportuno, con completa libertad» (Diario de Luchana, 22-III-1934, pp. 58-59, en AGP, serie A.2, 7-2-1); allí se dice que el sacerdote Pedro Poveda dijo a Josemaría Escrivá que él lamentaba no haber hecho lo mismo, cuando fundó la Institución Teresiana (cf. ibidem, p. 58). También Ricardo Fernández Vallespín, director de DYA, recibió la indicación de «que anote algún hecho o detalle de nuestra vida que con el tiempo nos ayudará recordar» (Escrito de Ricardo Fernández Vallespín, 29-V-1934, en AGP, serie A.2, 7-2-1).

[11]  Cf. Diario de Luchana, 23-IV-1934, pp. 88-89; Diario de Ferraz, 15-I-1935, p. 111; 17-I-1935, p. 115; y 19-I-1935, p. 118.

[12]  Apuntes íntimos, n. 1097 (30-XII-1933), en Josemaría ESCRIVÁ DE BALAGUER, Camino. Edición crítico-histórica, o. c., p. 885.

[13]  Conocemos el método que siguió uno de ellos, Juan Jiménez Vargas: durante el día apuntaba en su agenda los sucesos que consideraba relevantes, y por la noche los pasaba a limpio en el diario (cf. Diario de Ferraz, 19-VI-1936, p. 43a).

[14]  Cf. Diario 1, en AGP, serie A.2, 7-2-1; Diario 2, con la misma signatura; Diario 3, en AGP, serie A.2, 7-2-2; Diario 4, en AGP, serie A.2, 7-2-3; y Diario 5, en AGP, serie A.2, 7-2-4. Con el fin de evitar repeticiones, no escribiremos de nuevo las referencias archivísticas de estos documentos, ni mencionaremos a las personas que los redactaron.

[15]  Explicaremos después que la “Casa del Ángel Custodio” fue el nombre de la primera sede de la Obra.

[16]  Manuel Sainz de los Terreros escribió el diario en casa de su familia hasta el 26 de febrero, día en el que lo llevó a la Academia (cf. Diario de Luchana, 26-II-1934, p. 47). Suponemos que, desde ese momento, redactó el diario en la sede de la Academia.

[17]  Diario de Luchana, 25-I-1934, p. 2.