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José Martí

La Edad de Oro

Publicación mensual de recreo e instrucción
dedicada a los niños de América

Créditos

ISBN rústica: 978-84-9007-272-1.

ISBN ebook: 978-84-9953-549-4.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

El libro de cabecera 7

Un territorio místico 8

La Edad de Oro I 9

A los niños que lean «La Edad de Oro» 11

Tres héroes 13

Dos milagros 19

Meñique 21

I 21

II 22

III 25

IV 27

V 31

VI 33

VII 34

Cada uno a su oficio 37

La Ilíada, de Homero 39

Un juego nuevo y otros viejos 49

Bebé y el señor don Pomposo 57

La última página 61

La Edad de Oro II 63

La historia del hombre, contada por sus casas 65

Los dos príncipes 77

Nené traviesa 79

La perla de la mora 83

Las ruinas indias 85

Músicos, poetas y pintores 95

La última página 107

La Edad de Oro III 109

La exposición de París 111

El camarón encantado 129

El Padre las Casas 139

Los zapaticos de rosa 147

La última página 153

La Edad de Oro IV 155

Un paseo por la tierra de los anamitas 157

Historia de la cuchara y el tenedor 169

La muñeca negra 175

Cuentos de elefantes 183

Los dos ruiseñores 191

La última página 201

Libros a la carta 205

Brevísima presentación

La vida

José Martí (La Habana, 1853-Dos Ríos, 1898). Cuba.

Era hijo de Mariano Martí Navarro, valenciano, y Leonor Pérez Cabrera, de Santa Cruz de Tenerife.

Martí empezó su formación en el Colegio de San Anacleto, y luego estudió en la Escuela Municipal de Varones. En 1868 empezó a colaborar en un periódico independentista, lo que provocó su ingreso en prisión y más tarde su destierro a España. Vivió en Madrid y en 1871 publicó El presidio político en Cuba, su primer libro en prosa.

En 1873 se fue a Zaragoza y se licenció en derecho, y en filosofía y letras. Al año siguiente viajó a París, donde conoció a personajes como Víctor Hugo y Augusto Bacquerie.

Tras su estancia en Europa vivió dos años en México. Por esa época se casó con Carmen Zayas Bazán, aunque estaba enamorado de María García Granados, fuente de inspiración de sus poemas.

En 1878 regresó a La Habana y tuvo un hijo con Carmen. Un año después fue deportado otra vez a España (1879) y hacia 1880 vivió en Nueva York y organizó la Guerra de independencia de su país, siendo cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay en esa ciudad.

El libro de cabecera

Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; para que cuando el niño vea una piedra de color sepa por qué tiene colores la piedra y qué quiere decir cada color; para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos. Les hablaremos de todo lo que se hace en los talleres, donde suceden cosas más raras e interesantes que en los cuentos de magia, y son magia de verdad, más linda que la otra: y les diremos lo que se sabe del cielo, y de lo hondo del mar y de la tierra: y les contaremos cuentos de risa y novelas de niños, para cuando hayan estudiado mucho, o jugado mucho, y quieran descansar. Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo. Y queremos que nos quieran, y nos vean como cosa de su corazón.

Cuando un niño quiera saber algo que no esté en La Edad de Oro, escríbanos como si nos hubiera conocido siempre, que nosotros le contestaremos.

Un territorio místico

Originalmente concebido como una revista, es el libro infantil por excelencia de la literatura latinoaméricana del siglo XIX. José Martí no oculta su independentismo:

Cuentan que un viajero llegó un día a Caracas al anochecer, y sin sacudirse el polvo del camino, no preguntó dónde se comía ni se dormía, sino cómo se iba adonde estaba la estatua de Bolívar. Y cuentan que el viajero, solo con los árboles altos y olorosos de la plaza, lloraba frente a la estatua, que parecía que se movía, como un padre cuando se le acerca un hijo. El viajero hizo bien, porque todos los americanos deben querer a Bolívar como a un padre.