Mis más sinceros agradecimientos a los escritores Alfredo Gaete Briseño y Juan García

Ro, por recibirme cuando decidí salir de mi cuarto rojo.



A ti, que te atreviste

y escribiste sobre esta piel

la historia nueva, la que ha de ser.


Este libro está dedicado al amor de los amores, al amor.



POEMARIO I

Amor extraño


Es un amor extraño, concéntrico

de dimensiones oceánicas,

y laberintos rojos, a cuadros.

Único,

especie rojiza, metafórica,

dos alas rozando mi lastimada curvatura

inventa frases anudando peces solitarios.

Toma la piedra y respira profundo,

bebe de la copa, mi boca y sexo,

extrae metales líquidos

si mis piernas se separan levemente,

bebe quieto mientras penetra mis ojos con sus ansias,

las que abrazan parte de este mundo,

y recrea minutos muertos.

Somos jauría


Somos jauría, bestias,

destrozos del día

sangre del cielo

extraños reflejos del deseo

cuerpos en éxtasis agónicos

temerosos del fuego, del trueno.


Dos largas noches infinitas

sombreros oscuros en medio del cuarto

desde siempre, desde antes.

Ahora, a media tarde

en el quinto giro

ante la puerta semi abierta.

Era el tiempo


Era el tiempo

el del hombre, la bestia,

el de horas quebradas, rotas.

Eran minutos y moradores

entre espacios apilados

y laberintos de miedo.

Era el hombre y su barbarie

lamiendo heridas

devorando restos.

Él habla como ama


Él habla como ama

y ama como habla,

detiene lo que viene,

sobre mi cuerpo escribe

con tinta roja me estremece.

Lenguaje


Si olvidáramos la voz

y nuestras manos hablaran,

dialogaran sobre lo inconmensurable.

Que los dedos solo fueran cuerdas

y afloraran notas

las que precisa esta historia.

Silencio


La voz

las voces

todas las voces,

crepitar de recuerdos bordeando el corazón,

mientras la voz medio arrepentida emprende retirada,

se desnuda pensativa e invoca tu recuerdo.

Asexuada y sin credo me acerco ebria al desespero

siento cómo estas retinas cenan tu figura,

mientras tu lengua sedienta delinea la memoria.

Paciencia


Al diablo con ella

que cuando se precisa, huye

y si está, se disfraza.

Menuda compañía

cuando los huesos cansados, en el desahucio

esperan solo por el tiro de gracia.

Menuda compañía sin perfume

tan llena de gracia la desquiciada,

dueña de un caminar felino.

Su cuerpo desconcierta, sus brazos en ardor

y cual seductora empedernida

arrastra dedos y cabellos a su fortín del pecado

haciendo gala incluso de aquel diente de oro

que afanoso brilla en su boca voluptuosa

prometiendo un festín terminada la tarde

glorioso, entre sexo, caviar y piedras preciosas.

Es verídica cuando temblorosa sube por los muslos

enciende almas, ante su presencia orgásmica.

Trueno