Stand up

Stand up
Técnicas, ideas y recursos para armar tu rutina de comedia

Guillermo Selci

Ilustraciones a cargo del autor

Selci, Guillermo

Stand up : técnicas, ideas y recursos para armar tu rutina de comedia / Guillermo Selci.- 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2019.

Archivo Digital: descarga
ISBN 978-950-556-745-4

1. Teatro Argentino. 2. Humor. I. Título.

CDD A862

© 2019, QUELEER S.A.

Lambaré 893, Buenos Aires, Argentina.

Primera edición en formato digital: junio de 2019

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-950-556-745-4

A Hugo

Agradecimientos:

A Ezequiel Hara Duck, aliado incondicional, por aconsejarme e incentivarme tantas veces.

A Gabo Grosvald por criticar el libro a tiempo, obligarme a comprar una netbook y bancarme a full.

A Martín Rocco, Alejandro Angelini y Ana Carolina, mis maestrxs.

A Dalia Gutmann, Sebastian Wainraich, Cabito, Rudy, Malena Pichot y Gabriel Schultz por leer, comentar y ponerle la mejor onda al libro.

A Adriana Escobar, que me bancó y ayudó en todo el proceso de locura, escritura y edición.

A Daniel Niborski, que apareció cuando menos lo esperaba.

A Salvador Biedma por su dedicación y paciencia.

A Damián Selci, que corrigió el texto y lo hizo más legible y más ágil.

A Felix Buenaventura por su gran aporte, chistes y correcciones.

A Diego Alarcón por sus sanos consejos.

A Fernando Lendoiro, Fiorella Aita, Miriam Bernodat, Clama, Hernán Heyman, Roberto Cartes, Hernán Cardinale por sus colaboraciones de diseño y estética.

A Fernando Sanjiao, Gabriela Acher, Tifany Joy, Maqui Reyes Copete, Mariano Potel, Ricardo Bisignano, Tamara Sternberg, Juan Barraza y Diego Wainstein por sus contribuciones y por bancar.

A Tomás Razzetto por todo su aporte y confianza.

A mis viejos, a mi familia y a Garritas, mi gata, por acompañarme siempre en la escritura.

Y muy especialmente a Cynthia García por bancarme, soportarme y aconsejarme durante todo el proceso de reedición.

SE DICE DE MÍ

SEBASTIÁN WAINRAICH

Selci escribió un libro. Sí, el mismo Selci que conocí en 2003 en el taller de stand up que dictaba Martín Rocco. Cuando ese año llegó a diciembre, nos subimos a un escenario para mostrar qué habíamos aprendido. Éramos trece alumnos y nos ovacionaron los familiares y amigos de cada uno.

Yo sabía que en una segunda función vendría la vida real: desconocidos con deseos de reírse de verdad. Pero mis deseos, ¿cuáles eran? ¿Subirme otra vez al escenario? No lo sabía.

Selci me llamó por teléfono, nos citamos en un bar de Scalabrini Ortiz y Santa Fe y, con un entusiasmo sorprendente y una paciencia paternal, me explicó por qué debíamos reincidir. Me convenció de que mi deseo era subir al escenario. Y ahí fuimos.

Nos enfrentamos a salas vacías, semivacías. También a salas llenas, pero otra vez de familiares y amigos. Escuchamos silencio, toses incómodas, risas piadosas. Tuvimos angustias y frustraciones.

De a poco, como en una película cursi estadounidense sobre la universidad, empezamos a pasarla bien, a disfrutar, a necesitar subirnos al escenario. Para eso, escribimos, ensayamos, vimos a monologuistas de todo el mundo, llevamos encendidas antenas detectoras y anotamos todo aquello que suponíamos que podía ser el germen de un pequeño texto.

Ahora estamos en 2012. Cada uno tomó su camino y se puede decir, por lo menos, que sobrevivimos. Y Selci escribió un libro. Lo leí. Y a mí, como aquella vez en Scalabrini Ortiz y Santa Fe, volvió a convencerme de mi deseo de subir a un escenario.

DALIA GUTMANN

¡Al fin un comediante se sienta a escribir un libro sobre stand up!

Dedicarse a la comedia supone un aprendizaje que no termina nunca: cuando creés que la tenés «re clara», siempre pasa algo que te demuestra que «te falta mucho». Sin embargo, con los años de experiencia se van entendiendo algunas cosas.

Guillermo Selci es uno de los comediantes más experimentados de Argentina. Está entre los humoristas con más funciones en su haber y es uno de los más inquietos. Constantemente quiere experimentar cosas nuevas (escenarios extraños, ropa rara, desafíos que para cualquiera serían una locura). Lleva siempre su libretita y su birome para anotar cada una de las «pavadas» y «genialidades» que le salen de la cabeza. Está dispuesto a correr riesgos, a decir que sí, a tirarse a la pileta.

En este libro cuenta todo lo que aprendió de su experiencia como comediante. Es muy generoso compartir lo que uno sabe. En el mundo de la comedia, no todo es risas y buena onda. Hay que trabajar seriamente y con esfuerzo y Guille es un ejemplo de eso.

MALENA PICHOT

Gracioso se nace, no se hace. Pero, si usted sabe que puede hacer reír, en este libro encontrará las bases del stand up que le darán una estructura para animarse, de una vez por todas, a escribir. Además, Selci da muy buenos consejos relativos a las presentaciones en vivo y a aquello que va más allá de la organización de un monólogo, consejos que solo puede dar alguien que se mueve en el género desde hace años… y como nadie.

CABITO MASSA ALCÁNTARA

Creo que no hay mejor piropo para un material bibliográfico que el que voy a hacerle a esta publicación. Es un libro para leer en el baño, lugar donde conocí al autor y donde él me dedico las primeras palabras que intercambiamos, una pregunta casi existencial, a la cual aún no sé responder: ¿Qué mirás?

GABRIEL SCHULTZ

Estamos en presencia de un verdadero manual del humor, un libro absolutamente inesperado: nadie jamás esperó un libro así. Hordas de humoristas se levantan en armas para protestar por la aparición de sus secretos más íntimos plasmados en estas páginas. Por eso, amigo lector, prepárese para ser el alma de las fiestas mientras los que quieren dedicarse al humor encuentran aquí las razones para emprender otras carreras.

RUDY

Guillermo Selci, uno de los mejores comediantes argentinos de la actualidad, transmite con generosidad su experiencia tanto para escribir como para interpretar monólogos de humor. Este es un libro práctico, directo, sin verso, para todos los que quieren «saber de qué se trata» la profesión de hacer reír a otras personas.

INTRODUCCIÓN

¿TENGO SENTIDO DEL HUMOR?

Cuando empezamos en esto, es natural que nos preguntemos si tenemos sentido del humor; o sea, si podemos ser cómicos.

Si te reís, significa que tenés sentido del humor. Es algo que viene de fábrica. Claro que el sentido del humor puede ser bueno o malo, abundante o escaso.

Si llegaste a este libro y realmente te gustaría estar arriba de un escenario haciendo reír, vamos por el buen camino.

Este libro no va darte más sentido del humor del que tenés, pero te va a servir para que lo mejores, lo pulas, lo concentres y lo pongas en un monólogo listo para ser llevado a escena.

El cómico no es cómico las veinticuatro horas del día. Simplemente, tiene un trabajo que debe cumplir lo mejor posible cuando está arriba del escenario. Hay mucha gente que es (o se cree) cómica en la vida, pero eso no significa que tenga voluntad, disponibilidad o ganas de hacer humor arriba de un escenario. Al mismo tiempo, existen personas muy parcas o serias en la vida cotidiana, pero que resultan excelentes comediantes sobre un escenario.

El armado de humor requiere trabajo, el trabajo con tu sentido del humor. De ahí en más, es elección tuya la utilidad que quieras darle a este libro: hacer una carrera de cómico, ser un cómico amateur o simplemente ponerle un poco de humor a la vida.

¿NECESITO FORMACIÓN ACTORAL PREVIA?

No. Los cómicos de stand up vienen de ámbitos muy diversos: hay abogados, médicos, vendedores, locutores, amas de casa, secretarias, vagos varios (estos abundan), etcétera. Tener formación actoral o artística previa tal vez ayude, pero esa experiencia te acostumbra a ciertas estructuras (como la cuarta pared o determinada sobreactuación teatral) que pueden quitarle naturalidad al monólogo.

El stand up es actuación, pero no tiene que parecer actuado. Tiene que verse casual, espontáneo. Debe darse la impresión de que uno es un tipo que subió a escena a contar lo que le pasa. Puro humor de identificación. El que está en el público quiere ver a alguien como él.

En este libro vamos a ver los trucos y las técnicas para que un monólogo parezca el discurso de un tipo común que pasó por el escenario a decir lo suyo.

CAPÍTULO 1
ARMANDO EL PRIMER MONÓLOGO

FUENTES DE MATERIAL

Cuando empezás a escribir material, tal vez te preguntes: ¿de qué puedo hablar yo, qué tengo para decir, qué puedo decir de gracioso? Antes que nada, dejame decirte que tenés un gran material: vos misma/o. Tu vida, tu familia, tu trabajo, tus relaciones, tu soledad, tu asco por el mundo, tus defectos… En definitiva, todo lo que quieras decir puede dar el puntapié inicial a tu monólogo. En un principio, no tiene por qué ser interesante; de eso nos iremos encargando después.

A la gente no necesariamente le tiene que «interesar» el tema del que estás hablando. Tampoco es preciso que conozca algo de eso. Lo interesante, en realidad, es cómo ves las cosas vos; o sea, tu punto de vista. El público no fue a verte para que le ofrezcas grandes reflexiones acerca del mundo. Simplemente quiere reírse de tu miedo a las palomas, del fastidio que te genera tu pareja o de cualquier otro aspecto trivial de tu vida. Lo importante no es tanto el «qué», sino más bien el «cómo» decís las cosas y «cómo» te tomás a vos mismo. En este libro, nos vamos a ocupar de que esas cosas simples (o complejas) que te pasan se transformen en material de comedia.

CERO CULPA

No es el eslogan de un yogur, es la forma en que conviene encarar un tema. Quizá pienses: si critico a mi mamá o a mi pareja, puedo dañarlos o hacerlos sentir mal en caso de que me vengan a ver. Vamos a dejar esto de lado por ahora.

Primero, quedate tranquilo porque no todo lo que escribas debe necesariamente ir a escena (ya verás qué va y qué no). En el proceso creativo, es necesario no reprimirse. Tenés que sacar lo peor de vos, ser despiadado sin que te importe nada. No hay peligro: solo estás escribiendo un papelito que, por el momento, no va a ver la luz. Y ese papelito puede servirte como disparador para tu monólogo.

El humor suele salvar todo… o casi todo. Hay muchas cosas que uno no se atrevería a decir seriamente, pero que en el contexto escénico quedan amortiguadas. Voy a poner un caso personal. He dicho barbaridades de mi familia en distintos monólogos. Si hubiese pronunciado la mitad de esas frases en una reunión familiar, habríamos terminado todos a las trompadas. Esas atrocidades, lanzadas arriba del escenario, no solo no ofendieron a mis familiares, sino que les causaron mucha gracia.

A la gente le gusta ser protagonista de una parte de tu monólogo y ve con cierto alivio que las miserias que condenan a una familia hacen reír a una platea. Salvo que seas demasiado cruel, no creo que nadie se ofenda. Y menos cuando comprueben que tus comentarios hirientes son muy bien recibidos por el público. Incluso puede que tus verdugos (padres, madres, abuelos, tíos, hermanos, amigos, maridos, esposas) te aporten nuevo material después del show, sea por cariño o por venganza.

LA PRIMERA VÍCTIMA: VOS

La mayoría de los chistes tienen una víctima (jefes, borrachos, locos, familiares, etcétera), por lo que aconsejo que la primera víctima de tu monólogo seas vos. Cuanto más autocrítico resultes, más empatía vas a encontrar con el público y más querible vas a verte.

En caso de que no tengas demasiados defectos interesantes, fijate de presentarte como víctima de las costumbres que tiene una persona conocida o cercana. Además, se puede relacionar cualquier rasgo de alguien con la situación de uno.

Por ejemplo, si tu viejo tiene el hábito de martillar los sábados a la mañana con la radio AM a todo volumen que pasa publicidades de lubricantes de motor, sos vos el que está padeciendo esa situación en el momento en que la contás. Si a un amigo le gusta hablar de cosas escatológicas justo cuando le estás presentando a tu nueva y recatada novia, vos sos la víctima.

Castigate un poco en el arranque. Eso va a generar amistad con el público. Después, te va a seguir adonde vayas.

VERDAD

Partí de una opinión real, tuya. Centrate en los detalles y desde ahí hablá con tus fundamentos. La verdad de lo que decís es el alma de tu monólogo y forma parte de tu actitud. No importa si el público está «de acuerdo»: es tu verdad y listo. No se discute y, además, genera interés. En definitiva, tu punto de vista es el rasgo que te hace distinto. No pienses en decir cosas graciosas: decí las cosas con gracia.

Es importante que te centres en esto. Te va a ayudar mucho en funciones difíciles. Si el público no se ríe, por lo menos vas a tener de dónde agarrarte. Si tu monólogo tiene un fundamento propio, personal (o sea, si lo decís como algo tuyo y no de otro), vas a transmitir mejor que si recitás un texto gracioso que te resulta ajeno.

Hay una regla en ventas: no podés convencer a alguien de algo de lo que no estás convencido. Incluso los grandes mentirosos gastan más energía en pronunciar frases falsas que en decir la verdad.

Va un ejemplo. Tengo un material en el que hablo de ir al gimnasio. Creo que no hay cosa que más deteste en la vida que ir al gimnasio. He ido y he sufrido horrores y en cada presentación trato de transmitir mi espanto gimnástico. Por supuesto, puede ocurrir que entre el público haya forzudos que opinen distinto, pero, si transmito mi odio tal como es, seguramente les resulte entretenido escucharme. Ya con esto se genera una buena base para empezar a darlos vuelta: les guste o no le que decís, te estarán prestando atención.

TÉCNICAS DE ESCRITURA:
PROCESO CRÍTICO VS. PROCESO CREATIVO

PRIMERO ESCRIBIR, DESPUÉS CORREGIR

Para encarar la hoja en blanco, conviene tomar la siguiente actitud: escribir cualquier cosa, absolutamente cualquier cosa sobre el primer asunto que te venga a la cabeza. Las ridiculeces que se te ocurran. Cualquier pavada. No esperes que salga «el» chiste ni una genialidad.

Insisto: lo que se te ocurra, lo que se te pase por la cabeza. Lo más importante: no trates de ser gracioso de entrada. Si el chiste surge, no lo reprimas, pero no te desesperes por poner algo cómico. La presión te puede bloquear.

Uno de los errores más grandes consiste en confundir el proceso creativo con el proceso crítico. Estás escribiendo un montón de estupideces que nadie va a leer, así que seguí adelante. Llená por lo menos dos o tres carillas con frases impresentables. Estás creando, no exponiendo.

Una vez que tengas algunos párrafos, ponete a leerlos. Es muy probable que parte de la basura que juntaste no sea del todo inútil. Hasta puede ocurrir que, sin darte cuenta, hayas delineado buenas ideas para chistes. Además, no olvides que esto es un monólogo. Su comicidad depende de cómo lo digas.

Lo que vamos a hacer ahora es pulir, retocar, agregar. En síntesis, corregir lo que te parezca que está mal.

Para que te des una idea de la importancia de la corrección, tomemos una canción que te guste mucho. ¿Vos pensás que el artista se sentó con la guitarrita y enseguida le salió? ¿Con arreglos, acordes, ritmo, letra, así como la escuchás? Cuando George Martin conoció a los Beatles, se sorprendió al ver que estos músicos no tenían más que pedacitos sueltos de canciones, desprolijidades sin sentido, melodías inconclusas. Con eso (o sea, con lo que había), puso manos a la obra. Y les fue muy bien a todos.

Así que tenés que tomar una base, no importa si no es muy buena, y empezar a pulir, tocar, modificar, agregar, ir mejorando eso. A veces, ni siquiera tanto: la gente también valora lo imperfecto, lo que suena natural.

Es mucho más fácil extender un material que ya escribimos o retocar alguna basura vieja que encarar una pantalla en blanco esperando que se nos ocurra una genialidad.

Los especialistas en métodos para abordar el trabajo artístico suelen dar dos claves para la escritura:

CLAVE #1: No confundir el proceso creativo con el proceso crítico.

CLAVE #2: Escribir bien es, sobre todo, retocar.

MAPEO MENTAL

El mapeo es un buen juego para encarar la hoja en blanco; sobre todo, en esos días que no se te ocurre nada. ¿Cómo funciona?

Colocá una hoja apaisada y en el centro poné un círculo con el tema sobre el cual vas a escribir. De ahí, empezá a sacar subtemas o satélites que giren en torno a ese tema principal.

Después, andá un poco más lejos y derivá temas a partir de cada subtema.

Por ejemplo:

MADRE

Subtemas: Culpa, Tetas, Abrigo, Comida.

Estos subtemas deben tener otros subtemas:

Culpa: Freud, análisis, diván.

Comida: cocina, mercado, fritura.

Cuando tengas esto más o menos armado, casi un sistema solar, cada planeta con sus satélites, buscá alguna relación entre los distintos ítems.

Tema principal: Madre

Subtema: comida

Subtema: tetas, leche

Subtema: pezones, sopapos, etcétera.

Estas relaciones te van a ir generando premisas interesantes:

Cada vez que tomo leche, me acuerdo de los sopapos de mi vieja. Veía en sus pezones los ojos de mi madre.

Me peleé con mi analista: con la vieja no se jode.

Con esas premisas, tenés allanado el camino al chiste. El mapeo mental no te va a dar el chiste, pero va a servir para que generes buenas premisas.

Ojo: El mapeo suele resultar bastante distractivo. Usalo como una referencia, como un punto de partida. Puede servirte de ayudamemoria o darte orientaciones cuando estás escribiendo, pero es un sistema sobrevalorado.

Uno de los engaños más comunes para el comediante es: «Uy, mirá qué divertido es hacer un monólogo: ponés circulitos con temas, sumás flechitas, después los juntás y después…». Después de armar esto, en realidad, lo único que tenemos es una página llena de circulitos.

El mapeo mental representa un buen punto de partida para conseguir puntas y, si combinás diferentes ramificaciones, vas a encontrar algunas relaciones interesantes, pero para que aparezcan los chistes tenés que escribir.

ACTITUDES BÁSICAS DEL STAND UP

Hay cuatro actitudes básicas para el stand up. Aquello de lo que hablás te resulta:

• Raro.

• Estúpido.

• Difícil.

• Aterrador (te da miedo).

Esas son las más comunes, pero hay otras que incluso tienen mayor utilidad para encarar un tema:

• Amo…

• Me encanta/n…

• Odio…

• Me da/n asco…

La actitud para plantarse frente a un texto es fundamental. Le da ilación y coherencia a tu monólogo. Es parte de la verdad de lo que sea que vayas a decir y por eso le agrega consistencia.

Elegí un tema del que quieras hablar y una actitud. Es bueno combinar premisas con ciertos temas sobre los que la gente está acostumbrada a oír un discurso lineal. Por ejemplo, si se empieza diciendo «A mí me preocupa el yogur…» (Martín Rocco), enseguida vas a captar la atención del público porque no es lo que espera.

Las premisas sirven para hacer frente a una hoja en blanco; si no estás bloqueado, no te van a hacer falta.

Mantené la actitud en el tema. Si no, vas a desorientar al público o vas a caer en contradicciones que reduzcan la importante cuota de verdad. Podés combinar actitudes complementarias; por ejemplo, decir «es estúpido el llavero…» y después pasar a «es raro…»; en cambio, si pasás a «me encanta…», vas a confundir al público por más que el chiste sea bueno.

La actitud en el monólogo es tácita. Se enuncia cuando empieza un tema y después se mantiene sin necesidad de reafirmarla. En caso de que plantees un cambio de actitud, lo mejor es trasmitirlo: «tal cosa me parece una estupidez, bla, bla, bla», pero «a la vez me asusta eso porque bla, bla, bla». Tampoco es imprescindible aclarar la actitud al principio; a veces, con el énfasis alcanza.

Todo tema en tu monólogo implica una actitud. Cuando no puedas rematar bien, buscá ahí: la actitud puede ayudarte a sustentar la idea y darte un remate de actuación.

MATEMÁTICA DEL CHISTE

El chiste es la unión de tres ideas: una primera idea se junta con otra y las dos generan una tercera, que remata.

Así como el mago saca un conejo de donde nadie lo espera, vos sacás una reacción o un remate de donde la gente no se había imaginado. El tema y la actitud te dan la premisa: «Son estúpidos los cumpleaños de quince porque…». A partir de eso, desarrollás una idea que, si pulís y pulís, se convertirá en un chiste.

Actitud + Tema = Premisa

Cuando hacés énfasis en la actitud con relación a un tema, salen muchos remates de actuación (o act out). Al ponerte a actuar sobre lo ridícula o estúpida que te parece una situación, ya le estás dando un remate.

Premisa + Actuación = Remate

Recordá que lo que digas debe tener valor de verdad. La verdad (aunque solo sea tuya) es la base de la actitud.

PREMISAS VERDADERAS: UNIVERSAL Y CREÍBLE

Cuando estás armando las premisas (o sea, el pie del chiste), sé lo más universal que puedas: no hables para un ghetto, buscá algo que entienda la mayoría. Mientras más universal sea tu premisa, más amplio será tu público.

La premisa, además, debe ser creíble. Muchas veces, en la vida cotidiana, contamos anécdotas desopilantes que no causan gracia porque, aunque son verdaderas, no resultan creíbles. Hasta que no te crean, no se van a reír. Entonces, tenés que concentrarte en lo que estás diciendo y no distraerte pensando en el resultado.

La credibilidad es muy importante al encarar el público. Por más que nuestra actitud sea perdedora, absurda, o alocada, la credibilidad permite que el discurso resulte firme y convincente.

CUADRO DE REFERENCIAS

Si te gusta ponerte a escribir todo lo que se te ocurra, te va a ser útil manejarte con referencias. Podés abrir un temario en el ángulo superior de la hoja. Por ejemplo, si el tema sobre el cual vas a escribir es «Autógrafos», en el recuadro ponés:

Fans

Ídolos

Birome

Ricky Martin

Los Beatles

Papel

Firma (subtemas: Cheques y Pagarés)

Dedicatoria

Autógrafos en el cuerpo

Tatuajes

Fotos

Afiches/Pósters

Estas referencias te van a resultar muy útiles cuando sientas que la birome se detiene o cuando quieras encarar algo en particular. También serán útiles para no desviarte del tema si tenés que guionar un monólogo sobre algún asunto que te encargue un programa de radio, de televisión o una empresa. Obviamente, si el texto es para vos, no hay problema con que empieces hablando de los autógrafos y termines monologando sobre la vida en Marte, pero, cuando es a pedido, tenés que ceñirte a un tema.

LIBRETITA

Llevá una pequeña libreta en tu bolsillo. Si no, pueden cumplir la misma función una servilleta, un ticket, un boleto, cualquier papel. Escribí todo lo que se te ocurra: todo sirve.

En algún momento de la semana, pasá todas esas ideas a un cuaderno. Importante: tratá de ir opinando sobre cada una. Seleccioná las que más te gusten, buscales un remate y sumalas a tu monólogo. Nunca sabés cuándo puede aparecer la comedia.

Si no anotás las ideas cuando vienen, se vuelve peligrosamente probable que después no te las acuerdes. No confíes en tu memoria.

Este sistema también te sirve si no te gusta mucho «sentarte a escribir» y preferís la creación desordenada y espontánea. Ir escribiendo un poco todos los días en la libretita y volcar cada semana el contenido al cuaderno favorece, sin duda, la creación.

Tampoco acumules: si en algún momento no pasás tus ideas a un papel definitivo, vas a terminar teniendo un montón de ideítas inclasificables con las que difícilmente encuentres algo que hacer, excepto dejarlas de lado.

Recomiendo enfáticamente aplicaciones como Google Keep, en las que podés anotar o grabar ideas. Además, te permite tener sincronizado el celular con la computadora, lo que hace mucho más práctico el trabajo.

CARICATURA DEL TEXTO

El armado del monólogo es básicamente una caricaturización de lo escrito. Los caricaturistas toman una cara y exageran ciertos rasgos: cuando el modelo es un poco narigón, le hacen una nariz enorme; cuando tiene los dientes salidos, terminan dibujando un conejo. Apliquemos el mismo criterio con nuestro texto. Una vez que tengamos la base, vemos cómo le ponemos gracia a lo que escribimos.

No hay que reprimir los chistes que te parezcan obvios o fáciles. Primero, puede ocurrir que sean obvios para vos, pero no para los demás. A lo mejor, para a un compañero no lo son. Con sus comentarios, los vas a poder mejorar o, si no, eyectarlos.

NOTA: Tené en cuenta que muchos de estos consejos sirven para encarar la hoja en blanco cuando no se te ocurre nada, solo en esos casos, aunque suelen ser la mayoría. Si estás inspirado o sos un iluminado que escribe chistes espontáneamente, no compliques tu trabajo adaptándolo a estos sistemas: solo dejá fluir y usá lo que te ayude de esta sección para pulir los textos.

TIPS

SÉ ESPECÍFICO

Sé específico al encarar un tema. «Herramientas», por ejemplo, es demasiado amplio: no es lo mismo hablar de martillos, de pinceles o de ferreteros. Sé detallista y observador.

También puede ocurrir que tengas que desarrollar un tema amplio. En ese caso, tomalo desde el aspecto más específico y andá escalando despacio hacia el tema general. Eso te va a servir para desbloquearte. Los temas generales son difíciles para el monólogo.

Ojo: Sé específico, pero tampoco tanto. Si llevás el tema a los límites del detalle, te alejás del público. Por ejemplo, podés sacar mil conclusiones hablando de «los anteojos»; en cambio, vas a perder adeptos hablando de «esos anteojos que tienen la patita finita y se doblan y…».

EL PODER DEL AHORA

Hablá siempre en presente. Esto es clave para que tu monólogo tenga frescura. Lo que estás contando pasa ahora. «Me molesta cuando entro en una casa y un perro me viene a oler los huevos»: eso ya está pasando. Si narrás en pasado («me molestó una vez que entré en una casa y un perro vino a olerme los huevos»), se complica la actuación. Lo que se dice en pasado queda lejos del momento en que hablás. Aparte, supone agregar palabras y aclaraciones que pueden aburrir al público. Lo que pasa en escena está pasando aquí y ahora; esto hace que todo resulte más dinámico y vivo.

SUGERIR VS. DECIR

Mientras más sugerido sea un chiste, más fuerte va a ser el efecto que cause. No se lo des al público en bandeja. A veces, un buen chiste se vuelve obvio al decirlo directamente. En cambio, si solo lo sugerís, hacés que la mente del espectador trabaje un poco más y esto aumenta la complicidad con el público: se genera la sensación de que todos entienden de qué se está hablando. Apelá a la inteligencia de la gente, a su poder de deducción. De ese modo, la imagen de lo que querés transmitir va a ser mucho más potente.

Un ejemplo bien básico de esta distinción:

Le estaba sirviendo whisky a una chica.

–Usted dirá cuándo…

–Después del segundo whisky –me respondió.

En una versión «directa» sería:

Le estaba sirviendo whisky a una chica.

–Usted dirá cuándo…

–Cuando vos quieras, papito –me respondió.

El chiste queda, en la segunda versión, demasiado servido en bandeja. No significa que no resulte gracioso, pero el hecho de ser tan directo le resta. Tomate el trabajo de ir un poquito más lejos. Siempre que puedas darle una vueltita más al chiste, hacelo. El efecto será más potente.

COÉQUIPIER

Cuando tengas el material más o menos armado, te va a ser muy útil (prácticamente indispensable) reunirte con un amigo cómico o con alguien que creas que tiene olfato para el asunto.

Siempre otra mirada te va a ayudar a definir qué se entiende, qué no, a qué cosas les falta gracia… Además, te va a servir para intercambiar ideas de temas y remates. El trabajo del cómico suele ser solitario. Armá equipo con uno o más compañeros para ir compartiendo y perfeccionando material.

Ser generoso y entrar en un ida y vuelta de trabajo cómico va a permitir que esta profesión te sea mucho más saludable y va a hacer tu trabajo más ameno y nutrido… Igual, nunca descartes del todo un chiste que a tu criterio puede funcionar. Tal vez a tu amigo no le guste y al público sí o viceversa. El público es el juez definitivo.

NO CUENTES HISTORIAS

Las historias personalizan demasiado la acción y la vuelven un tanto aburrida para el público que no te conoce. Estás contando algo que te pasó a vos en particular: los espectadores no se identifican con eso y, por lo tanto, se distraen. En resumen, al público no le interesan tus anécdotas.

Las historias pueden funcionar en una reunión en la que todos te conocen, ya tienen una imagen de vos y se ríen porque realmente es gracioso imaginarte en una situación determinada… No es el caso del público. Salvo que seas famoso, no creo que les interese algo que te pasó. Y menos cuando pagaron una entrada para escucharte.

Ojo: Esta es una regla general del stand up muy válida, pero no es definitiva. A lo largo de mi carrera, he conocido algunas excepciones. Me reí de historias y anécdotas que, en casos puntuales, dieron resultado. Lo que aceitaba el relato de la anécdota, igual, eran los chistes y algunos momentos en los que uno se podía identificar. En ninguno de estos casos se trataba de una historia larga que apuntaba a un remate: eran historias repletas de remates. Si querés arriesgarte a contar anécdotas, tené muy en cuenta el desarrollo y la dinámica; o sea, no postergues el remate demasiado.

STATUS

Muchas reglas del humor se basan en una cuestión de status. Siempre los status más bajos son los más graciosos. Lo que causa gracia es cómo sufre el de más abajo o cómo el de abajo se burla del de arriba. El público no tiene empatía con status altos: jefes/as, políticos/as, patovicas, etcétera. Estos personajes asisten a otro de status más bajo que remata.

Por ejemplo, si un payaso le da un golpe a otro, todo el mundo va a reírse del golpeado. Cuanto más grande su caída, más gracioso será. Basta con ver las películas de Chaplin. En todas, Chaplin encarna personajes ligados al último escalón social: linyeras, empleados torpes… Lo mismo se ve en Los tres chiflados: Moe no era el gracioso, lo que él le hacía a Curly era lo que causaba gracia.

Tenés que saber de qué lado vas a ponerte en tu monólogo. Un jefe que se sube a escena para burlarse de sus empleados no genera empatía (igual, me gustaría ver algo así… quién sabe); si se sube un obrero y se pone a hablar de lo que implica padecer a su jefe, la cosa cambia.

CONCIENCIA DE LA PROPIA IMAGEN

Un buen ejercicio para desarrollar tu personalidad escénica y no equivocarte con el material consiste en pedirle a amigos o compañeros de trabajo que te den tres características que ellos vean en vos.