¿Podemos adelantar la Segunda Venida?

Marcos Blanco

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

¿Podemos adelantar la Segunda Venida?

Marcos G. Blanco

Dirección: Pablo Ale

Diseño de tapa: Mauro Perasso

Diseño del interior: Marcelo Benitez

Ilustración: Shutterstock

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXX

Es propiedad. © Asociación Casa Editora Sudamericana 2019.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-113-1

Publicado el 30 de marzo de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (Opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

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Lista de abreviaturas

de versiones de la Biblia usadas en este libro

BA: La Biblia de las Américas

BLP: La Palabra (versión española)

DHH: Dios habla hoy

LXX: Septuaginta

NBLH: Nueva Biblia de las Américas

NTV: Nueva Traducción Viviente

NVI: Nueva Versión Internacional

PDT: La Palabra de Dios para Todos

RVA 2015: Reina-Valera Actualizada 2015

RVC: Reina-Valera Contemporánea

RVR: Reina-Valera Revisada 1960

RV 77: Reina-Valera Revisada 1977

TLA: Traducción en Lenguaje Actual

Introducción

¿Podría Cristo haber venido en 1901?

Corre 1901. George Irwin, entonces presidente de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, dialoga con Arthur G. Daniells, el administrador que pronto lo reemplazará. La conversación ocurre justo antes del Congreso de la Asociación General, programado para ese año.

–Hermano Irwin, lo veo preocupado. ¿Qué estará agobiando su corazón? –pregunta Daniells.

–Estoy afligido, hermano Daniells –responde Irwin–. El 34º Congreso de la Asociación General comienza mañana en Battle Creek. Estamos en 1901, y Jesús todavía no ha regresado. He estado investigando algunos de los consejos de la hermana White.

–Sería una bendición para mí si compartiera eso conmigo.

–Es muy difícil de leer –responde Irwin antes de comenzar la lectura de un escrito de Elena de White, que hoy aparece en el libro El evangelismo, página 697–: “Durante cuarenta años la incredulidad, la murmuración y la rebelión impidieron la entrada del antiguo Israel en la tierra de Canaán. […] En ninguno de los dos casos faltaron las promesas de Dios. La incredulidad, la mundanalidad, la falta de consagración y las contiendas entre el profeso pueblo de Dios nos han mantenido en este mundo de pecado y tristeza tantos años”.

Pensativo, Daniells responde:

–Bueno, la sierva del Señor es directa en cuanto al pueblo de Dios. Incredulidad, mundanalidad, falta de consagración y contiendas. Esta demora es nuestra culpa… Bueno, mi culpa.

–Así es. Déjeme compartir algo que encontré, que ella escribió hace muy poco: “Si la iglesia de Cristo hubiese hecho su obra como el Señor le ordenaba, todo el mundo habría sido ya amonestado, y el Señor Jesús habría venido a nuestra Tierra con poder y gran gloria” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, pp. 587, 588). A esto lo escribió hace 36 meses; es decir, durante mi mandato como presidente. Es nuestra culpa. Le hemos fallado a Dios, hermano. Nosotros, como líderes, le hemos fallado a Dios. Debemos humillarnos. Debemos convertirnos en ejemplos vivientes de lo que puede llegar a ser un líder cuando Jesús vive en su corazón. Ya ni sé cómo orar sobre esto. ¿Cómo podemos rogarle a Dios que sacuda de nosotros esta demora e inactividad?

–No podría estar más de acuerdo. He estado experimentando en mi corazón la misma carga que percibo en usted. Busquemos la ayuda de Dios ahora mismo.

–¿Juntos?

–Sí, juntos.

En ese momento, Irwin exclama:

–Oh, hermano…

E inmediatamente, Daniells comienza su oración:

–Dios de gloria, has estado listo para venir por tanto tiempo. Y, aun así, nos has estado esperando. Por favor, perdónanos y ayúdanos como líderes a entregarte todo nuestro ser. Sabemos que somos responsables por este pecado. Cámbianos, ayúdanos a morir al yo y a vivir en ti, Dios. Por favor, toma hoy nuestra vida…

Este diálogo es la recreación dramatizada en un video creado por el Comité de Reavivamiento y Reforma de la Asociación General durante los cien días de oración que precedieron al Congreso de la Asociación General de 2015, en Texas. El contenido está basado en una carta de dos páginas publicada en el tomo 8 de Testimonios para la iglesia. La escena cambia a otra conversación entre Stephen Haskell y el expresidente de la Asociación General George Butler, cuando entran en el tabernáculo de Battle Creek. Dentro de la iglesia, con los hermanos reunidos, Haskell se acerca al púlpito, lee el Salmo 106, y expresa: “Hemos pecado, oh, Dios”. A esto le sigue otra oración, con Haskell diciéndole al Señor que no pueden continuar así.

En el video se señala claramente que Jesús no ha venido porque los miembros y los líderes de la Iglesia Adventista no se han rendido completamente a la dirección de Jesús ni han predicado el evangelio como deberían haberlo hecho. En realidad, este video evidencia una de las tres respuestas que los adventistas han dado a lo largo de los años a la “demora” de la Segunda Venida.

Respuestas al chasco de 1844

Como adventistas del séptimo día, hemos luchado por descifrar el enigma de la demora de la Segunda Venida desde al menos el 23 de octubre de 1844. Los primeros adventistas, que formaban parte del gran Movimiento Adventista conformado por cristianos de diferentes confesiones, esperaban que la Segunda Venida tuviera lugar el 22 de octubre de 1844. Habían proclamado que la Segunda Venida ocurría en ese día, con entusiasmo, esperanza y alegría. Pero, la alegría se había convertido en decepción, al ver que Cristo no regresó en esa fecha. Acerca de ese día, por ejemplo, Josiah Litch le escribió a William Miller: “Es un día nublado y oscuro aquí, el redil está disperso y el Señor todavía no ha venido”.1 Hiram Edson escribió también: “Nuestras mejores esperanzas y expectativas fueron destruidas, y un espíritu de llanto nos invadió como nunca antes habíamos experimentado. Ni la pérdida de todos los amigos terrenales puede compararse con esa experiencia. Lloramos y lloramos hasta el amanecer”.2

Pero, más allá de identificar bíblicamente el evento que había sucedido el 22 de octubre de 1844, mantuvieron su esperanza en un prontísimo regreso de Cristo a la Tierra. Sabían que el tiempo era corto y que estaban viviendo las últimas escenas de la historia de este mundo.

Y, aunque muy pronto después de ese día amargo se dedicaron a escudriñar las Escrituras en busca de una respuesta bíblica a su gran desilusión, esa fue la primera vez (de muchas otras) que los adventistas tuvieron que luchar con el concepto de la demora de la Segunda Venida.

Luego de ese gran chasco, el movimiento se dividió en diversos grupos. Por un lado, estuvieron aquellos que no pudieron soportar el Gran Chasco, perdieron la certeza de la Segunda Venida, y regresaron a sus antiguas confesiones o, sencillamente, se apartaron de la fe. Pero, de entre aquellos que mantuvieron la esperanza en el pronto regreso de Jesús, se pueden identificar tres grupos: el primero, bajo el liderazgo de Joshua V. Himes, interpretó que no había sucedido nada relevante el 22 de octubre de 1844, y que solo quedaba esperar a que ocurriera la Segunda Venida en alguna fecha futura no específica. Mantuvieron su sentido de urgencia, pero no consideraron que hubiera ocurrido algo relevante el 22 de octubre ni tampoco siguieron colocando fechas. Este grupo tomó su propio rumbo, para luego organizarse en Albany.

El segundo grupo ha sido identificado como los “espiritualizadores”, ya que interpretaron que el tiempo y el evento habían sido correctos, pero que esa Segunda Venida sucedida el 22 de octubre había sido “espiritual”, no concreta ni material. Este grupo se caracterizó luego por manifestaciones de fanatismo espiritual.

El tercer grupo seguía sosteniendo que la fecha del 22 de octubre había sido correcta, pero que se habían equivocado en la interpretación del evento que había tenido lugar en ese día. En otras palabras, había ocurrido algo ese día, pero lo evidente era que no había sido la Segunda Venida. Este tercer grupo finalmente llegó a convertirse en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Este grupo abordó el problema de la demora con una búsqueda intensa de la verdad en las Escrituras, hasta descubrir que lo que había sucedido era el paso de Cristo del Lugar Santo al Lugar Santísimo en el Santuario celestial, inaugurando una etapa de juicio en su ministerio sacerdotal.

Pero, más allá de identificar bíblicamente el evento que había sucedido el 22 de octubre de 1844, mantuvieron su esperanza en un prontísimo regreso de Cristo a la Tierra. La misma naturaleza del Juicio Preadvenimiento les indicaba que el tiempo era corto, y que estaban viviendo en las últimas escenas de la historia de este mundo. Fue precisamente esa expectativa de un pronto cumplimiento de la promesa de Jesús lo que ha llevado a los adventistas a preguntarse por la razón de una espera que no estaba prevista, por la dilatación del tiempo, por lo que muchos han interpretado como una “demora”.

Respuestas a la paradoja de la “demora”

A lo largo de la historia de nuestra iglesia, entonces, se han intentado dar al menos tres respuestas teológicas al problema de la “demora” de la Segunda Venida.

En primer lugar, están quienes afirman que Cristo no ha venido porque todavía el evangelio no sido proclamado a “todo pueblo y toda nación, tribu y lengua” (Apoc. 14:6),3 ya que la proclamación global del evangelio fue mencionada por Jesús como una de las señales y condiciones para la Segunda Venida: “Y se predicará la Buena Noticia acerca del reino por todo el mundo, de manera que todas las naciones la oirán; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14).

En segundo lugar, se encuentran quienes afirman que Cristo vendrá solo cuando su carácter haya sido reproducido fielmente en su pueblo. En otras palabras, la Segunda Venida está supeditada a la perfección moral del remanente. Es evidente que estas dos posiciones ponen el énfasis en el elemento humano (el pueblo de Dios) más que en el elemento divino en lo que se refiere a los efectos condicionantes y detonantes de la Segunda Venida. Es claro que, para estos dos grupos, la demora se debe a que la iglesia ha fallado, ya sea en su fervor misionero o en su consagración y santificación personales.

En tercer lugar, están aquellos que enfatizan que las “fechas y los tiempos” están únicamente en manos de Dios, y que la demora es solo una percepción humana. Este grupo enfatiza la soberanía divina, y no considera que el ser humano (el pueblo de Dios) desempeñe un papel crucial en la determinación de la fecha de la Segunda Venida.

Desde luego, están también aquellos que reconocen que en la Biblia aparecen tanto el concepto de inminencia como de demora de la Segunda Venida, y que deberíamos mantener esa tensión sin querer resolverla. Esta última posición podría parecer interesante; pero, como cristianos, si bien reconocemos que hay diversas tensiones en la Biblia, como el “ya” y el “todavía no” de la salvación, o entre la fe y las obras, hemos hecho un esfuerzo por resolver esa tensión o identificar claramente los elementos que la componen.

La pregunta, entonces, es cuál de estas posiciones se acerca más a la verdad bíblica. ¿Es que no estamos haciendo lo suficiente para proclamar el mensaje? ¿No nos hemos consagrado lo suficiente como para ser transformados a semejanza de Cristo y alcanzar esa perfección que supuestamente Dios espera de nosotros en el tiempo del fin? ¿O es que en realidad la fecha de la Segunda Venida depende enteramente de Dios, y la demora es solo una percepción subjetiva de las señales y de los tiempos?

¿Es que no estamos haciendo lo suficiente para proclamar el mensaje? ¿No nos hemos consagrado lo suficiente como para ser transformados a semejanza de Cristo y alcanzar esa perfección que supuestamente Dios espera de nosotros en el tiempo del fin?

El paso del tiempo: una cuestión de percepción

Se cuenta el caso de un edificio de oficinas en Nueva York donde sus usuarios se quejaban de la excesiva cantidad de tiempo de espera para el ascensor. La antigüedad del edificio, junto con otros factores, impedía que se le realizaran mejoras o modernizaciones. Los ocupantes amenazaban con romper los términos de sus contratos de alquiler como resultado de la cantidad de tiempo que tenían que esperar por los ascensores. Se llamó a una reunión de los administradores del edificio para buscar una solución. Uno de los miembros allí presentes era psicólogo, y quedó perplejo por el hecho de que los inquilinos se molestaran tanto por tener que esperar solo uno o dos minutos.

Así, llegó a la conclusión de que la razón del malestar era el aburrimiento más que el tiempo real de espera. De esta manera, dado que consideraba que el problema radicaba en que los usuarios no tenían nada para hacer durante la espera, “sugirió instalar espejos en las áreas de entrada del elevador, para que aquellos que esperaran pudieran mirarse entre ellos o a sí mismos sin que pareciera que lo hacen”. ¿Qué sucedió? “El gerente tomó su sugerencia. La instalación de los espejos se realizó de manera rápida y a un costo relativamente bajo. Las quejas por la espera se detuvieron”.4

En la actualidad, es bastante común ver espejos en los vestíbulos donde se encuentran los ascensores. La moraleja es que el tiempo de espera se experimenta de manera diferente si hay algo para hacer durante la espera. Esto quiere decir que la manera en que interpretamos un ínterin está íntimamente relacionada con la manera en que interpretamos ese tiempo de espera. Y ese tiempo se interpreta de acuerdo con lo que tenemos para hacer durante él. Si no estamos haciendo nada durante la espera, el tiempo transcurrido se nos ocurrirá eterno. Por otro lado, si estamos ocupados, el tiempo se pasará “volando”.

Así, el tiempo de espera real de un evento se ve modificado en la mente por la percepción subjetiva de quien espera. Los estudios han demostrado que este es especialmente el caso cuando anhelamos algo, según lo considera el neurocientífico cognitivo Muireann Irish, de la Universidad de Sídney. Piensa en un niño que repetidamente pregunta: “¿Ya llegamos?” o “¿Cuánto falta para que pueda abrir mis regalos de Navidad?” Según el Dr. Irish, “si estamos esperando que suceda algo… el tiempo se puede dilatar y percibimos que se ha demorado mucho más”.5

Y el tiempo puede parecer que se arrastra todavía más lentamente si eres del tipo impulsivo, que se inquieta o incluso se enoja cuando no obtiene lo que quiere de inmediato. En un estudio realizado por el psicólogo alemán Marc Wittmann, las personas obligadas a sentarse en una habitación sin hacer nada durante siete minutos y medio sintieron que el tiempo pasaba de manera diferente, dependiendo de su tipo de personalidad. Algunos dijeron que la duración había sido de solo dos minutos y medio, mientras que para los más impulsivos se habían sentido como veinte minutos. Entonces, no son solo factores externos, sino también quiénes somos, lo que influye en nuestra percepción del tiempo.

Una pregunta crucial

Claro, sería muy fácil adjudicar la incomodidad que nos genera la “demora” de la Segunda Venida solo a una percepción subjetiva de los eventos del tiempo del fin. Si bien esta respuesta no nos deja bien parados, ya que esa percepción estaría influida por factores subjetivos y no por la verdad bíblica, es mucho más fácil de digerir que el hecho de que esa demora se deba a la falta de celo misionero o a la falta de consagración; ¡o a la falta de ambos! Es mucho más fácil sacarnos la responsabilidad de encima, colocándola exclusivamente en Dios, o resguardarnos detrás del misterio de una tensión imposible de explicar.

No obstante, cuando estudiamos la Biblia con detenimiento, con un espíritu de humildad y con el deseo de que ese mismo Espíritu Santo que inspiró las Escrituras ilumine nuestra mente, las piezas empiezan a encajar dentro de ese gran rompecabezas de los eventos del tiempo del fin. Así, el papel que tanto Dios como el ser humano desempeñan en la determinación de la fecha de la Segunda Venida queda claramente delineado en las Sagradas Escrituras.

En los capítulos siguientes, analizaremos en profundidad las diferentes posturas que los adventistas han asumido con respecto a la cuestión de la demora de la Segunda Venida, explicando sus debilidades y sus fortalezas. Pero, ese primer paso estaría incompleto si no estudiáramos la Biblia para buscar la respuesta a esta tensión teológica, por lo que dedicaremos varios capítulos a estudiar conceptos amplios como la providencia divina, la relación entre la omnisciencia divina y la libertad humana, y la manera en que la Biblia define el papel que desempeña el ser humano en la historia del plan de salvación y, particularmente, en la fecha de la Segunda Venida. Además de esto, dedicaremos un capítulo a estudiar ciertas declaraciones de Elena de White con respecto a la inminencia y la demora del regreso de Cristo.

Solo entonces estaremos listos para plantearnos una respuesta más bíblicamente informada con respecto a este asunto crucial no solo para nuestra vida espiritual sino también para la misión de la iglesia y el destino de este mundo. Porque este libro no fue escrito para satisfacer una curiosidad teológica trivial. No, mi intención es que pueda impactar tu vida espiritual y dejarte, así, un paso más cerca de la Segunda Venida, porque “dentro de muy poco tiempo, Aquel que viene vendrá sin demorarse” (Heb. 10:37).


1 Josiah Litch a William Miller y Joshua V. Himes, 24 de octubre de 1844.

2 Manuscritos de Hiram Edson; ver George R. Knight, A Brief History of Seventh-day Adventists (Hagerstown, MD: Review and Herald, 1999), p. 25.

3 Salvo que se indique lo contrario, las citas bíblicas se han tomado de la Biblia Nueva Traducción Viviente.

4 https://signalvnoise.com/posts/1244-defining-the-problem-of-elevator-waiting-times

5 https://www.abc.net.au/news/science/2017-08-29/science-explains-why-time-flies-when-youre-having-fun/8831478

Capítulo 1

No el “qué”, sino el “cuándo”

El 20 de marzo de 1942 es una fecha muy recordada. Ese día, el general Douglas MacArthur arribó a Australia luego de escapar de las Filipinas. En esa ocasión, afirmó: “Me fui, pero volveré”. Hizo esta promesa debido a que tuvo que abandonar a sus hombres en la Isla de Corregidor, en las afueras de Manila, a manos del ejército japonés, que tomó la isla y el control de Filipinas, durante la Segunda Guerra Mundial.

En realidad, MacArthur no huyó, sino que muy a su pesar tuvo que obedecer las órdenes del presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, quien le pidió que abandonara la isla y se dirigiera a Australia, para ser investido como el comandante de todas las tropas de los Estados Unidos.

Tres años más tarde, el 3 de febrero de 1945, las tropas del general MacArthur entraban en Manila para comenzar la batalla que lleva el nombre de esa ciudad, que duró más de un mes y con la que finalmente MacArthur recuperó las Filipinas y cumplió su promesa de volver por los suyos y recuperar ese territorio.

Algo semejante sucedió cuando Cristo tuvo que ascender a los cielos después de su muerte y la resurrección. Allí en la Cruz, obtuvo la victoria sobre el pecado y la muerte, al pagar el rescate por nuestra salvación. Sin embargo, el gran conflicto entre él y Satanás no acabó allí, por más deseos que él tuviera. Ni siquiera pudo quedarse con los suyos, aunque envió al Espíritu Santo como su representante en nuestra ayuda.

Estoy seguro de que Cristo tenía más deseos de quedarse aquí para proteger a los suyos que los que tuvo MacArthur. Pero, como Comandante en Jefe de los ejércitos de los cielos, tenía una misión mayor: interceder por nosotros ante el Padre como Sumo Sacerdote del Santuario celestial. Dado que una de las tareas de Satanás en este conflicto es ser acusador de los hombres hasta que termine el tiempo de gracia, Cristo está intercediendo por ti y por mí ante el Padre, con el objetivo de que no caigamos en territorio enemigo, sino que finalmente seamos rescatados.

Sí, Cristo ascendió a los cielos, pero se fue aún con otro objetivo: preparar lugar para nosotros. Allí, en la Santa Jerusalén, está preparándonos mansiones para que vivamos por la eternidad junto a él. Y así como cumplió todas las promesas dentro de su plan de salvación, y al igual que llegado el tiempo justo vino por primera vez a esta Tierra a morir por nosotros, vendrá en las nubes de los cielos con poder y gran gloria para llevarnos consigo. Sí, su promesa tiene mucho más peso que la del general MacArthur, dado que ha cumplido todas las demás.

La discusión en perspectiva

Antes de pasar a analizar conceptos teológicos contrapuestos con respecto a la demora de la Segunda Venida, pongamos esta discusión en perspectiva. Solo estamos discutiendo el cuándo, no el qué. No estamos poniendo en duda si Jesús volverá por segunda vez. No, estamos analizando solo el cuándo, la fecha, el momento (el timing, dirían en inglés), pero en ningún momento me gustaría que quedaran dudas con respecto a ese evento glorioso que pondrá fin a la historia de pecado y sufrimiento en este mundo.

Jesús lo prometió cuando estuvo en esta Tierra: “Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy” (Juan 14:3). Los ángeles volvieron a repetírselo a los discípulos: “Jesús fue tomado de entre ustedes y llevado al cielo, ¡pero un día volverá del cielo de la misma manera en que lo vieron irse!” (Hech. 1:11). Es la nota tónica de toda la Biblia, especialmente del Nuevo Testamento: “Pues el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con voz de arcángel y con el llamado de trompeta de Dios. Primero, los creyentes que hayan muerto se levantarán de sus tumbas. Luego, junto con ellos, nosotros, los que aún sigamos vivos sobre la tierra, seremos arrebatados en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Entonces estaremos con el Señor para siempre” (1 Tes. 4:16, 17). Y es el anhelo de cada discípulo de Cristo: “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!” (Apoc. 22:20).

Así como Cristo cumplió todas las promesas dentro de su plan de salvación, y al igual que llegado el tiempo justo vino por primera vez a esta Tierra a morir por nosotros, vendrá en las nubes de los cielos con poder y gran gloria para llevarnos consigo.

Pero, la Segunda Venida ya estaba mencionada antes, en el Antiguo Testamento. De hecho, toda la escatología (o doctrina del ésjaton, según el término en griego que se refiere a “el fin”) del Antiguo Testamento gira alrededor de la venida de Jehová. Los profetas de lo antiguo mencionan con frecuencia “aquel día” (Zac. 14:9) o “esos días” (Joel 2:29), o sencillamente se refieren a “ese tiempo” en que se materializaría la salvación (Dan. 12:1). Es más, ese evento es referido como el “día del Señor” (Sof. 1:14), o “día de Jehová”, según otras versiones.

Dado que ese gran día traería tanto salvación para los que esperan a Dios en sus caminos como juicio para aquellos que se han apartado de él, los profetas a menudo instaron a Israel y a las naciones vecinas a estar preparadas y acercarse a Dios. “Busquen al Señor” (Sof. 2:3), era la súplica del profeta.

Esa necesidad de preparación también es enfatizada por el profeta Amós: “¡Prepárate para encontrarte con tu Dios en el juicio!” (Amós 4:12). Y en el libro de Abdías se concentra la advertencia contra todas las naciones que no andaban en los caminos de Dios: “¡Se acerca el día cuando yo, el Señor, juzgaré a todas las naciones paganas!” (Abd. 1:15). Pero ese evento traería también el reinado completo de Jehová: “En aquel día […] el Señor será rey sobre toda la tierra. En aquel día habrá un solo Señor y únicamente su nombre será adorado” (Zac. 14:8, 9).

Algo importante aquí es que, para todos estos anuncios proféticos, el “día del Señor” es un evento real, material e histórico. La venida del Señor irrumpe en la sucesión histórica de imperios mundiales. Y, dado que precisamente interrumpe el curso histórico natural, se trata de un evento culminante. Además, es un evento de dimensiones globales; no se trata de un suceso local o regional del que alguien pueda escapar, sino que toda la Tierra quedará afectada por la venida del Señor (Isa. 2:12–19; Sof. 3:8; Mal. 4:1).

Por eso, más allá de que los profetas del Antiguo Testamento lo predijeron, más allá de la promesa de Jesús y más allá de que cada escritor del Nuevo Testamento hizo alusión a esa “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13, RVC), toda la Biblia asume con certeza el cumplimiento futuro de esa promesa: “¡Miren! Él viene en las nubes del cielo. Y todos lo verán, incluso aquellos que lo traspasaron. Y todas las naciones del mundo se lamentarán por él. ¡Sí! ¡Amén!” (Apoc. 1:7).

¿Y el “cuándo”?

Si bien Jesús mismo dejó en claro que “nadie sabe el día ni la hora en que sucederán estas cosas” (aludiendo al hecho de que nadie sabe el momento exacto de la Segunda Venida), también se nos dice que los hijos de Dios “no están a oscuras acerca de estos temas, y no serán sorprendidos cuando el día del Señor venga como un ladrón” (1 Tes. 5:4).

Cierta vez, un padre le dijo a su hijo de cinco años que emprendería un extenso viaje, pero le aseguró:

–Volveré.

–¿Cómo sabré que estarás por regresar? –le preguntó el chico al papá.

–Cuando veas el patio cubierto por las hojas de los árboles, faltará poco para mi regreso –respondió el padre, después de pensarlo un poco.

A partir de la salida del papá, todos los días el niño corría al patio para ver los árboles. A medida que el otoño se fue aproximando, las hojas comenzaron a colorearse de rojo y amarillo. Una noche, se desató un fuerte ventarrón. A la mañana siguiente, como lo hacía usualmente, el chico salió a dar su paseo y se sorprendió al descubrir que el patio de su casa estaba cubierto de hojas secas. Entonces, exclamó:

–¡Papá está volviendo a casa!

La Biblia nos cuenta, en Marcos 13:1 y 2, una historia parecida. Jesús estaba saliendo del atrio del Templo, cuando uno de sus discípulos señaló y dijo:

–Maestro, mira qué piedras, y qué edificios.

La respuesta de Jesús lo desconcertó:

–¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.

Los discípulos se reunieron a un costado para discutir qué era lo que Jesús había querido decir. Luego de llegar a una conclusión, volvieron a él: “ [...] ‘Dinos, ¿cuándo sucederá todo eso? ¿Qué señal marcará tu regreso y el fin del mundo?’” (Mat. 24:3).

Jesús, entonces, pasó a enumerarles una serie de señales que marcarían la cercanía de su regreso. Enumeró señales en los ámbitos político y militar (vers. 6, 7), señales en el ámbito de la naturaleza (vers. 7), señales en el ámbito social (vers. 10, 12) y señales en el ámbito religioso (vers. 24).

Tomemos, por ejemplo, las señales en la naturaleza. A nadie le quedan dudas de que la naturaleza se está comportando de una manera extraña, alocada. Grandes ciclones y tormentas tropicales, terremotos, tsunamis e inundaciones golpean el globo cada vez con mayor intensidad.

Después de interpretar las señales de la naturaleza, los científicos colocaron el reloj en las 23:58; ¡sí, a solo dos minutos de la medianoche!, dando a entender que nos acercamos rápidamente al fin. Y no olvidemos que la mayoría de los científicos son ateos.

El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el organismo de la ONU que quizás haya estudiado con más profundidad los grandes cambios en la naturaleza, en su informe de 2007 ya señalaba: “La advertencia del sistema climático es inequívoca”, y advertía de las “previsibles y devastadoras consecuencias del cambio climático”.

Cada vez que Jesús habla de las señales en la naturaleza, las vincula con el hambre, y la aparición de pestilencias y enfermedades (Mat. 24:7; Mar. 13:8). Efectivamente, las variaciones en el cambio climático están haciendo que los cultivos de cereales disminuyan drásticamente, sobre todo en los trópicos. Esto trae, como consecuencia, la reaparición del hambre. De hecho, el hambre, actualmente, es la preocupación número uno de la ONU, tras la crisis de la suba de alimentos que se ha desatado en los últimos años.

Con respecto a las pestes, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que los nuevos patrones de lluvias, sequías y tormentas están acelerando la expansión de enfermedades como la malaria o el paludismo y la fiebre del dengue en varias regiones. El rebrote del ébola en el oeste de África ha puesto en alerta al mundo entero. El cambio climático está empeorando las crisis de salud en muchos países en los que el acceso a la salud no es igualitario. La directora general de la OMS, Margaret Chan, declaró que “las enfermedades y las condiciones sensibles al cambio climático ya están creando enormes cargas a muchos países […]. El impacto del cambio climático está actuando como un amplificador”.

Pero, hay más todavía. Después del informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de 2007, los científicos de la Revista de la Asociación de Científicos Nucleares Estadounidenses decidieron adelantar el “reloj del juicio final”. Este reloj contiene dos agujas que no corren. Una de ellas, la de las horas, está permanentemente fijada en las 12. La otra, la de los minutos, ha sido movida en 19 ocasiones durante el último medio siglo. El reloj fue creado en 1947, para dar a entender cuán cerca se encuentra nuestro mundo de “las 12”; es decir, de su fin.

Después de interpretar las señales de la naturaleza, los científicos colocaron el reloj en las 23:58; ¡sí, a solo dos minutos de la medianoche!, dando a entender que nos acercamos rápidamente al fin. Y no tenemos que olvidar que la mayoría de estos científicos son ateos.

Lo que necesito saber acerca de la Segunda Venida

  1. La segunda venida de Cristo es la bienaventurada esperanza de la iglesia, la gran culminación del evangelio (Tito 2:13, Heb. 9:28; Juan 14:1–3; Hech. 1:9-11; Mat. 24:14).
  2. La venida del Salvador será literal, personal, visible y de alcance mundial (Apoc. 1:7; Mat. 24:43).
  3. Cuando el Señor regrese, los justos muertos resucitarán y, junto con los justos que estén vivos, serán glorificados y llevados al cielo, pero los impíos morirán (1 Tes. 4:13-18; 1 Cor. 15:51-54; 2 Tes. 1:7-10; 2:8; Apoc. 14:14-20; 19:11-21).
  4. El hecho de que la mayor parte de las profecías esté alcanzando su pleno cumplimiento, unido a las actuales condiciones del mundo, nos indica que la venida de Cristo es inminente. El momento en que ocurrirá este acontecimiento no ha sido revelado y, por lo tanto, se nos exhorta a estar preparados en todo tiempo (Mat. 24; Mar. 13; Luc. 21; 2 Tim. 3:1-5; 1 Tes. 5:1-6).

Como Sodoma y Gomorra

En su sermón profético, Cristo mismo estableció la comparación: “Cuando el Hijo del Hombre regrese, será como en los días de Noé” (Mat. 24:37). Y si bien la aplicación primaria es establecer que la última generación sobre la Tierra no estará mejor preparada para una destrucción repentina que la generación previa al Diluvio (Jesús culmina esta sección con las palabras: “¡Así que ustedes también deben estar alerta!, porque no saben qué día vendrá su Señor”, vers. 42), el contexto social de los días de Noé también sirve como ilustración de la condición actual de nuestra sociedad.

Más allá de que todo lo que la gente “pensaba o imaginaba era siempre y totalmente malo” (Gén. 6:5), Dios “observó toda la corrupción que había en el mundo, porque todos en la tierra eran corruptos” (vers. 12). Y esa fue la razón dada por Dios para la destrucción del mundo por medio de agua: “He decidido destruir a todas las criaturas vivientes, porque han llenado la tierra de violencia. Así es, ¡los borraré a todos y también destruiré la tierra!” (vers. 13).

No hace falta detenerse a ejemplificar la violencia actual que impera en el mundo. Basta con encender la televisión y mirar un noticiero, leer el diario o, en la mayoría de los casos, ¡con solo salir a la calle! Asesinatos, robos violentos, violaciones, agresiones verbales y físicas, abusos verbales; toda una gama de violencia que se despliega minuto a minuto. Y está lejos de mejorar. En realidad, todo indica que empeorará. Una de las razones es el hacinamiento de millones de personas en condiciones menos que ideales. Sí, las grandes ciudades del mundo son también las grandes usinas de violencia en el mundo.

En 2014, un informe de la División de Población de la Organización de las Naciones Unidas estableció que un 54 % de la población mundial vivía en las ciudades, y que para el año 2050 dos de cada tres pobladores mundiales vivirán en las ciudades.6 El problema es que está probado que cuantas más personas vivan en una ciudad mayor será el porcentaje de violencia, robos y asesinatos. Los delitos violentos aumentan proporcionalmente con el aumento de la población que vive en las ciudades. No es raro pensar que, otra vez, Dios tenga que intervenir porque “han llenado la tierra de violencia”.

Pero, hay otra sociedad histórica con la que Cristo comparó la sociedad de los últimos días. Él afirmó que, en los días previos a la Segunda Venida, “el mundo será como en los días de Lot” (Luc. 17:28). Claramente, se está refiriendo a la sociedad de las ciudades de Sodoma y Gomorra, donde vivía Lot. Dios mismo dijo de esas ciudades: “He oído un gran clamor desde Sodoma y Gomorra, porque su pecado es muy grave. Bajaré para ver si sus acciones son tan perversas como he oído...” (Gén. 18:20, 21). ¿Cuál era ese “pecado muy grave” de estas ciudades? El contexto nos dice que los hombres de Sodoma intentaron una violación homosexual múltiple con los dos ángeles (que a ellos se les aparecieron como dos hombres). De allí que la “sodomía” se asocie a las relaciones homosexuales, ya sean consentidas como forzadas. Ezequiel menciona que Sodoma cometió “pecados detestables” (Eze. 16:49, 50), y lo hace empleando el mismo término que utiliza Levítico 18:22 para referirse a la homosexualidad.

Hay una presión cada vez más fuerte por parte de ciertos sectores para naturalizar lo que, desde el punto de vista bíblico, es antinatural: las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Romanos afirma que el hombre, al “cambiar” la verdad acerca de Dios por una mentira, también “cambió” el orden natural de la familia y el sexo: “Aun las mujeres se rebelaron contra la forma natural de tener relaciones sexuales y, en cambio, dieron rienda suelta al sexo unas con otras. Los hombres, por su parte, en lugar de tener relaciones sexuales normales, con la mujer, ardieron en pasiones unos con otros. Los hombres hicieron cosas vergonzosas con otros hombres” (Rom. 1:26, 27).

El avance del marxismo cultural (o nueva izquierda), que impone una agenda feminista en la que se ridiculiza a quien cree en una idea bíblica de la familia, sumado al lobby de asociaciones de homosexuales y otros grupos de interés que luchan para imponer su ideología de género en escuelas y otros organismos públicos, hacen cada vez más difícil educar a nuestros hijos en los ideales de una familia bíblicamente definida.

Sí, nuestras sociedades actuales cada vez se parecen más a los “días de Noé” y a los “días de Lot”. Pablo afirmó que en el período anterior al regreso de Cristo habría “tiempos muy difíciles” (otras versiones dicen que serían “tiempos peligrosos”). Además, afirmó que las ciudades estarían llenas de gente que “solo tendrá amor por sí misma y por su dinero. Serán fanfarrones y orgullosos, se burlarán de Dios, serán desobedientes a sus padres y malagradecidos. No considerarán nada sagrado. No amarán ni perdonarán; calumniarán a otros y no tendrán control propio. Serán crueles y odiarán lo que es bueno. Traicionarán a sus amigos, serán imprudentes, se llenarán de soberbia y amarán el placer en lugar de amar a Dios” (2 Tim. 3:1-5). En este contexto, se nos exhorta a alejarnos de “esa clase de individuos”, y a “permanecer fiel[es] a las cosas” que se nos han enseñado (vers. 14).

Estamos viviendo en los últimos días. Nuestra sociedad cada vez se asemeja más a aquellas en las que Dios tuvo que intervenir para poner un límite al avance de la maldad, la violencia y la inmoralidad. Cristo está a las puertas. La pregunta es: ¿estás preparado? “Ustedes también deben estar preparados todo el tiempo, porque el Hijo del Hombre vendrá cuando menos lo esperen” (Mat. 24:44).

Sí, Jesús está a las puertas. El tiempo es breve. El momento de cultivar nuestra relación con Jesús es ahora. Mañana puede ser demasiado tarde. Nuestra sociedad es cada vez más parecida a Sodoma y Gomorra. Cristo está a las puertas. La pregunta es: ¿Estás preparado?

Lo que puede enseñarnos una higuera

Jesús les dijo a los discípulos: “Ahora, aprendan una lección de la higuera. Cuando las ramas echan brotes y comienzan a salir las hojas, ustedes saben que el verano se acerca. De la misma manera, cuando vean que suceden todas estas cosas, sabrán que su regreso está muy cerca, a las puertas” (Mar. 13:28, 29).

Evidentemente, la gran “higuera” de la naturaleza nos está diciendo a gritos que “el verano” se acerca. Sí, Jesús está a las puertas. El tiempo es breve. El momento de cultivar nuestra relación con Jesús es ahora. Mañana puede ser demasiado tarde. “Y, ya que ustedes tampoco saben cuándo llegará ese tiempo, ¡manténganse en guardia! ¡Estén alerta!” (Mar. 13:33).

Preparación: más allá de los labios

Como confesión cristiana, creemos en esta promesa de Jesús tan firmemente que se encuentra en el mismo ADN y nombre de nuestra iglesia: “Adventista del Séptimo Día”. Pero, surgimos no solo con el propósito de proclamar esta verdad sino también para anunciar que ese evento, que pondrá fin a la historia de pecado y sufrimiento de este mundo, se encuentra “a las puertas” (Mat. 24:33), ya que el mismo Jesús dijo: “¡Sí, yo vengo pronto!” (Apoc. 22:20).

7

Sí, la Segunda Venida es esa luz en el horizonte que ilumina nuestro presente, marcándonos el camino hacia ese futuro glorioso, ese momento que inaugurará una era donde ya “no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más” (Apoc. 21:4).


6 https://population.un.org/wup/

7 Citado en Spiros Zodhiates, The Behavior of Belief (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1959), p. 87.