En muchas ocasiones, estaban agotadísimos y al ver a otros niños nadar en el mar sin preocupaciones, querían abandonar tanto sacrificio. Sin embargo, tenían un sueño compartido, ganar el torneo y para ello, necesitaban volcar toda su energía y pasión en lograrlo.

Todos los equipos tenían nombres, excepto el de ellos. Intentaron concentrarse para elegir uno, pero no se les ocurría nada. Gabrielle, aburrido, empezó a hacer jueguitos, la pelota se fue al mar, corrió a agarrarla y al levantar la mirada, lo primero que encontró fue el barquito pesquero, en medio del oleaje, con la bandera italiana flameando en el viento y las palabras “Piano piano, si va lontano”. Decidieron que el equipo se llamaría “Lontano” que significa lejos.

El campeonato fue tremendamente difícil, había excelentes futbolistas, sin embargo, el equipo de Giuseppe logró ganar cada partido, hasta llegar a la ansiada final. Ese día estaban temerosos, porque sus rivales jugaban a nivel profesional.

Fue un partido memorable, hubo mucha tensión, sobre todo luego de empatar 2 a 2, por lo que los últimos 5 minutos fueron de nervios extremos.

Giuseppe cerró los ojos, recordando la jugada final y empezó a relatar velozmente, con voz de periodista deportivo:

“Entra Paolo con el balón por la derecha, lo marcan 2, escapa y se la pasa a Donato, que corre desde mitad de cancha, entrega a Giovanni que la pisa, pero se la roban. La recupera Michelangelo, la cabecea a Filippo, que arranca por la izquierda, acompaña la jugada Domenico, que la toca pero no puede. La rescata Piero para Luigi, Luigi para Francesco, gambetea para Giuseppe, le hace un pase magistral a Gabrielle, que arranca a toda máquina hacia el arco, patea con la zurda y … Gooooool... Gooooool... ¡ Golaaazooo! de Gabrielle, que marca el rotundo triunfo en un 3 a 2”.

Gritando eufóricos, bajo los efectos de la adrenalina, los 11 se fundieron en un fuerte y caluroso abrazo de gol.

Los premios que recibieron por la victoria fueron: un enorme trofeo dorado, una medalla para cada uno y un balón de cuero de color blanco, rojo y verde, como la bandera italiana.

Esa misma tarde, cuando el sol se fue a dormir en el mar y el cielo se pinceló de violeta, cada jugador firmó aquella valiosa pelota, grabando el lema de su equipo, que resultó ser una gran verdad, lento, con mucho esfuerzo y constancia, consiguieron llegar lejos y ganar a un hábil adversario, en un reconocido campeonato.

Juntos cavaron un pozo muy profundo en la arena, enterraron allí la pelota cual tesoro, porque pertenecía y debía estar por siempre en la cálida playa de Capri. Los amigos se dieron otro abrazo de gol, fuertísimo, de esos que dejan marcas en la piel y curan el alma.

A pesar de que pasaron muchísimos años, Gabrielle siempre atesoró la dorada medalla en un cofre, que guardaba dentro del segundo cajón de su mesita de luz.

En la búsqueda, con una mochila que se fue llenando de aprendizajes a lo largo del viaje, mis pies se perdieron por muchos caminos, hasta hallar tierra italiana, donde mi abuelo jugó uno de los mejores partidos de su vida.

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Giselle Gabriella Pizzo
María Valeria Glanzmann

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Hijo: El timón de tu vida está en tus manos. Eres Capitán de tu propio barco, navega libre, por mares abiertos, sintiendo el fresco viento que te despeina.

Muchas veces cambiarás de rumbo, es parte del aprendizaje. Transita el camino con agradecimiento.

Vivir es sentir. Ama intensamente. Sonríe al mundo. Forja fuertes lazos.

Que el fuego que llevas dentro, permanezca siempre encendido.

No te quedes quieto, busca, hasta que tu alma vibre.

Que tu corazón solo albergue sentimientos nobles y tus manos estén abiertas para dar.

Si alguna vez hay tempestad, no te escondas, enfréntala. Confía en la luz del faro que brilla dentro de ti, te guiará, aún en las tinieblas.

Siempre voy a atesorar aquellas noches en las que me pedías que te invente un cuento para poder dormirte. Tu dulce voz, tu curiosidad, tu frondosa imaginación y tu mirada pura despertaron tanto en mí que me inspiraron a crear estas historias.

Estos cuentos son pequeñas alas que te regalo para que te impulsen a seguir el vuelo.

Seamos siempre soñadores de ojitos abiertos, Eli.